Galicia 17

Julio de 2017

Mi pequeño viaje arranca sobre el río Eo, frontera entre Asturias y Galicia, dejando atrás la coqueta villa asturiana de Castropol y el abandonado pueblo de Vegadeo, de muy escaso valor. Ochenta agradables km tuve que hacer por la que fue, no hace muchos años, la muy transitada carretera nacional N-640.Tras atravesar mucho bosque de eucaliptus y un par de pequeños pueblos, de no grandes pretensiones, llegué al pie de una de las puertas de entrada de la muralla que rodea la antigua ciudad de Lugo y que ahora es el centro comercial de la misma.

Con una población que no alcanza los cien mil habitantes, es la menos poblada de las capitales gallegas y quizás la de menor renta. El mencionado centro, está formado por calles cuidadas, su aceptable catedral, sus plazas ajardinadas, sus áreas comerciales peatonizadas, etc. La muralla, que tiene algo más de dos km, tiene su origen en tiempos de los romanos aun cuando, lógicamente, ha sido muy restaurada; su catedral, que tuvo en su origen estilo románico y posteriormente reconstruida en estilo gótico, ha acabado con una fachada neoclásica.

Dejo Lugo y me dirijo hacia el norte de Galicia para visitar La Costa da Morte por donde paso unos días para no perderme ninguno de sus puertecillos ni ninguna de sus playas vírgenes de las que muchas de ellas son amplias y con km de longitud. Una verdadera belleza natural. Esta costa, perteneciente a la provincia de Coruña, abarca desde la Punta Roncudo hasta el cabo Finisterre y su trágico nombre proviene de los innumerables naufragios y muertes que han tenido lugar en ella a lo largo de los años, como consecuencia de los fuerte temporales de mar que la caracterizan.


Establezco por unos días mi base en un hotelito de Arteixo. Me preparo para ver muchísimas playas vírgenes con dunas y con no más de una docena de personas tomando el sol en ellas. Así que comienzo visitando las playas de Combouzas, dividida ésta en dos mitades, y la de Caión, ambas vírgenes y de grandes dimensiones, Apenas 10 personas observé en la inmensidad de sus arenas. La primera de ellas en el Concello de Arteixo y la segunda en el de Laracha. No parece que el tiempo atmosférico vaya a acompañarme en este viaje por esta parte de la costa gallega donde, muy frecuentemente, suele imperar el mal tiempo como su nombre indica.

Al siguiente día, un poco apagado de sol, hacia el oeste, en dirección a Malpica de Bergantiños. Se trata de un pueblo típico de la zona, situado en la mismísima punta de la costa, con muchas y pequeñas callejuelas con olor a pescado, con aire marinero y con un puertecillo con su propia lonja y cofradía de pescadores. Su playa, que como ocurre por esta zona, es de arena blanca y fina. Tiene además fama de tener buenos percebes además de unas pequeñas islas situadas frente a su costa.

Galicia es, en general, una comunidad de mucha lluvia y poco sol en la que se come maravillosamente, quizás a la par que el país vasco, con excelentes pescados y mariscos, muy buenas verduras, sabrosas carnes, buen pan, buenas patatas y excelentes vinos blancos, etc. además crecen en ella preciosas hortensias como ocurre por todo el norte de España.

Al día siguiente continuo a lo largo de la costa, siempre en dirección Oeste, y tras atravesar el pueblo de Ponteceso, en el concello de Cabana, me tropiezo con una hermosa playa virgen, al lado mismo de la carretera por la que conduzco en dirección al pueblo marinero de Laxe. Llego por fin a Laxe, de unos 3 mil habitantes, y recorro su amplia y larga playa, llena ésta de preciosas dunas, y situada justamente delante de las casas del pueblo y al lado de su pequeño puerto. Lo cierto es que se trata de una maravillosa, grande y limpia playa de arenas finas y blancas con sus dunas naturales e intocables. Además, Laxe, tiene otras hermosas playas en su concello, como las de Traba y Soesto. Sobre el puerto aparece una atalaya con una iglesia y un pequeño castillo.

De Laxe conduzco a Camariñas, pueblo grande de unos 5 mil habitantes, que vive del marisqueo, de las múltiples piscifactorías que tiene y por supuesto del famoso encaje de bolillos que venden a todo el que pasa por allí. Tiene mucha actividad en su amplio puerto el cual se encuentra rodeado por el propio pueblo. Algo lejos de allí está el famoso cabo y faro de Vilán. Hago fotos del puerto. Me como un menú de 9 euros consistente en unas primeras croquetas de marisco, acompañadas de ensaladilla rusa con marisco también y después un plato de pescado fresco a la plancha...ah y todo ello regado con una botella entera de agradable y frío ribeiro en la mesa.

Al siguiente día y siguiendo como siempre hacia el oeste, llego a Muxia de no mucho interés para mi pues su puerto tiene poca actividad y el pueblo carece de playa. No obstante, sí que tienen excursiones a la ermita de Nuestra Señora de la Barca y al monolito “la ferida” que representa el daño hecho por el mal famoso barco Prestige, que tiró su galipote al mar e hizo tanto daño a la zona pesquera. También puede uno acercarse al Cabo Touriñan. Saliendo de Muxía fotografío tres auténticos hórreos gallegos de la zona.

Continúo hacia Fisterra y paso por la pequeña población de Cee a escasos 2 km antes de entrar en el bonito pueblo y puerto de Corcubión, con su pequeña playita, aunque sin un verdadero puertecito. Llego inmediatamente a Corcubión, esta vez con sol, y hago fotos de los miles de barquitos fondeados delante de las casas e iglesia del pueblo y que por cierto es muy limpio, bien restaurado y muy agradable. Auténtico lugar de vacaciones con playas en sus alrededores. El puerto es amplio, ordenado y con colorido.

Continúo hasta Fisterra, final de la Costa da Morte y final de mi pequeño viaje. Tiene una increíble playa de varios km de longitud, ancha, de arena blanca y fina, virgen…un ensueño para el visitante. La playa Mar de Fora, el Castillo de San Carlos y el Cabo de Finisterre, son los lugares más destacados para los veraneantes de este bonito pueblo

En fin, aquí acaba mi corto viaje al que seguro que volveré.