Georgia 18
Junio de 2018
Había estado anteriormente en Georgia en el año 2000 y en un mes de octubre muy lluvioso. Procedía entonces de Azerbaiyán y entré a través de su frontera terrestre. Tuve una muy agradable impresión de la gente, tremendamente parecida en aspecto y comportamiento a la gente española. Quizás, pensé entonces, sea el país del mundo cuya gente se asemeja más a nosotros: hospitalarios con los extranjeros, alegres y extrovertidos. Digamos que se parecían más a los españoles de los 70 y su nivel de vida era también el que teníamos nosotros en aquellos años. Muy humildes y recibiendo solo unos 500 turistas al año. Estaba, en aquel entonces, Mariam Bagrationi de Baviera como cónsul honorífico español, a la que saludé.
Tuve tiempo y recorrí con detenimiento el país, inclusive la frontera con la peligrosa Chechenia, en donde la nieve había cubierto todo y veía como a través de la misma pasaban los refugiados. Mi chofer, llamado Guía y mi guía, llamada Eliza, eran personas muy agradables. Recuerdo que, también entonces, acudía a un buen restaurante llamado Nikala, nombre de un pintor georgiano fallecido.
Ahora, en 2018, la gente ya no es para nada hospitalaria; el turismo se ha multiplicado por mil y el comportamiento de la gente con los turistas es bastante desagradable. ¡Ya no hablemos de los taxistas! Quizás también en España nuestro comportamiento con los visitantes haya empeorado.
Ha mejorado su renta por habitante pero todavía no llega a los 5.000 dólares, lo que supone casi una sexta parte de la que tenemos ahora en España; es decir es un país pobre, bastante pobre. Su divisa, el lari, se cambia a razón de 3 de ellos por 1 euro.
Con una superficie equivalente al 80% de Andalucía, tiene una población que se acerca a los 4 millones. Su capital Tbilisi ronda el millón y su moneda, el lari, no es querido en ninguna parte debido a su inestabilidad. Tiene repúblicas extranjeras en su interior y problemas con los territorios de Osetia del Sur y Abkhazia, de los que ha recibido a unos 250 mil refugiados. En fin, un país que siempre ha tenido serios problemas territoriales. El hombre, aquí, solo tiene una esperanza de vida de 68 años la que es muy baja en los días en que vivimos. Casi un 90% son ortodoxos y un 10% musulmanes. Es uno de los países más religiosos del mundo. Está asociado a la Comunidad Europea.
Quizás lo más atractivo de su capital, Tbilisi, sea su amplio río Kurá. Toda la frontera del Norte del país es rusa (montañas del Gran Cáucaso) y la del Sur y Este son Azerbaiyán, Armenia y Turquía; por el Oeste tiene al mar Negro. La capital está llena de perros sueltos que duermen a su aire por las calles durante el día; cuando llega la noche comienzan las peleas entre ellos para defender sus territorios y buscar comida. Una auténtica noche de perros. No tienen miedo a la gente y se dejan acariciar durante el día; llevan grapada una identificación. Por supuesto la gente no quiere perros en su casa.
En la capital son visitas obligadas: la catedral, el paseo por el río Kurá con sus puentes y casas colgantes, la plaza de la Libertad, las callejuelas de la parte vieja, subir en el funicular a la Fortaleza Narikala y recorrerla, visitar la iglesia y el puente de Metekhi, el barrio musulmán con sus baños de azufre, su mezquita y los preciosos balcones de sus casas, el puente peatonal de La Paz con una moderna cobertura, la Sinagoga, el Auditorio con su arquitectura vanguardista, El Meidan, El Parlamento, la bella catedral, etc. etc.
Nuestro país vasco y su idioma, parece tener su origen con la llegada de los iberos procedentes de Georgia. Hay muchas palabras vascas y otras que suenan vascas. De hecho, el georgiano es un idioma propio, sin origen en ninguna familia de lenguas, al igual que el euskera. En cualquier caso, los vascos parecen aceptarlo y de hecho la ciudad de Bilbao está hermanada con la de Tbilisi.
Por todas partes se ven unos dulces, llamados churchketa, en forma de finos chorizos, compuestos por frutos secos troceados y rodeados o envueltos por una especie de gelatina formada por mosto de uva; realmente muy rico de sabor y muy original en su forma. Paseo por el río Kurá, regulado por un embalse, y soporto los pestilentes olores que se originan con las frecuentes bajadas del nivel del agua lo que origina que queden al descubierto los desagües de las aguas residuales de la ciudad. Recorro el agradable barrio musulmán con su mezquita, sus pintorescos balcones de madera, la Sinagoga de ladrillo rojo, la gigantesca escultura en aluminio de una mujer que se exhibe al lado de la Fortaleza y que es un símbolo de la ciudad llamado Kartlis Deda.
No puedo olvidar la famosa plaza de La Libertad, centro de la ciudad, con su monolito central coronado por la escultura dorada de San Jorge, de unos 6 m de altura y cubierta con una fina capa de oro. Algo me ha sorprendido en la ciudad: todos los bares y restaurantes, por cutres que puedan ser algunos, tienen wifi de calidad con el que obsequian y atraen al turista. Quizás la pieza arquitectónica que más me atrajo, fue la famosa iglesia de La Santísima Trinidad, que ellos llaman Sameba, que con una altura de 85 m y situada sobre una colina, puede verse desde casi toda la ciudad. Parece ser que se trata del mayor templo ortodoxo del mundo.
El barrio de Rustaveli, con una bonita iglesia que lleva su nombre, es muy residencial y su edificación pertenece a la época de la dominación rusa. En él hay muchos edificios gubernamentales, embajadas, teatro nacional, etc.
Continúo recorriendo la zona y visito el Puente Seco que tiene un auténtico rastro al estilo también de la época rusa y en el que he visto a la venta cosas curiosas como medallas militares de la época rusa, maletas de cartón antiguas, cámaras de fotos embutidas en cajas de madera, etc. También es de resaltar el enorme edificio de la Administración revestido de grandes cristaleras y con 11 cubiertas, en forma de setas, que representan las 11 provincias que conforman el país. Recorro los alrededores de la Avda. Agmashenebeli que constituyen la parte más cuidada y con la arquitectura más interesante de la ciudad; en ella hay buenos edificios, teatros, museos, etc.
Por cierto, se emplea mucha ropa negra: las mujeres mayores van todas de negro y la gente que no va totalmente de negro suele llevar una pieza en ese color. Otro detalle observado es que los hombres se saludan con un beso; que, ellos y ellas, fuman en terrazas de bares y restaurantes la famosa, a la vez que aparatosa, hookah, un complejo y antiguo artilugio turco.
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Hago excursiones por los lugares más destacados del país, comenzando por Mtskheta, visita obligada para cualquier visitante, que visité en el año 2000 bajo la lluvia. Se trata de 3 templos y constituye un centro de peregrinaje para todo creyente ortodoxo. Es la cuna de su historia religiosa y política y allí se encuentran las sepulturas de los jerarcas religiosos y políticos más destacados.
También pasé por el monasterio de Jvari, para mí sin valor alguno, pero, eso sí, muy bien ubicado sobre la coronación de una montaña y que permite disfrutar de unas bellas panorámicas que abarcan: pueblos, ríos, montañas agrestes, etc.
Gori, la ciudad donde nació Stalin, la había visitado en el 2000 pero, entonces, la gran estatua del dictador ruso lucía en medio de una plaza. Ahora, en este viaje, me encuentro que, tras haber demolido la escultura, han levantado un enorme museo en su nombre, al igual que disponen del vagón que el dictador utilizaba para desplazarse por la gran Rusia. Todavía queda la gran avenida de Stalin y el edificio del gobierno de su época.
Uplistsikhe, fue otro de los lugares que visité. Son cuevas horadadas en laderas de montañas en donde las gentes se ocultaban huyendo de las incursiones turcas. Es necesario subir unos 200 escalones para llegar al punto desde donde se contempla la panorámica de las cuevas. La roca de la montaña es una caliza algo margosa y de no mucha dureza, lo que facilitó la construcción de las cuevas. Para mí la visita tiene un limitado interés.
El campo y su relieve montañoso creo que es lo más interesante a contemplar y recorrer. Son muchos y muy caudalosos los ríos del país, originados no solo por la generosa pluviometría del invierno sino por las aguas de los deshielos de las nieves del invierno.
Otros comentarios: El vodka de Armenia es llamado chacha. Lo único caro que he encontrado en Georgia ha sido un zumo de naranja natural que, comprado en un chiringuito callejero, me costó 5 euros. Algunos barrios de Tbilisi están formados por edificios de más de 100 años y resultan un tanto decrépitos pues fueron construidos en época rusa. El Metro, cuyo precio único es de 0,5 euros, discurre a gran profundidad para poder así pasar bajo el río Kurá de la capital; dispone de las más largas y altas escaleras mecánicas que jamás he visto y por ello, a pesar de ser extremadamente rápidas y por tanto peligrosas, resulta muy aburrido e incómodo tener que utilizarlas. Los taxistas, ladrones y agresivos con los turistas, renuncian a llevarte por la ciudad y a cambio te ofrecen excursiones cuyas tarifas ponen ellos a su aire.
Sus comidas: Los khinkalis, muy típicos en el país, llevan en su interior carne picada de buey o cordero, todo muy picante, y tienen forma de ravioli puntiagudo. Comí bolas de queso, ensaladas de pollo muy especiales y pequeños pollos enteros a la plancha. Su pan de cada día está hecho siempre en horno de leña y en forma de sartén con mango y en cuyo centro suelen poner huevos fritos. También comen los khachapuri que son panes que llevan queso dentro y son muy populares. Tienen muy buenos frutos secos y extraordinarios frutos del bosque y todos ellos a bajos precios. La comida en general es sabrosa, bastante elaborada y de bajo precio; quizás y solo en ocasiones ponen demasiado picante y demasiada sal. En cuanto a vinos, yo diría que son casi todos algo ácidos; abundan los tintos en los que destacan los del valle de Tetliani y la uva, casi siempre la saperani, da un color rojo oscuro y un sabor ácido.
La gente ahora es mal educada, mal encarada, riñendo mucho entre ellos y protestando, los conductores tocando el claxon todo el tiempo… Taxistas, cobradores en el metro, camareros en bares y restaurante, etc. no son para nada educados; se trata de una falta de educación acompañada de modales muy desagradables; es lamentable que en 18 años hayan cambiado tanto.
Aun cuando todavía se trata de un país agradable, no es menos cierto que no es para nada el país que visité hace años cuando no había nada de turismo y yo era un tipo al que veían con agrado y al que colmaban de simpatía y hospitalidad...la globalización y el turismo masivo han traído consigo la mejora económica de muchos países, pero su nivel humano ha descendido considerablemente. Volver a los países de los que uno guarda un buen recuerdo supone correr el peligro de destrozar ese recuerdo. Cuando vine la primera vez yo era el agradable turista que tenía interés en su pobre país…ahora soy un simple turista más al que hay que sacarle todo cuanto se puede sin molestarse en quedar bien con él ni ponerle buena cara.
Esta vez no diré hasta otra