Munich 17

Junio de 2017

Había visitado Alemania, y más concretamente este estado de Baviera, en los años 1973 y 1974 por motivos profesionales. Además, años atrás, había trabajado en una empresa de esta región. En 1977 visité la República Democrática Alemana y por supuesto el llamado Berlín Oriental. Posteriormente, en el 1982, regresé a Alemania, pero no fue hasta 1985 que volvería de nuevo a Baviera. Una vez más vine, también, a la Alemania Reunificada, Berlín, en el 1995 y fue más tarde en el 1999 que volví nuevamente a la preciosa Baviera. Por supuesto continué viajando a este país en el 2008 y lo sigo y seguiré haciendo. Es uno de mis países favoritos de nuestra bella Europa. El verano es la única estación que puede casi garantizarse el sol; hablamos de un país frío y oscuro durante muchos meses del año.

Bajo el punto de vista económico, sigue imparable y a pesar de ser, en superficie, un 20% inferior a España su población pasa de los 80 millones; la verdad es que parece estar construida en su totalidad. Se trata de gente muy trabajadora y con un alto nivel de renta que supera a la española en un 60%...casi nada.

De esta ciudad de Múnich, muy visitada por turistas españoles, poco nuevo puedo decir o añadir a lo que ellos han visto y oído; no soy más que un visitante que disfruta de la belleza de una ciudad, destruida totalmente durante la segunda guerra mundial y perfectamente reconstruida por esos alemanes que trabajaron tan bien y tan duro durante muchos años.

En uno de mis primeros viajes acudí a una exposición en la que se presentaban fotografías con "el antes y el después" de Múnich; era sobrecogedor contemplar las ruinas en las que se había convertido...no quedaba nada, todo destruido, todo arrasado y por el suelo. Entonces se produjo el famoso milagro alemán. Es muy posible que el estado de Baviera, Bayern, cuya capital es Múnich, sea quizás el que tiene más simpatías europeas: mejor clima, pues está muy al sur, los bávaros son menos verticales que los del norte, menos militaristas, mejor sentido del humor, con un dialecto del alemán más dulce y suave, con menos sonidos fuertes guturales, etc. además no tiene un clima tan duro como el de los estados más al norte. Yo trabajé con ellos hace años y lo puedo constatar. Es una preciosa ciudad, muy cuidada y con todos sus bellos y antiguos edificios perfectamente restaurados, con un delicado gótico y, para los compradores, con tiendas muy buenas y también muy caras.

La Residencia, bello y gigantesco palacio, situado en la Plaza de la Ópera es una visita obligada, en donde a lo largo de los años vivieron los múltiples reyes que rigieron los destinos de Baviera. Su interior está lleno de salas muy trabajadas con pinturas y muebles de mucha calidad.

Hice a pie detenidamente el largo recorrido que desde la Plazo Odeón pasa por el Jardín Inglés y posteriormente y tras pasar por el Museo de Baviera, lleva hasta el amplio río Isar. Después continué hasta la plaza del monumento al Ángel de La Paz para, después, caminar por la margen derecha del río y tomar la Avenida Marienstr. A continuación, pasé por el museo de los Cinco Continentes y continué hasta la Plaza de La Ópera. El Jardín Inglés es un atractivo parque, lleno de verdor y cascadas y atravesado por un pequeño riachuelo en el que los chavales surfistas hacen verdaderas filigranas en un espacio minúsculo.

Volví a ver el Hotel Vier Jahreszeiten, al lado de La Ópera, en el que me alojé en 1974. A este hotel solo acudían hombres y mujeres de negocios de muy alto standing, pero, en mi caso, era pagado enteramente por la empresa con la que trabajaba ya que el hotel es muy caro.

Al llegar el otoño, se celebra el Oktoberfest o fiesta de la cerveza, lo que supone los 15 días más atractivos del año para cualquier local o visitante; hace muchos años tuve la suerte de pasar dos de esos días por aquí. Múnich es muy industrial y sus habitantes son también muy activos y emprendedores. La cerveza es como algo nacionalista en Baviera; supone unión y alegría, se toma por litros y hay cervecerías por todas partes y al aire libre. Aquí Hitler tuvo su base por unos años en una montaña llamada El Nido del Águila y aquí, en el año 1944, los americanos bombardearon hasta no dejar piedra sobre piedra. En 1945 la invadieron y acabaron adorándola.

El turismo acaba destrozando todas las tradiciones: muy cerca de la famosa Marienplatz siempre hubo una enorme cervecería-restaurante a la que acudían las gentes locales para tomar su típico codillo regado con jarras de cerveza de aproximadamente 1 litro o más. Yo recuerdo haber ido a este sitio un par de veces. Pues bien, la asistencia de miles de turistas al lugar ha supuesto que las gentes locales hayan ido desapareciendo; así que ya casi solo son turistas los que van o bien campesinos bávaros de visita en Múnich. En este lugar caben un par de miles de turistas a quienes una banda de músicos locales, que tocan canciones típicas de Baviera, les ameniza la comida. Este famoso lugar es llamado: HOFBRÄUHAUS.

En la también famosa Marienplatz, la fachada del ayuntamiento nuevo se ha ido ennegreciendo y hasta su reloj, con su correspondiente carrillón, están necesitando una limpieza a fondo. El estilo gótico del edificio es finísimo y justamente frente a su fachada hay una columna con la imagen de la Virgen María, su patrona.

Por supuesto comí en varias ocasiones sus pequeñas salchichas blancas, típicas de Baviera, a las que antes debes quitar su duro pellejo blanco y van acompañadas con la consabida mostaza azucarada y con la fuerte y sabrosa cerveza que sirven en grandes jarras. Las mesas, normalmente grandes, deben compartirse con otros clientes. Se acompañan de un pan que es una especie de rosca que no tiene gran sabor y que lleva bastante sal gruesa por encima.

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A la catedral, que está rodeada por altos edificios, no hay forma de hacerle fotos decentes; así que debe uno limitarse a hacérselas a sus torres que tienen un bonito remate con aire ortodoxo. La iglesia renacentista de San Miguel, casualmente cerca de mi hotel, es otra obligada visita.

He comido maravillosas cerezas: enormes, sabrosas, duras y muy dulces. Mi hotel, el Mercurio, estaba a unos 300 metros de la Marienplatz. Actualmente, en este mes de junio, hay vuelos chárteres a Múnich desde Madrid, Barcelona, Sevilla, Asturias, Bilbao y Valencia, lo que explica que se vean tantos españoles por aquí.

El centro está lleno de iglesias que muestran las distintas épocas y reinados por los que han pasado. Al igual que en Austria, los bávaros son muy dados a tener siempre en su armario la ropa tradicional o regional bávara, atuendo con el que asisten a celebraciones públicas, bodas o simplemente es su ropa dominguera. Son miles los que, los fines de semana, usan su ropa típica aldeana. Son gente agradable, muy educada y deseando ayudarte en lo que puedan, es un lugar muy agradable para viajar. La ciudad es muy limpia y ordenada y en ningún momento tuve la sensación de que me vendían algo que no fuera auténtico o no de acuerdo con su precio. Por otra parte, hay que decir que es una ciudad cara para un español ya que está en un país más rico que el nuestro.

En la estación de ferrocarril, no muy grande, no se pasa ningún tipo de control de seguridad para subir a los trenes, esto me sorprendió mucho dados los frecuentes sucesos terroristas en Europa en estos últimos tiempos. De aquí me trasladé a Praga en un tren que atravesaba Baviera deteniéndose en todos los pueblos importantes: Freeing, Neufahrn y Regensburg, ciudad importante, esta última, por donde pasa el Danubio. Pasé la frontera con la República Checa a través del pueblo de Domazlice. Baviera, que es muy llana, está llena de campos de cultivo; hay mucho lúpulo y también bosques en los que abundan las coníferas. Sorprendentemente, hay pueblos enteros con casas sobre cuyos tejados hay placas solares; por otra parte, los campesinos tienen siempre algún rincón de sus tierras en el que colocar placas solares, que posiblemente alimenten el pueblo o bien vendan esa energía a la compañía de electricidad.

Hasta otra.