Uganda 97

Junio de 1997

Antecedentes: Se trata de un país relativamente pequeño, para lo que es África, con una superficie de un 50% de nuestra España continental y una población de 13 millones de habitantes. Independiente del ­Reino Unido desde 1963, forma parte de la Commonwealth y su PIB ronda los 160 US$, similar al nivel de Bangladesh y muy inferior al de la India. Su capital, Kampala, tiene unos 700.000 habitantes. Hay un 60% de cristianos y el resto son musulmanes, animistas, etc.

Se cultiva: algodón, café, té, sésamo, caña de azúcar, arroz, soja y algo de caucho. Cuentan con mucho ganado vacuno y ovino. Poseen algo de tungsteno, amianto y sal y disponen de algunos saltos de agua que les proporciona suficiente energía eléctrica para sus necesidades.

Aunque su idioma oficial es el inglés se hablan otros 20 idiomas más, ya que son muchos los grupos étnicos que componen su población. Entre estos se incluyen: el sudanés, que se habla en el norte del país, el bantú en la zona centro y las lenguas del valle del Nilo, que se hablan en las zonas centro-norte.

El actual presidente Sr. Museveni, parece estar manteniendo el orden y el desarrollo del país aceptablemente. Se puede decir que tienen un sistema bastante democrático. Afortunadamente aquel salvaje asesino y antropófago presidente Idí Amín Dadá ha quedado relegado al pasado. Todavía queda un grupo de rebeldes formado por unos 500 hombres, bien armados y bastante crueles, que se ocultan en las montañas de Ruwenzori y dan algunos golpes de mano, aunque no suponen un peligro para la estabilidad de la nación. Las etnias principales son: Baganga, Banyankole, Basogas y Bakigas.

Uganda, que junto con Kenia y Tanzania, componía la llamada "África del Este", protectorado británico, fue descubierta por exploradores del siglo pasado como: Stanley, Speke, Burton, etc. Quizás es a Speke a quien los ugandeses atribuyen su descubrimiento.

Es, quizás, el estado africano con mayor número de parques nacionales y mayor riqueza en animales. Uno de mis objetivos era el ver los gorilas de los bosques impenetrables de Bwindi con los que, la fallecida Dian Fossey, autora del best seller "Gorilas en la Niebla", vivió durante 13 años. Ocurrió al otro lado de estos montes en la R.D. del Congo. Dian se dedicó al estudio del comportamiento de 9 grupos en los que, cada familia, estaba compuesta entre 5 y 20 miembros.

Leí, antes de viajar a este país, la publicación que sobre el tra­bajo de esta mujer hizo el National Geographic. El gorila macho, responsable del grupo mata, en ocasiones, crías macho o hembra, por una cuestión de mejora de la raza o del proceso evolutivo de la especie. Los gorilas de este tipo siempre habitan en bosques húmedos y viven de ramas frescas y fruta. Las hembras construyen sus nidos en los árboles a los que, por su peso, el macho no puede acceder. Este hace cada día un nuevo nido donde dormir.

En estas montañas, frontera de Uganda con Ruanda y Zaire ( R.D. del Congo) hay un monte llamado Sabinyo de uno 3.600 m. y que está dentro de la cordillera de Virunga.

En Uganda hay toda clase de enfermedades: Fiebre Amarilla, Malaria o Paludismo, Tsé-Tsé o mosca de la enfermedad del sueño, etc. Hay que llevar mucho cuidado. EL ugandés es, en general, muy educado, come y habla con mucha corrección y son respetuosos y serviciales. Se nota, en su educación, una cierta influencia británica, pues aunque sean muy pobres cuidan el medio ambiente y son muy rigurosos con las normas establecidas. Pero, curiosamente, la gente pierde su habitual compostura, y hasta se enfurece, cuando tratas de hacerles una fotografía sin pedirles permiso. La verdad es que si les pides permiso te dicen que ni hablar… así que decides "robársela", lo que les pone de los nervios.

Dado que la gasolina cuesta 170 Pts. litro, carísima para un país tan pobre como este, no se ven apenas motocicletas y, los pobres, el 95% de la población, tienen que ir a pié a todas partes. Después el medianamente pudiente se compra una bicicleta que emplea, principalmente, para transportar desde un enorme racimo de bananas hasta un aparador de cocina. Ellos van a pié y empujan la carga puesta sobre la bicicleta.

El viaje: Tras un agradable vuelo desde Londres, llego al aeropuerto de Entebbe y, a continuación, me desplazo a Kampala, la capital, donde lo primero que hago es organizar y preparar mi recorrido. Sí, por este país que tantos años hacía que lo quería visitar. Quizás porque aquí se rodaron películas como las de Tarzán, Mogambo, La Reina de África, etc. o bien porque había oído y leído sobre las aventuras de los exploradores como Livingston, Speke, ­Stanley… etc. Había estado aquí allá por el año 80, pero solamente un día, lo que fue suficiente para imaginarme la belleza que podría tener.

Kampala, la capital, es una ciudad limpia, activa y con la ilusión de recuperar su legendario esplendor; poblada por gentes muy aseadas, bien vestidas, educadas, etc.; claro que me refiero al ­centro: el barrio de Nakasero en donde está el hotel Sheraton, los bancos y las oficinas importantes. Hoy han regresado a Kampala las gentes ricas, de origen asiático, que el cafre de Idí Amín expul­só, allá por los años 70.

Contraté un 4x4 Toyota muy potente, con chofer incluido. No se ve turismo por aquí. De vez en cuando algún americano. Curiosamente encontré un asturiano de Avilés que me dijo haber ido a ­trabajar por cuenta de Fenosa. ¡Qué mundo más pequeño!

Me dan las siguientes instrucciones o consejos:” No conducir de noche ni tampoco antes de las ocho de la mañana y no salir por la noche a la calle pase lo que pase”. Hago mi primera imprudencia y salgo de Kampala a las seis de la mañana, cuando todavía no había amanecido, en dirección sur, a Bwindi, cerca de Ruanda, a 400 km. de distancia y por carreteras bastante horribles. Estaba obligado a madrugar si quería llegar antes de la noche. Como curiosidad en el trayecto paso por delante de un hospital llamado “Kagando”, perteneciente a la fundación "Kaka".

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Por el camino atravieso el parque de Mboro, único del país en el que pueden verse impalas, el más hermoso de los antílopes. Pa­so por los pueblos de Masaka y Mbara y por una extensa sabana en la que pastan miles de vacas de enormes cuernos. Llego y me detengo en Kabale (a 2.000 m. de altura) que está a tan solo 15 km. de Ruanda; aquí me como una Tilapia, que es un pescado de río, que se come mucho en África.

A continuación y tras conducir 2 horas por unas pistas tortuosas de arcilla y baches llego a Bwindi...Paso la noche en una caseta de barro y cañas, típica de esta zona, sin electricidad y sin comodidad alguna. De madrugada, con 2 rastreadores y un guía, nos adentramos en el bosque impenetrable donde viven; antes tuvimos que caminar, durante 2 horas, monte arriba. El camino lo abren los rastreadores a base de machete. En las fotografías de los gorilas, que expongo en mis álbumes, puede verse el impenetrable bosque que habitan. La vegetación es tan densa que resulta imposible atravesarla si no es cortando árboles y arbustos. Avanzamos lentamente. Por fin a eso del mediodía nos acercamos a ellos. Su posición se localiza por los vestigios que van dejando: cañas cortadas, nidos, restos de cañas comidas, heces, olor, ruido que emiten, etc.

Siguiendo las instrucciones que habíamos recibido nos vamos acercando a los gorilas con extremado cuidado. Hay que agacharse y emitir sus sonidos o gruñidos, desplazarse muy despacio, no salir huyendo en los momentos de pánico, no toser, no hacer ninguna de nuestras "necesidades", (pues se las comen y pueden coger nuestros virus), permanecer en silencio, no utilizar flash, no mirarle a los ojos, etc.

¡QUÉ IMPRESIÓN! ¡Qué fieros y que gigantescos! Cuando gritan ó gruñen asustan a uno por las "patas pa bajo”. Cuando te mira un macho NO TE ATREVES A DEVOLVERLE LA MIRADA: En sus ojos se ve, claramente, vida inteligente…tras esos ojos hay “un paisano”. No es como mirar a un perro o a un gato. Su peso, el de los machos, ronda los 170 Kg., y su actitud es salvaje y fiera. Cuando te observa notas en sus ojos que esta pensando y analizando tu comportamiento. No son como otros animales salvajes: ves en ellos nuestro origen. En dos ocasiones, uno de los gorilas lanzó gritos de intimidación o de irritación por nuestra presencia: todos sentimos autentico PAVOR. Los propios rastreadores salieron corriendo, igual que nosotros. Hasta tal punto asustan e imponen, que es imposible controlar el pánico y no huir despavoridos, aun cuando esto sea lo peor que se puede hacer ya que el gorila te sigue al haberte separado del grupo.

Es probable que en pocos años se extingan, pues ya quedan muy pocos. El poder verlos, ahora, es un privilegio, ya que las visitas en el bosque se producen con solo 4 personas y la lista de espera, en este momento, llega hasta el mes de junio del año que viene. Transcurrido un tiempo, me di cuenta de que se había tratado de una experiencia irrepetible e inolvidable. No es difícil comprender la pasión de Dian Fossey. En este bosque hay también monos Colaba y chimpancés

Desde esta selva de Bwindi me fui hacia el Parque Nacional de Queen Elizabeth, teniendo que pasar la noche, a medio camino, en un pueblecito en el que encontré habitación. Se trataba de una pensión en la que había una celebración con baile, al que tuve que asistir y bailar con la criada de la pensión, gordita y simpática, que se empeñaba en que todo el mundo la viera bailar conmigo. Solo tenía 24 años pero aparentaba tener 35 pues, de tanto trabajar, estaba muy estropeada. El ruido de la música no me dejó dormir hasta las tantas de la madrugada. No tenía ni agua, ni ducha, ni nada de nada. Tras dormir un par de horas me levanté sobre las 5 de la mañana para seguir mi camino con el 4x4 y mi amiguete, el chofer, que resultó ser un tipo fenomenal. Tras un par de horas de conducción entramos, sobre las 8 de la mañana, en el gigantesco Parque Nacional de Queen Elizabeth: aquí se ubican los enormes lagos de George y Edw­ard alrededor de los cuales hay muchos hipos, antílopes, 10.000 elefantes , gacelas, cigüeñas, búfalos, leones de melena negra, rinos, etc. Visité el parque durante todo el día y la mañana del día siguiente.

Continué el recorrido de la zona del canal de Kinshasa próxima al lago Edgard, con una barca. El canal de 34 Km. de longitud comunica el lago George con el lago Edgard. Pude ver: hipos, cocodrilos, pelícanos, garzas, águilas, búfalos, elefantes, etc. Allí iban todos a beber. Me alojé en un agradable y pintoresco Lodge, llamado Mweya Safari, dentro del recinto del parque y situado en un lugar privilegiado y con una preciosa y extensa sabana al fondo; ésta es sorprendentemente bella pues cambia la tonalidad de sus verdes que pasan a ocres o amarillentos y además alojan, en su enorme extensión, un sinnúmero de lagos de todos los tamaños, lomas y millones de acacias que salpican la pradera en la que pastan miles de animales.

Proseguí mi viaje por la zona del Ruwenzori, (macizo de montañas, llamadas de la luna), siguiendo la carretera de Kasese. Las montañas tienen una altitud máxima de 5.600m, sobre cuyos picos más elevados hay nieve y se trata del segundo punto más alto de África, después de Monte Kenya o del Kilimanjaro. Las carreteras no son más que pistas de tierras polvorientas en las que el polvo te asfixia. Afortunadamente los coches los tienen los ricos, que son muy pocos, y debido a ello hay muy poco tráfico. Abundan unas furgonetas llamadas matatus (minibuses), que se emplean por todo el sur de África y que son una especie de transporte público. Las casas son de arcilla, también como en buena parte de África, y las paredes están reforzadas con cañas. La comida, en la que abunda el pescado de lago o río (la tilapia y el scramble), no tiene nada de especial, ni tampoco es muy sabrosa. No comen pan pero si patatas y ba­nanas fritas o cocidas, lo que constituye su alimento principal pues viene siempre como guarnición. El cabrito frito siempre resulta duro. Claro que, posiblemente, en lugar de cabrito sea “ca­brón”.

Tras un día entero de conducción y de recorrer la zona de Kasese y Fort Portal fuimos descendiendo, lentamente, hacia Kampala. Nos detuvo, una buena docena de veces, la policía. Extrañados, al día siguiente, leímos el periódico y nos enteramos que el día antes, éramos detenidos en los controles debido a que, los rebeldes habían quemado vivas a 13 personas y degollado a 24. ¡Escapamos de una buena! Casualmente los hechos se habían producido dos pueblos más arriba de donde nosotros habíamos estado.

Aunque la renta per cápita es muy baja en este país, la gente ofrece buen aspecto y no pasan hambre, aun cuando su alimentación no sea completa o correcta. No se ven pobres, ni nadie se acerca a pedirte o venderte algo. No obstante, para nosotros, resulta un país caro debido a la paridad que el gobierno hace con sus chelines ugandeses y el dólar, que es la divisa que impera. ¡Claro que los billetes han de ser siempre posteriores al 90! pues si no, no los quieren.

Unas horas antes de partir me paso por Entebbe, ciudad que fue muy británica, situada a orillas del lago Victoria. En ella vivían los ingleses alejados de Kampala y de otras zonas del país, para escapar de la mosca tsé-tsé, que entonces causaba estragos: Me tomé un café en el tradicional hotel "Lago Victoria" de la belle epoque.

Tengo la impresión de que volveré a este verde, tropical y agradable país, no tardando mucho. No tuve tiempo de recorrer el Parque Nacional de Murchison, con lo que así tengo una buena excusa para ¡VOLVER!