Irak 75

Prólogo: A la hora de pasar esta memoria a la página web, año 2010, quiero recordar al amable viajero, que los hechos contados ocurrieron y fueron narrados hace ya la friolera de 35 años. Las cosas han cambiado desde entonces y mis comentarios, seguro que también cambiarían. Por supuesto, al partido Baas que menciono, pertenecía el famoso dictador Saddam, ya ajusticiado. Por otra parte, las fotografías que adjunto son solo algunas “salvadas del paso de los años”.


Mayo de 1975

Llegué a Bagdad, procedente de Beirut, un par de días antes de acabar mayo. Hacía calor, mucho calor. No había amanecido todavía cuando dejé el aeropuerto en dirección a un hotel considerado como muy cómodo. Fui por trabajo para hacer una toma de datos sobre el terreno, al igual que a entrevistarme con el consulting francés que había hecho el proyecto, cuyos trabajos salían a concurso en breve.

Un banco catalán junto con una conocida empresa, también catalana, me adjudicaron el trabajo. Había pasado antes por Beirut (ver viaje: Líbano, mayo 75) para obtener el visado de Irak y, al mismo tiempo, entrevistarme con un hombre de negocios quién, a su vez, tenía contactos en Irak que podrían ayudarnos en la adjudicación.

En fin, el mundo árabe funciona así, aún en el día de hoy. Y me parece muy bien. Las aventuras o calamidades por las que pasé en Beirut y el estado de guerra civil en el que se encontraba, están reflejados en la memoria del viaje.

Pues bien, llegué al hotel, dormí un par de horas, y sobre las 7 de la mañana salí a la calle; tenía que hacer unas gestiones y los negocios, incluido los bancos, cierran a las once, dado el enorme calor y la hora de oración, y abren de nuevo a las 5 de la tarde. Bagdad es una ciudad sucia. Más sucia que El Cairo, pero menos que Damasco. Más antigua que cualquier otra de Oriente Medio; bueno, en realidad la más antigua del mundo, dentro de las que prevalecen.

Mi estancia en el “Bagdad Hotel” y en el “Asurbanipal”, ambos hoteles de lujo, me sirvió para recordar la variedad de arácnidos, mosquitos y cucarachas que existen. El baño y la cama estaban sucios, pero la comida…mucho más. Lo mejor, sin duda, en Bagdad, es el Tigris, que se presenta en la ciudad encauzado con taludes de tierras, pero con dimensiones apoteósicas y su belleza, historia y majestuosidad adornan de manera casi solemne la ciudad. Los puentes que lo cruzan, metálicos en su mayoría, establecen un cierto contraste entre el desierto, que está en una margen y las casitas bajas, en la otra, conformando los barrios de la ribera de la ciudad.

El país, con un subsuelo riquísimo en petróleo, es prácticamente un desierto en el que los árboles y las ciudades pueden contarse con los dedos de la mano. Salvo Argelia, puede que sea el país que practique el socialismo más auténtico dentro del mundo árabe. La nueva riqueza que tiene con el petróleo hace que la izquierda política tienda a la moderación y que el P.C no tome grandes dimensiones. Apoyan económicamente la causa Palestina con la esperanza de que El Líbano pase a ser auténticamente árabe-musulmán a la par que socialista. (Que me lo digan a mí que acabo de ser víctima de este problema).

La corrupción en el país solo está a niveles altos y ha surgido con la llegada de empresas occidentales que despiertan su ambición. El partido socialista en el poder, el famoso Baas gobierna con mano férrea. El clima es de los más cálidos de Oriente Medio. En mayo-junio ya teníamos 42º a la sombra así que julio y agosto deben de ser horribles. Por ello se trabaja de 7 a 11 de la mañana y de 5 a 8 de la tarde.

Las mezquitas no son de gran esplendor, dimensión o belleza, pero adornan la ciudad y recalcan el matiz religioso de la misma. Las mujeres visten de negro y, casi siempre, cubiertas de pies a cabeza. Tienen ojos bonitos y miran a los extranjeros. En los hombres, se ve reflejada la fuerte amistad hombre-hombre que hay en el mundo árabe-musulmán, viéndoseles de la mano por la calle. Los autobuses, de 2 pisos, creo que importados del Reino Unido, le dan un aire occidental. Entre los coches que veo por las calles citaría: SIMCA 1.000, miles de viejos coches americanos, coches rusos, algún SEAT 124, etc.

Las obras, a visitar, estaban situadas en las proximidades de Kirkuk, ciudad de unos 50.000 habitantes y capital de la región kurda, que está a unos 270 kilómetros al norte de Bagdad. El recorrido lo hice en un viejo coche americano que hacía de taxi y que estuvo conmigo unos días. A pesar de salir muy temprano y de llevar el sol a mis espaldas, no pude evitar unas quemaduras en un brazo. El viaje duró 6 horas y bebí más de 4 litros, entre agua y una especie de “mirinda” de naranja. Todo lo hice mal: mientras yo llevaba medio cuerpo al aire, mi conductor llevaba el cuerpo tapado, salvo la cara. Mientras yo bebía cantidades ingentes de líquidos fríos, él solo tomaba vasos de té calientes. Tomé nota para mis próximos viajes por zonas desérticas o tórridas.

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Las obras consistían en la construcción de un gigantesco sistema de regadío, modelo californiano, que daría vida a unas tierras desérticas. Apenas llegué a la zona de las obras, se formó un pequeño tornado lo que me dio una idea de cómo iban a ser de difíciles los trabajos bajo este clima. Por cierto, la gasolina costaba 5(0,03€) pesetas el litro, el gasoil solo 2(0.01€)

Durante unos días trabajé para hacer la toma de datos necesaria, hablé con la Dirección General de Regadío y, por supuesto, con el consulting autor del proyecto y responsable de la supervisión de las obras e hice gestiones con bancos y subcontratistas y con el sr. Nuuri, ingeniero consultor y contratista conocido en Bagdad. Por tratarse de un país socialista la burocracia es insoportable: nadie puede creer que de todo papel se hagan original y tres copias. Así que venga papel de calco. Los bancos lentos y las colas son habituales por todo el país.

Entre las curiosidades citaría: en la comida se abusa del picante, las carnes son de baja calidad, no hay redes modernas de alcantarillado y las calles apestan debido al calor. Los iraquíes son más bien bajos, yo diría que algo feos y con bigote. Comen muchas tortas grandes y finas de pan (a mi me encantaban) y beben mucho té caliente. También toman algunas tapas, antes de la comida, con salsas y picantes. Parecido al Líbano.

Una noche, tras la cena, fui al bar del hotel y me encontré con el actor Stewart Granger, protagonista de Las Minas del Rey Salomón. Charlamos un rato y más tarde me presentó al cónsul honorífico de Japón A.A. Acsadoon. Al menos fue algo distinto a lo habitual. Esto ha sido todo.

Hasta otra.