Lanzarote-Fuerteventura 17

Octubre de 2017

En cuanto al itinerario de este quinto viaje por Lanzarote, tengo que decir que repetí parte de los anteriores salvo aquellas visitas turísticas, más bien caras, como por ejemplo ver la isla de La Graciosa desde el mirador de Cesar Manrique, los famosos Jameos del Agua, etc. etc.

La Caleta de Famara, con su gigantesca Playa, el Puerto Calero, en donde me alojé, la capital Arrecife, la delicada Playa Blanca con sus paseos junto al mar y su mercadillo en la Marina Rubicón, las salinas de Janubio, el recorrido por los acantilados del Golfo, los huertos cubiertos de jable, etc. etc. son lugares que nuevamente visité y recorrí detenidamente.

Tiempo muy agradable. Los precios de la comida en el supermercado y en los restaurantes me parecieron muy asequibles. No digo lo mismo de los hoteles y apartamentos, cuyos precios estaban por las nubes.

Lanzarote, un 50% más pequeña que Fuerteventura tiene, por otra parte, una población un 50% mayor. Además, es una isla más cuidada, mejor organizada, con más encanto y más vegetación. Ahora bien, en cuanto a playas, Fuerteventura, la supera de forma impresionante tanto en número como en dimensiones, tanto en calidad y blancura de arena como en la virginidad de muchas de ellas.

El transbordador de la Compañía Olsen se encargó de trasladarnos, a mi coche y a mí, a la isla de Fuerteventura a donde llegamos solo media hora después. La isla de Lobos, por babor, anunciaba la llegada. Ésta, solitaria y sin población aparente alguna, ha sido utilizada en las narraciones legendarias de uno de sus escritores nativos: Alberto Vázquez Figueroa.

Se llega y atraca en el puerto de Corralejo, al norte de Fuerteventura, y dado que se trata de un pueblo más bien feo y que ya conocía, decidí atravesarlo con el coche, sin detenerme, y conducir hacia el sur para comenzar la verdadera visita a la isla.

En estos días se está construyendo una autopista y ello conlleva problemas de conducción al utilizarse una improvisada variante; así que tiré hasta el tranquilo pueblo de La Oliva para contemplar, quizás por cuarta vez, su pequeña iglesia con ese dulce y sencillo estilo colonial que, hace siglos, tuvimos a bien extenderlo por nuestros dominios en América. Es la iglesia que, llegado el caso, un niño o un adulto, dibujarían.

Después continué por la vertiente oeste de la isla, atravesando la zona de Tefía por la carretera FV207 para tomar después la FV30 y recorrer la Betancuria, región muy pintoresca con sus preciosos valles y panoramas, todos muy áridos y desérticos, que se contemplan desde varios miradores estratégicos; en uno de ellos están las bellas y enormes esculturas en bronce de sus personajes legendarios: los reyes Ayoze y Guize. Continuo por la carretera FV605 hasta Morro Jable tras pasar por Pájara y por cerca de Costa Calma, lugar éste desde el que la carretera mejora y hasta hay un pequeño tramo de autopista.

Pasé un día por esta zona, situada totalmente al sur de la isla, y me adentré bastantes km dentro del Parque Natural de Jandía con la intención de acercarme a la famosa y virgen playa de Cofete. Una incomodisima pista de tierras, en la que hay que hacer más de 50 km, separa Morro Jable del pueblo de Cofete. El Morro Jable es un enorme núcleo urbano, con cientos de hoteles, y con unas gigantescas playas llamadas Butihondo y Matorral.

Me alojé en un hotel de turistas, a media pensión, en el que la comida era buena y la habitación confortable y con vistas al mar.

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Al día siguiente y de buena mañana comienzo mi regreso hacia el norte atravesando zonas turísticas en mi ascenso por la costa este. Hay muchos complejos turísticos y hermosas playas de arena fina y blanca en dirección a Rosario como por ejemplo la amplia, larga en km, llamada Sotavento. Me he tropezado con rincones y calas de jable (gravilla negra pequeña volcánica) que me han resultado agradables. El jable abunda mucho más en la isla de Lanzarote pues lo emplean para cubrir toda clase de huertos y jardines y así mantener mejor la humedad del suelo.

Por cierto, entré en el pueblo Gran Tarajal y comprobé que ni tiene tarajes, ni tiene playa decente, ni puerto con barcos…en fin que no vale mucho. Lamentablemente hay playas marcadas como atractivas en los mapas turísticos que después uno se sorprende al ver que valen poco, mientras que otras, llenas de dunas y con accesos por pistas de tierra son más naturales y con arenas blancas y finas pero que no figuran destacadas. Obviamente los mapas son pagados por promotores de las zonas en desarrollo.

Entré en localidad turística de El Castillo, con una hermosa playa pero, tras la cual, hay una enorme montaña totalmente urbanizada y construida hasta el mismo pico. Algo verdaderamente horrible. Comí en la marina de La Caleta de Fuste, como había hecho en otros viajes, que por cierto se mantiene muy cuidada y con atractivos yates.

Tras pasar de largo por Puerto Rosario, la capital, continúo por la costa hacia el norte para llegar al Parque de las Dunas en donde paso unas horas recorriendo sus famosas dunas de arena africana y sus playas. Después continúo carretera arriba para ir al encuentro del puerto de Corralejo donde embarco hacia Lanzarote. Por cierto, la gasolina sigue siendo más barata que en el resto de España, pero, actualmente, no es mucha la diferencia.

Hasta otra.