Escocia 84

Junio de 1984

 

He llegado a Escocia en un vuelo chárter desde Palma. Mallorca. Aunque se caracteriza por tener uno de los tiempos atmosféricos más desagradables de Europa, este mes de junio no llovió mucho pero no es menos cierto que el sol parecía haberse declarado en huelga total y tuve que ir bastante abrigado.

Además de las agradables y obligadas visitas a Edimburgo y Glasgow, mi sueño era pasar por St. Andrews e intentar ver el famoso campo de golf y hasta jugar unos hoyos. Este campo de golf es para profesionales pues varios de los hoyos tienen charcas en su entorno y cualquier error supone perder la pelota en el agua. Así que me alojé una noche en un hotelito cercano y emulando a nuestro famoso y querido Severiano Ballesteros, jugué yo solo algo más de una horita.

Después comencé mi agradable aventura en un tren de vía estrecha que, atravesando túneles, viaductos antiguos, pequeños valles y áreas glaciares, etc. iba recorriendo la parte noroccidental de esta Escocia verde, montañosa, fría y lluviosa. Las curvas de la vía son tan cerradas que, nosotros, los pocos viajeros turistas que viajábamos, sacábamos por la ventanilla la cabeza y la cámara de fotos para fotografiar la locomotora de la cabeza o la cola del tren al tiempo que también los antiguos viaductos de hormigón envejecido sobre los que pasa el tren. Los vagones son de madera, como lo son también los incómodos asientos que ocupábamos y sentíamos la imperiosa necesidad de levantarnos con frecuencia pues acababa doliéndonos el trasero.

Fueron muchos los puertos y puertecillos por los que he pasado y fotografiado. Las mareas son grandes y en las horas que están bajas los barcos atracados en los puertos quedan muy bajos con relación al muelle y no hay forma de saltar a ellos. He de decir que tienen una gran flota de barcos de pesca y entiendo que tienen buenos y valientes patrones pues este Mar del Norte es muy peligroso y las embarcaciones no son precisamente grandes ni nuevas.

Estuve en una pensión en la que se hablaba todo en gaélico (lengua celta traída por invasores irlandeses) y hasta asistí por curiosidad a una misa en gaélico. No entendí nada.

Por supuesto estuve en el Lago Ness, pero no vi a Nessie y también estuve en Inverness la capital de los Highlands. Anécdota curiosa: eran más de las 10 de la noche y cuando entraba en un pub, cerca del lago, salió de él un chico borracho y se puso a vomitar. Me paré para mirarle y me dijo: me han sentado mal las cebollas … (there must have been the onions).

Volveré otra vez a esta fría y lluviosa Escocia, aunque pase aún más frío que el que he pasado en este mes de junio.