Tonga 96

Octubre de 1996

El archipiélago de Tonga o las islas de la Amistad, co­mo también se las llama, está formado por 170 islitas, de las que solamente una veintena tiene algún habitante. Las más conocidas son: Tongatapu, la capital capital, Vava'u, Ha'apai y Niuas. Jamás fue colonizado por lo que mantiene todas sus tradiciones.

Se trata de un reino independiente, dentro de la Commonwealth, con una familia real que ostenta el poder, conjuntamente, con un parlamento formado por amigos de la corona y algunos diputados electos. La superficie total de las islas equivale a la isla de Menorca e Ibiza juntas. Tiene una población total de unos 95.000 habitantes y su capital, ‎Nukuʻalofa‎ unos 25.000. Es un país agrícola con muchos bananos, mandioca, patatas y copra. Hay mucha pesca. El idioma oficial es el tongano, pero la gente culta, una docena, habla un inglés que no hay dios que lo entienda.

La unidad monetaria es el Pa'anga. Los tonganos son muy hospitalarios, honestos y respetuosos, saludándote y sonriéndote siem­pre al pasar. Entre ellos, debido a su sistema monárquico tradicio­nal, hay muchísimas diferencias sociales y, de hecho, al presentarse tienen que manifestar el nivel social al que pertenecen. Su forma de vestir va en consonancia con su nivel o grupo social. Son muy pobres y necesitan constantes ayudas de organismos internacio­nales.

Protestantes en su mayoría. Son muy religiosos por lo que el país está lleno de iglesias. Los domingos todos van a misa muy arreglados, donde cantan canciones con ritmos propios.

Cogí alguna que otra papaya y algún que otro coco. Tie­nen muy buena fruta. El ave típica debe de ser la gallina pues las encuentras por todas partes. Igual ocurre con los cerdos. Pasé un cierto tiempo, acompañado por mi chica, M.C.G., en una isla de 500 m. de larga, con un pequeño poblado llamado Atala y situado en un extremo de la misma. Resultó una especie de paraíso. Mi cabaña de madera estaba colocada al borde del agua y vivía en contacto con el mar. También pasé una noche en la isla de Tongatapu en un hotel muy cutre, con un ambiente muy parecido al que sale en las películas cubanas. Cinco músicos, tocando los instrumentos locales, daban un ­aire polinesio de principios de siglo. Al final me encontré bien ­en ese ambiente.

Los habitantes son altos, fuertes y lucidos y para mí que son los polinesios más guapos que he visto. Aunque el nivel de vi­da es bajo, no se pasa hambre, esa es la ventaja del pacífico: se vi­ve con poco y, además, se es feliz. Tienen su agricultura y su mar con mucho pescado. Nadie te pide dinero en las calles ni quieren que les des propina, pues lo consideran humillante.

Las mujeres suelen tener un nivel social más alto que los hombres y, dentro de la familia, tienen más valor. Son más pro­ductivas y más responsables. Ellos son algo indolentes. El Rey, que hasta hace poco pesaba 200 Kg., vive en un humilde palacete en plena ciudad.

Recorrí con detalle la isla capital, Tongatapu, que tiene una dimensión de 30 x 20 Km. Su naturaleza es preciosa: árboles, flores, plantaciones de taro, papaya, sandía, cocoteros, bananos, tapioca, ñame etc. También vi los zorros voladores colgados de los árboles. Hay más cosas que, por el momento, no puedo contar, así que, quizás, en otra ocasión.