Cerdeña 10

En un principio no era mi intención incluir en “sabinoelviajero.com” los pequeños viajes hechos por España y por los países europeos más conocidos, dado que estos están a la altura de cualquier viajero. Me decidió, el hecho de pensar que alguna fotografía pudiera ser un documento de interés para algún seguidor de la web.

Septiembre de 2010

Hacía la friolera de 23 años que no pisaba Cerdeña; fue allá por el 97 cuando recorrí detenidamente la isla disfrutando, por aquel entonces, de su costa cuidada y agreste. Hoy en día el turismo avanza por doquier como una plaga, y volver a los sitios en los que uno ha disfrutado por su virginidad es correr el riesgo de encontrarse, por ejemplo, una carretera de montaña con preciosas vistas, convertida en una autopista con túneles...

Tan pronto llegué al aeropuerto de Cagliari, y tras alquilar un coche, lo primero que hice fue tomar la tortuosa carretera de la costa Este hacia el Norte. Enseguida me metí en un maravilloso Parque Natural atravesado por una carretera de montaña muy sinuosa y peligrosa. La vegetación, formada exclusivamente por encinas, mostraba un frescor difícil de creer en el Mediterráneo en este mes de septiembre.

Seguí por esta carretera de la costa, cruzando puertos de montaña y atravesando hermosos valles con sus pueblecitos no muy cuidados. Continué hacia el NE, pasando por Arbatax, Dorgali, Orosei, etc., al borde de la costa, pasando por Nuoro y llegando a Olbia y Golfo Aranci en el mar. Lo más atractivo, a nivel turístico, lo encontraría en la Costa de Esmeralda, compuesta por encantadores puertecillos como Porto Rotondo, Porto Cervo, etc., todos ellos con marinas y urbanizaciones muy cuidadas. Había recorrido más de 300 km para cubrir la carretera de la costa y llegar al NE de la isla.

Frente a este punto visité el archipiélago de Maddalena y Caprera, esta última está compuesta por un atractivo parque Natural lleno de preciosas calas. Debido al color oscuro de la arena, en sus aguas no se aprecia el color esmeralda. Hice una de mis noches en la diminuta Maddalena- capital (puede que la isla solo tenga unos 2000 habitantes) y disfruté, por un par de horas, recorriendo la isla completa con mi coche, el cual había cruzado con el transbordador. Por 30 euros se cruza el coche, ida y vuelta, incluidos sus ocupantes, muy barato.

Desde aquí, seguí por la costa Norte hasta llegar a Santa Teresa Gallura donde, en un transbordador con destino a Bonifacio, pasé a Córcega con mi coche. Visitada la mencionada isla regresé a este mismo sitio y continué mi visita por Cerdeña. Así que, una vez más seguí la costa Norte y me detuve en Costa Paraíso donde presencié la más bella de las puestas de sol de todo el viaje. El lugar: una bonita urbanización que daña el medio lo menos posible y dispone sus construcciones ocultas y bajas para que las rocas y la vegetación sufran el mínimo. Descendí por otros acantilados de esta costa Norte y, finalmente, llegué a Porto Torres, de escaso valor y de bajo nivel de limpieza, lo que lamentablemente se ve con cierta frecuencia en la isla. A este puerto llegan y salen en verano, transbordadores que unen Barcelona con Cerdeña. Aquí disfruté de buenos platos de quesos variados y de embutidos de buen sabor.

Por fin la esperada Alghero: deleite de la arquitectura catalana de la época en la que los sardos estaban sometidos al reino de Cataluña. La ciudad vieja o medieval supone una visita muy agradable e interesante, con sus innumerables calles, iglesias, casas blasonadas, puertas, muralla, etc. Es quizás el punto de mayor interés turístico de la isla. De aquí me fui a pasar unos días a Costa Esmeralda para disfrutar de sus calas vírgenes y de sus puertecillos deportivos. Los restaurantes te pegan unos "palos" increíbles. El Sr. Berlusconi tiene una de sus "mansiones" famosas por esta zona.

Tras estos días de relax conduje hasta el centro de la costa oeste para visitar los restos arqueológicos de Tharros, la iglesia de Giovanni di Sinis, la albufera del parque natural, el cabo San Marco, etc. y dormir en Oristano. Al día siguiente llegué a Cagliari la que encontré mejor y más cuidada que entonces. Me alegré de ello pues hace 23 años cuando estuve aquí, creo que juré no volver más. La ciudad medieval está muy restaurada y el paseo del mar y el puerto han sido arreglados.

Pues bien, una noche en las inmediaciones de Cagliari puso fin a mi estancia en la isla, antes de tomar mi vuelo a Roma.