Cabo Verde 13

Marzo de 2013

No había regresado a Cabo Verde desde enero de 1997. En aquella ocasión visité las islas de Barlovento (Sal, San Antonio, San Vicente, etc.). En esta ocasión he querido visitar las de Sotavento (Santiago, Fogo, Mayo, etc.). Las primeras están llenas de hoteles turísticos, pero las que visito ahora apenas tienen visitantes. Todas son secas, muy secas, montañosas, con mucho sol, mucha luz, brisas y temperaturas, salvo el verano, muy agradables. La costa este de las islas es aún más seca.

Independientes de Portugal desde 1975, solo han podido desarrollarse un poco con las ayudas de la UE y de las Naciones Unidas. La totalidad de la superficie de las 10 islas habitadas equivale a la de la isla de Mallorca. Su población está en el medio millón de habitantes. Su moneda es el escudo de Cabo Verde y 110 de ellos equivalen a 1 euro. El cambio lo fija el propio gobierno y es muy elevado ya que casi todo resulta caro o desproporcionado con su pobreza. Lo ponen alto para que el turista deje sus buenas divisas y con ellas poder importar productos imprescindibles.

La poca riqueza de que disponen proviene de los alquileres de sus aguas a empresas pescadoras (abundancia de buenos atunes y langostas), del dinero que envían los caboverdianos que emigraron (del orden de unos 500 mil, tantos como habitantes actuales) y del importante turismo que tienen en las otras islas. No obstante son pobres porque, para hacerse una idea, su renta por habitante equivale a un quinceavo de la española.

No cabe duda, de que la orografía es lo más remarcable de su paisaje, de su recorrido por ellas y de su identidad; es una pena que sean secas pues algo de verdor añadiría belleza. Los pueblos, en general, pobres como la seca y volcánica tierra que los rodea, suelen tener poca población y, al atravesarlos, se observa una gente poco activa, agrupada en charlas o simplemente inactiva y sentada al borde de la carretera, como si el tiempo no contara pues nada tienen que hacer ni en que entretenerse.

Las carreteras, supongo que obsequio de las Naciones Unidas, tienen un buen trazado y están muy bien asfaltadas y conservadas. En ellas, el tráfico es reducidísimo a cualquier hora del día; así que los conductores detienen su vehículo, si más ni más, para hacer gestiones o dejar recados.

Es justo decir que, a pesar de la pobreza, la limpieza en las calles y de la gente es alta, que no piden limosna, a pesar de necesitarla, y que tienen más dignidad que aquellos que, teniendo bastante más, piden constantemente en los países europeos…por ejemplo España. Por cierto, escribí algunas postales, todas exactamente iguales y con el mismo motivo, no había otras, o sea la misma repetida y después no pude encontrar sellos… ¡malditos roedores!

A pesar de la escasa vegetación y de la falta de ríos, me ha sorprendido ver pájaros como el Martin pescador; en general flora y fauna no son, en estas islas, lo más maravilloso de África. Con frecuencia, en las vaguadas y en sus tramos próximos al mar, se ven plantaciones de bananos, papayas y palmeras y, en ocasiones, huertos en los que destaca la batata, la patata, y algunas verduras como la zanahoria, el nabo, las coles, etc.

Entre los pueblos que más me agradaron citaría el de Tarrafal, pueblo pescador de la isla de Santiago en el que las pequeñas embarcaciones pesqueras se sacan sobre la playa, todavía con la pesca dentro, a base de empujarlas playa arriba tiradas por una verdadera multitud de pescadores. Acto seguido acuden las mujeres del pueblo las que, tras comprobar la pesca, ajustan con los pescadores los precios. Ellas, con sus cestos y ropas de vivos colores, añaden un tipismo que, lamentablemente, comienza ya a escasear hasta en África. Escenas de este tipo se ven todavía en Mauritania.

Solamente hablan el criollo, aunque estudian el portugués en la escuela. Un 80% son católicos, un 10% ateos y otro 10% musulmanes. Tienen un paro del 25%. Los criollos son casi el 70%, los negros casi el 30% y los blancos solo el 2%. Hay un dato triste: la mortalidad infantil es del 2,3%.

Siguen adorando sus mornas, especie de fados un poco melancólicos o pegajosos, y tras la desaparición de su heroína Évora, han aparecido otras cantantes como Celina Pereira. En mi viaje anterior escuché en directo algunas de estas canciones. Algo de vino producen: el llamado vinho das lavas el cual, como su nombre indica, crece en parras o cepas plantadas entre la vieja lava de la isla de Fogo. También en Fogo tienen café y, al igual que en Portugal y en sus ex colonias, lo hacen muy rico. Por cierto, un cortado se dice “un pringado”.

He comido muy buen pescado en todas partes y hasta en pequeños restaurantes de Praia, la capital. Es muy frecuente ver en los menús “peixo grellado”, que se acompaña con arroz o verduras; también el “frango” que suele hacerse en barbacoa y ambos son muy sabrosos. El atún, que es delicioso, además de algunos pescados de roca, se sirve constantemente; lo ponen con todo, hasta con espaguetis. En las mujeres se ve más responsabilidad y en los hombres más indolencia; no obstante el hombre parece saber más sobre donde está todo en las islas, sobre la actualidad y, sobre todo entiende y contesta cuando se le pregunta. Ellas parecen no tener apenas escolarización ya que raramente entiende el portugués y se ciñen, exclusivamente, a su dialecto criollo caboverdiano.

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Las temperaturas no llegan a ser altas y además el calor es muy seco y hay una agradable brisa. No hay que olvidar que, precisamente, los alisios sirvieron a los portugueses para saltar desde aquí a Brasil hace ya más de 500 años. No cabe duda de que la mejor fruta del archipiélago es la papaya la que, tomada con unas gotas de limón por encima, resulta un verdadero placer. He visitado mercados públicos de verduras y frutas, de ropa y muebles, de zapatos y bolsos, etc. en ellos apenas he visto cosas que pudieran tener interés para nosotros.

Son pocas las playas de arena blanca y también pocas las aguas de este oscuro océano Atlántico que tengan tonalidades azules o verdes. En Isla de Fogo las playas son negras y en la Isla de Maio más claras y bonitas. La distancia de punta a punta de la Isla de Santiago llega a 90 km y necesitas una buena hora y media para recorrerlos. Las otras islas no llegan ni a la mitad.

Pues bien, hasta otra Cabo Verde.