Egipto 10

Diciembre de 2010

En ésta, quizás mi quinta o sexta visita a Egipto, he podido constatar que hay muchas cosas que ni cambian ni mejoran: el analfabetismo que sigue en el 33%, la población que aumenta alocadamente y que gana a Francia e Inglaterra, la renta por habitante que apenas pasa de 2.000 dólares, su puesto 73 en el índice de pobreza humana…etc

Con 1 millón de km2, el doble de superficie que España, pero con un 90% ocupado por desierto, se permite tener 80 millones de habitantes…lo que supone falta de escolarización, atención sanitaria, hacinamientos, etc. Como ejemplo: Cairo anda ya por los 8 millones y el Gran Cairo por los 13. Aún cuando se trata de una República, nacida en 1.954, el Sr. Mubarak gobierna vertical y férreamente desde hace casi 30 años. El partido de los Hermanos Musulmanes, fundamentalistas, sigue con fuerza en el país. Por fin, y a partir de este año, se permitirá por ley que 64 mujeres sean parlamentarias de entre los 518 asientos del Parlamento.

En esta visita la nueva Librería de Alejandría ya funciona, aunque no he podido visitarla. La libra egipcia, inestable y sin valor alguno fuera del país, sigue fluctuando a la baja debido a las enormes inflaciones que tienen. Un desastre. Un 40% de la población vive con menos de 1,5 euros al día; un catedrático cobra solo 113 euros al mes y, por otra parte, 1 kg de carne cuesta para ellos la friolera de 10 euros. Por todo ello el pan, llamado “aísh” y que quiere decir “vida” (dada la importancia para su supervivencia), sustituye a la carne. En los últimos meses y debido al encarecimiento del trigo ruso que importan, el precio se ha duplicado. El estado vende pan subvencionado pero en las largas colas o aglomeraciones que se forman ya han fallecido 50 egipcios. Lo más triste es que después de conseguir la torta de pan, no hay nada que meter dentro

Egipto sobrevive gracias al turismo, al Canal de Suez, a sus pequeños yacimientos de gas y petróleo, a la producción hidroeléctrica de Aswan y a las textiles de algodón y lino. Quizás la mayor ayuda proviene de sus amigos y aliados los americanos. Sunitas en un 90% y egipcios en un 99,5% forman una de las población más homogéneas que he visto y que habla, además del árabe como lengua oficial, el francés y el inglés por influencia histórica y entre las clases cultas. Hay un 10% de coptos-ortodoxos. El paro anda por encima del 20% y la escolarización es, en teoría, obligatoria hasta los 14 años.

En otros viajes anteriores, he recorridos los extensos huertos de las riberas del Nilo, tanto yendo por el río como por carretera y he comprobado que la amplia agricultura del país depende de la capacidad de regadío. Abundan las alubias, el maíz, el lino, las cebollas, el algodón, el sésamo, plátanos, dátiles, etc. Todos los campos se ven muy cuidados aunque el sistema de regadío sea un poco rudimentario. Teniendo en cuenta que mis primeros viajes fueron hace unos 35 años es comprensible que pudiera, entonces, entrar tranquilamente en el interior de la Presa de Asuán, en la sala de válvulas de desagüe, me haya hecho fotos en su interior, etc. Igualmente recuerdo los trabajos para aislar hidráulicamente el templo de Philae o el Museo Egipcio del Cairo como un cuchitril donde se almacenaban las momias…aún ahora, ampliado y llenísimo de piezas, se puede observar que muchas de ellas son copias cuyos originales “desaparecieron “en su día, y que hoy están en otros museos europeos. Hasta la famosa Roseta es una copia, Nefertiti, etc.

Es comprensible que los países que pagaban aquellas caras y largas excavaciones hayan querido llevarse algunas de las piezas encontradas y ponerlas en sus propios museos a salvo de posibles saqueos. Otros viajes hechos a este país, consistieron en recorrer el Nilo desde Luxor hacia la desembocadura, o bien recorrer la zona del canal de Suez o la costa mediterránea o, simplemente, repetir el siempre agradable itinerario que hace el turista. Visité, en otra ocasión y desde Israel, parte del Sinaí.

En este viaje, además de ejercer de turista en el típico crucero entre Aswan y Luxor, navegué 4 días en un barco por el Lago Nasser, en dirección a Sudán, visitando templos que fueron trasladados para evitar que los cubrieran las aguas. Entre ellos los de Amara, Wadi El Seboua, Kalabsha, etc. Aunque son de interés, no están a la altura de los templos existentes bajo las aguas de la primera presa de Aswan ni tampoco Dendera, ni Philae, etc. Finalmente se llega al maravilloso Abu Simbel, de todos conocido. Actualmente tiene una mayor explanada que la que recuerdo en el 74 pero, lamentablemente, la magnífica zona cubierta por la impresionante cúpula de hormigón no se podía visitar en esta ocasión.

El país es visitado por 9 millones de turistas al año, (tantos como Baleares) y, ahora, la libra egipcia equivale a 0.13 euros. En ocasiones sopla un leve jamasín que es una brisa cálida con polvo (tipo el odioso harmatan que he tenido que soportar a lo largo de años por África). Es igual tomar un taxi negro sin taxímetro que tomar uno blanco o uno amarillo con él: todos te timan, te pongas como te pongas. El Cairo sigue valiendo poco y su visita no es necesario repetirla. Khan El Khalili, Ciudadela y poco más. Sigue siendo agradable comer el hummus, el falafel, el kebab, etc.

Los egipcios, que no se consideran africanos en absoluto, siguen siendo gente pacífica por lo que el turista puede moverse libremente y sin peligro alguno. Lo que sin duda resulta puñeteramente insoportable es su constante empeño en vendernos o colocarnos algo lo que, obviamente, supone un continuo agobio que nos impide comprar, mirar tiendas, pasear, etc. Son unos auténticos “porculators”.

Disfruté, junto con mi pareja, de la compañía de unas agradables, cultas y cariñosas viajeras catalanas.