Madeira 95

Enero de 1995


Cuando el mes de septiembre de 1983, hace 12 años, dejé Madeira, (tras una corta estancia de dos días en Funchal, de donde partiría en el yate de un amigo para atravesar el Atlántico) y navegué a lo largo de la costa Sur de la isla abriéndonos hacia alta mar, me dije a mi mismo: “que seca y árida resulta esta isla que no tiene más que acantilados sobre el mar”. Ahora, tras una visita en profundidad a lo largo y ancho de la misma, me doy cuenta de lo gran equivocado estaba entonces. Es verde, tropical, llena o, más bien, repleta de flores, con bosques, helechos, enredaderas que trepan por los árboles, cascadas, etc.

La temperatura ha sido muy agradable y el tiempo soleado. Parece increíble pasar calor en el mes de Enero o encontrarse con plantas llenas de flores, árboles de mimosas en flor, plataneros repletos a reventar, árboles y arbustos con brotes primaverales, etc. Resulta todo confuso: en ocasiones te parece que aquí es primavera pero si te vas a cotas altas de la isla te encuentras con niebla y nieve; me refiero a 1.800 metros, como el caso del Parador Nacional (Pousada en portugués) de pico Arriero, donde pasé una noche. O bien la Pousada de Serra D'Aigua donde el frío era intenso.

El Norte de la isla, con nubes bajas casi todo el tiempo, tiene muchas vaguadas verdes que caen sobre el mar y que sobre ellas abundan las casitas, de techo de teja, diseminadas entre las verdes terrazas sobre las que se planta de todo. En la costa Norte recuerdo que me encantaron Porto Moniz y Faial. En esta zona no hay puertos ya que el mar es tan bravo que dificulta su construcción y la entrada y salida de los barcos.

Las carreteras, algunas bastante malas, están llenas de curvas, (pues no creo que en toda la isla haya una hectárea medianamente llana) y resultan algo peligrosas. Por las cunetas de casi todas ellas han sido plantadas plantas de flores tales como hortensias, margaritas, mimosas, etc. lo que me recordaba las islas Azores. Hay poquísimo tráfico por ellas. La gasolina esta aún más cara que en España.

Por lo que respecta al Sur de la isla, más seco, está plagado de plataneros y patatales. Sigue siendo una orografía muy accidentada pero hay algún acceso al mar y algún pequeño puerto como los de Machico, Cámara de Lobos y, por supuesto, Funchal, la capital.

Los habitantes del Sur, donde el nivel de vida parece más elevado, consiguen la mayor parte de su riqueza de los plataneros. Por cierto: no recordaba haber comido bananas (los plátanos son para cocinar, salvo los canarios que son más bien bananas grandes) como las de aquí desde que estuve la última vez en Ecuador. El Sur es más caluroso y soleado, aunque más seco por llover menos. No resulta tan típico como el Norte.

Entre las comidas más típicas recuerdo: el consabido bacalao que lo hacen de todas formas (pero que nunca es fresco) y siempre muy bueno, los enormes panes cortados por el medio y rellenos de mantequilla que te venden por la carretera, los quesos locales de vaca que no valen mucho, el maravilloso café portugués (uno de los mejores del mundo), los vinos de Madeira, especie de vino de Jerez de color marrón oscuro (dulce o seco) que es muy bueno como aperitivo o para tomar con pastas, también son muy buenas las croquetas caseras de bacalao, etc.

Por lo que respecta a la capital Funchal, la encontré muy cambiada. Ahora tiene cien mil habitantes y un nuevo puerto deportivo. Lo visité para ver nuevamente el lugar donde estuvimos atracados varios días antes de cruzar el Atlántico, en agosto de 1983. Visité el parque, la Catedral, el paseo marítimo, el casco urbano, etc. y comprobé que está más limpia y cuidada que entonces. El resto del archipiélago, la isla de Puerto Santo, no tiene mucho valor y parece carecer de interés turístico. Casi todo resulta un 30% más barato que en España.