Andalucía 13

Octubre de 2013

Poco o nada podría decirle a un andaluz o a un español amante de Andalucía o a un extranjero residente en ella… que no supiera; simplemente comento mi humilde viaje, hecho otras veces a lo largo de los últimos años.

He tenido el placer de contemplar la sutileza y perfeccionismo de los Omeyas, como lo hice en Siria, y la delicadeza extrema de las familias nazaríes…de todo ello el andaluz ha tenido la enorme suerte de heredar o aprender su sensibilidad, su hospitalidad, su amabilidad y su calor humano, cualidades de las que muchos españoles deberíamos tomar ejemplo).

Salí con mi coche desde Asturias e hice una parada técnica en el parque nacional de Monfragüe donde un cielo gris plomizo, con su consabida oscuridad y su suave llovizna, me acompañaron y “dieron por saco” todo el tiempo. El embalse del Tietar se veía entre la bruma al igual que los acantilados y la torre de observación…en fin, otra vez será.

Quise parar en Zafra pero me desanimé al entrar en ella; ya no me parecía la misma… el tiempo se encarga de que los sitios turísticos empeoren…Tiré derecho a Ayamonte sin detenerme en Huelva pues es una capital andaluza que no me dice nada. Siempre es agradable contemplar la inmensidad del Guadiana en su desembocadura, al tiempo que el bello puente que lo cruza hacia Portugal. Ayamonte y su parador nacional siguen sin valor alguno, son tal para cual.

Sigo a Córdoba, saltándome Sevilla que la he dejado para pasar en ella la Nochevieja de este año, y contemplo, como es de suponer, su maravillosa Mezquita (que la iglesia católica continúa menospreciando e invadiendo), su interesante judería con sus callejuelas y patios, su hermoso Guadalquivir con su puente romano, la gigantesca plaza de la Corredera y, como no, el interesante museo de Julio Romero con sus mujeres morenas, agitanadas, con nariz aguileña y carácter fuerte; siempre las mismas. En el museo me dijeron que por el último cuadro del pintor se llegó a pagar 1,2 millones de euros… hay meses que nos los gano yo…Me alojé en un hotel de reciente construcción que, por tener su fachada metálica pintada en un color de moda, parecido al óxido de hierro, los cordobeses le llaman el hotel “mojoso”, que quiere decir mohoso, es decir: oxidado. Y es que tienen gracia para sacarle punta a todo...

Salto a Granada, me alojo cerca de la Plaza Nueva, y me paseo por la margen derecha del poético Darro que, por cierto, lleva un ridículo caudal en esta época del año; desde aquí observo, en lo alto, las murallas de los palacios nazaríes. Recorro el Albaicín con muralla y miradores, al igual que el Sacromonte, el centro urbano, la Catedral, la plaza de Isabel la Católica y las avenidas principales de la ciudad. Voy de terraza en terraza: cañas, pescaditos fritos, etc. Dedico casi un día entero a la Alhambra y los Jardines apreciando, una vez más, la belleza y delicadeza que caracteriza a los palacios nazaríes y que se muestra palpablemente en sus columnas, sus arcos, sus bóvedas, sus patios, sus arabescos, sus molduras, sus paredes, sus muros, sus suelos…etc. etc. ¡Qué placer! Siempre lo disfruto como si fuera la primera vez que lo viera.

De aquí me voy a Ronda, capital de todas las serranías, para disfrutar, una vez más, de recorrerla a pie, de visitar su plaza de toros con su museo, el famoso Tajo…tomarme un sabroso rabo de toro, pasar la noche en uno de los muchos hoteles con clase que tiene la ciudad y, al siguiente día, salir tranquilamente hacia Grazalema y los pueblos blancos que, en esta ocasión, me ha parecido que han ido perdiendo algo de tipismo. Después, por supuesto, Arcos de la Frontera, erguida sobre su alto y vertical promontorio, para recorrer cuidadosamente sus callejuelas llenas de historia y dormir en un hotel de pocas estrellas pero agradable y repleto de turistas hasta la bandera.

Como no hay nada perfecto (tras haber mencionado las grandes cualidades de los andaluces), me atrevo a decir que el mantenimiento, en general, de las infraestructuras viarias es muy mejorable, como ocurre con la limpieza y jardines en zonas urbanas y que, en la comida, se abusa de unos sabrosos rebozados para ocultar un contenido, generalmente, congelado…eso ya no “cuela”. En este último punto Andalucía debería mirar hacia el norte de España…

Siempre es un placer recorrer esta comunidad. Por ello, en tres meses, estaré aquí de nuevo para pasar unos días en Sevilla festejando la Nochevieja y el Año Nuevo.

Hasta otra