Irán 15

Octubre de 2015

Esta es la cuarta visita a este país llamado República Islámica de Irán; ya tiene sus 77 millones en una superficie superior en tres veces la de España y sigue peleando por mantener viva su Revolución; Teherán ya se acerca a los 8 millones pero, turísticamente hablando, vale muy poco y, en esta ocasión, no fue para nada objeto de mi viaje. Lo único bueno que recuerdo de mis visitas anteriores a esa capital, es el famoso arco de triunfo que mandó construir el Shah de Persia, Reza Pahlevi, títere de los americanos, y que vi por primera vez en el año 75 cuando vine a hacer un trabajo para una empresa española. También he de decir que alguna vez he visto las montañas de sus inmediaciones cubiertas con una gruesa capa de nieve. Desde Teherán hacia el Caspio, el Norte, cambia totalmente el paisaje desértico y abunda el bosque templado; con cierta frecuencia se ven jabalíes cruzando carreteras y valles. Hablamos de paralelos parecidos a los de nuestra cornisa cantábrica.

Volviendo al presente viaje encontré, tras mi última visita en el 2004, todo prácticamente igual salvo el tema de nuevas tecnologías en el que han avanzado mucho. Ellas siguen tapadas y ellos vistiendo a la europea; hasta las estudiantes llevan la correspondiente pañoleta para cubrir la cabeza y cubren con una camisola las formas de su joven cuerpo. Hassan Rohani sigue como Presidente y goza de gran prestigio por su dura negociación con USA y otras naciones occidentales. La eterna batalla siempre está entre aperturistas y conservadores: el gran dilema del país. La subordinación del Estado al Clero no se acaba de aceptar entre los jóvenes y los aperturistas, pues no quieren la famosa ley religiosa llamada Sharia.

Entre otras cosas sorprende su alta mortalidad infantil y la corta esperanza de vida, lo que hace suponer una sanidad muy deficiente. Aunque todo el mundo habla el farsi (persiano) lo cierto es que auténticos persas no hay más allá de un tercio. Abundan los azeríes, los curdos, los afganos…pero, eso sí, todos son musulmanes chiitas en un 99%. La renta por habitante, a pesar de sus altas exportaciones de hidrocarburos, está muy por debajo de la de Turquía y de sus vecinos fronterizos, salvo de Afganistán. El paro “oficial” anda por el 15% pero la gente habla de un 45%, porcentaje que en los jóvenes asciende al 55% y que se observa en el deambular por las calles de la gente en horas de trabajo. Las sanciones financieras internacionales, más las específicas de USA, les han originado una seria recesión. Ahora, en estos días, están pendientes de que se levanten y puedan reactivar el país; es su tema de conversación preferido.

Me hice 500 km por carretera para desplazarme desde Isfahan hacia el sur. Trayecto aburrido dada la sequedad, la falta total de arbolado y las poblaciones sin encanto. Como apenas llueve y el agua escasea, la agricultura no parece muy activa, pero a cambio si tienen mucha pesca de esturiones (caviar) del Mar Caspio. La industria, como uno de los primeros productores en petróleo, corre mejor suerte. Próximo a Esfahan tienen aluminio y plomo y recorriendo el país se observan muchas fábricas textiles y sobre todo de alfombras, ya que son grandes productores de algodón. Los bancos están a las órdenes de la ley islámica que les obliga a tener muy bajos intereses. Por cierto revanchismo contra USA utilizan el euro y no el dólar en las operaciones comerciales con el exterior. Igualmente, en la calle, tiendas, etc. es el euro el que cuenta. Como un euro equivale a 38.700 riales, ello supone llevar siempre millones de riales en el bolsillo lo que se traduce en un gran bulto.

La enseñanza primaria es gratuita, aunque todavía hay un alto analfabetismo y curiosamente hay más estudiantes femeninos que masculinos, lo que resulta un poco contradictorio en un país que se rige por el Corán. Cuando una persona con estudios quiere obtener el pasaporte está obligado a trabajar un tiempo en la alfabetización de la población, cuyo porcentaje de analfabetismo ronda el 20%.

Curiosamente, Azerbaiyán, situado más cerca de nosotros, tiene con España una diferencia horaria de +3 horas e Irán, por el contrario, más al este, tiene solo una diferencia de +1,5 horas. El viajero observador siempre descubre contradicciones. Un avión puede salir de Azerbaiyán hacia Irán y llegar 1 hora antes de haber despegado…Por cierto, recuerdo que viajando por el Pacífico Sur, tomé un vuelo desde un atolón a otro y llegué un día antes…Los estados hacen lo que quieren con sus horarios.

La miseria existente en los tiempos de la tiranía del Shah, y que presencié durante mi primera visita en el 75, ha ido desapareciendo paulatinamente. Nadie muere en la calle, casi nadie pide limosna, y no da la sensación de que pasen hambre. Los olores son menos fétidos y parece haber menos tullidos y menos desamparados. La clase media, formada por propietarios de tiendas y pequeños negocios, protestan porque sus ingresos se han reducido. Ahora ya no pueden apalear al trabajador como hacían antes.

Hice los vuelos con la Turkish, que siempre vuela a los países musulmanes, saliendo de Bilbao en vuelo a Isfahan, vía Estambul para, al final de mi viaje, regresar desde el aeropuerto de Shiraz, a unos 500 km más al sur. Es una buena compañía aérea, con alta puntualidad, buen servicio, buena comida y amplia distancia entre asientos. Reparten deliciosos pastelitos de miel…He de decir que el piloto, al ir a aterrizar, bajó demasiado y no llegaba a la cabecera de la pista para aterrizar por lo que tuvo que elevarse y volver a intentarlo. La persona que no viaja mucho no se da cuenta de que esto ocurre de vez en cuando.

En la calle resulta muy difícil encontrar alguien que sepa alguna palabra de inglés. La gente sigue siendo muy amble y servicial y los notas felices de poder hablar con un extranjero. Es como un impulso hacia el aperturismo soñado.

En Isfahan encontré que el colorido de la famosa plaza del Imam parecía haber perdido brillo o envejecido, me temo que solo sea que en los últimos 11 años no la han arreglado ni pintado. El viento con arena ha apagado parte del brillo de los azulejos. La plaza sigue con sus largos y amplios bazares en los que puede uno encontrar de todo: joyerías, pastelerías, tiendas de recuerdos, calzado, alfombras…

En los wáteres públicos de hombres no hay urinarios de pared y debe utilizarse uno cerrado…y cerrar. Todo parece tener que ver con la horrible represión sexual: el hombre no debe ver el miembro de otros hombres…

Siguen saludándome por la calle, tanto ellos como ellas, con un hello y a continuación: where are you from?… después, como ya no saben más inglés, la conversación ha terminado. A veces te saludan desde una bicicleta o desde la ventanilla de una camioneta…También hay tíos que quieren llevarte a “su tienda”, que por supuesto no es suya sino de un amigo o conocido que le ha ofrecido comisión si le lleva algún extranjero. Ya empiezan a aparecer lugares de comida basura, tales como hamburguesas y perros calientes que están aceptablemente limpios. He comido en sus pequeños restaurantes, como en otras ocasiones, a base de tortas de pan con carne picada, ensalada de hojas de anís, salchichas cortadas en pequeños trocitos y salsa de tomate, alubias pintas sin carne, las amarillas y pegajosas papillas… Un tipo, feo como él solo, al saberme español, me dijo: “yo, Javier Bardem”; alcé la mirada y comprobé que, efectivamente, era clavado a él y pensé que seguramente algún español se lo había dicho.

El desayuno sigue siendo muy flojo: algún dátil, una torta de pan gomoso por ser de la noche anterior y sobre él puedes untar una mala mermelada o un poco de queso fresco; el yogur es bueno y es de lo que hay que comer más cantidad para saciar el hambre. El café es muy flojo, así que quizás mejor tomar té. Apenas se ven turistas, salvo en determinadas visitas obligadas, por ello es difícil encontrar oficinas de cambio de divisas.

En Isfahan, debe uno deleitarse caminando por las márgenes de Río Zayandeh Rood para ver y cruzar sus puentes antiguos y modernos. Yendo hacia aguas abajo el primero es el Sio Seh Pol, antiguo, de gran belleza y muy transitado por peatones y bicicletas; después aparece un puente peatonal de reciente construcción pero diseñado para parecer antiguo, llamado Joui, y si seguimos el curso de las aguas (cuando las hay pues ahora está seco del todo) nos encontramos, un kilómetro más abajo, con el famoso y auténtico Pol-e-Khaju, con dos alturas y que resulta ser el más antiguo y con un cuerpo central muy decorado.

Curiosamente, cuando recorría el Puente Sio Seh Pol encontré en un rincón oscuro del mismo, unos chicos bailando y coqueteando entre ellos… el no poder tener relaciones con chicas da lugar a este tipo de espectáculo…fui a hacerles una foto y me dieron la espalda. La amistad del hombre con el hombre es muy fuerte: van de la mano, se acarician…algo así como el camarada de las épocas fascistas pero con un aire menos sano. Los chicos solo pueden tener novia cuando están económicamente preparados para formar una familia. Ellas no quieren más que relaciones serias y definitivas pues dejarlo con el novio supone quedar un poco “marcadas” frente a los otros chicos de su entorno.

Sobre ambas márgenes del río discurren amplias avenidas con zonas residenciales en las que vive la clase media alta. A los iraníes les encanta comer sobre el césped de los jardines y parques; se traen su comida de casa y sentados en la hierba se la comen mientras conversan. Hablan todos por los codos, son muy comunicativos.

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Al igual que en Azerbaiyán, país musulmán que he visitado por segunda vez hace solo unos días, aquí no se ve gente incapacitada por las calles pues las ocultan en las casas. En todo este viaje no he visto una sola silla de ruedas ni tampoco he visto un solo perro. En esta época del año recogen algunas frutas, como las granadas, que son grandes y muy rojas y es frecuente encontrar por las calles gente con un exprimidor que te vende zumos recién hechos. Son muy sabrosos y dulces.

Cuando hay brisa, lo que no ocurre frecuentemente, las chicas muestran bajo su manto pantalones vaqueros lo que, con estas temperaturas, supongo les dará mucho calor…pero seguro que ellas lo encuentran muy “cool” ya que, en cierto modo, da aire de aperturismo o modernidad. Dado que las mujeres están obligadas a cubrir todo su cuerpo, salvo la cara, es en ella en la que vierten todo su empeño por tenerla cuidada y arreglada. Por ejemplo: se ponen buenas cremas faciales, se depilan muy bien las cejas y hasta se ponen pestañas postizas; además llevan los labios muy bien pintados y perfilados. Algunas se ven coquetas y hasta parecen desear que, dada la situación, te las lleves fuera del país. Esta interpretación es un tanto libre y no debería tomarse en consideración.

Los kilómetros y kilómetros de bazares cubiertos o embovedados resultan interminables en Isfahan. Uno de ellos rodea la famosa plaza del Imam y el otro, que parte del fondo de la misma, llega hasta la Mezquita del Viernes y es llamado el viejo o antiguo bazar. Shiraz le va a la zaga, aunque no son de esa enorme longitud pero, en ocasiones, son mucho más anchos y altos.

La gigantesca plaza rectangular de Isfahan, llamada Naghsh-e Jahan que el turista llama simplemente del Imam, es el lugar más visitado de todo el país: Bellas mezquitas como la de Sheikh Lotfollah y la también bella y enorme del Imam, un Palacio llamado Alí Chapoo, actualmente en restauración, un largo y concurrido bazar que la rodea y una enorme fuente de grandes dimensiones; además hay amplias zonas ajardinadas con un verde y cuidado césped sobre el que numerosas familias disfrutan comiendo o cenando la comida que traen en tarteras de sus casas. Las fachadas están un poco abandonadas y no parecen haber sido pintadas en bastantes años; las mezquitas, llenas de polvo debido a la falta de lluvia y al viento del desierto, no brillan como lo hacían en mi última visita. Es muy agradable recorrer el bazar en el que se vende todo cuanto uno puede imaginar y en el que las tiendas de alfombras son las protagonistas. Al fondo de la plaza sale el bazar viejo, de nivel comercial más bajo que el anterior en el que, tras recorrer varios y laberínticos kilómetros llega uno, agotado, a la interesante Mezquita del Viernes, conjunto de estilos y escuelas arquitectónicas que me recordaron las madrazas de Uzbekistán y Afganistán, propias de la época del gran Imperio Tamerlán. Está siendo actualmente restaurada pues, durante la guerra que mantuvieron con Irak, hablo de hace uno 15 años, un obús convirtió en ruinas parte de la misma.

En la calle, cuando deambulas buscando interesantes rincones, te ves obligado de vez en cuando a preguntar alguna cosa. Para ello suelo mostrar el mapa, si lo tengo, para que les resulte más fácil entender mi pregunta y poder ayudarme. Sorprendentemente, te das cuenta de que no saben leer pero, como son muy serviciales, acuden a otro que pasa o bien al dueño de alguna tienda de por allí cerca. Finalmente alguien sabe leer nuestra escritura, que tanto se diferencia de la árabe, y te explican el tema. He de decir que por las calles no se ven policías pero sí se ven millones de anárquicas motos que circulan por las aceras.

Los musulmanes son muy buenos practicantes y por ello se han ocupado del cuidado y mantenimiento de sus viejas mezquitas así que, ahora, los extranjeros disfrutamos de la belleza de sus antiguas arquitecturas. Curiosamente, tras los preciosos revestimientos de antiguos azulejos no existe más que una simple estructura de adobe –ladrillos de arcilla secados al sol- que ha soportado siglos pero que se desmorona fácilmente cuando tienen un pequeño movimiento sísmico…y vuelta a reconstruir. Nosotros tenemos arcos pero ellos tienen bóvedas y éstas son de grandes dimensiones lo que permite amplias estancias sin una sola columna. En esto siempre nos ganaron los árabes. Bajo la cúpula de esas enormes bóvedas tu voz es respondida con un potente eco.

En Isfahan me cogió de paso visitar, una vez más, su famoso hotel Abbasi, considerado de lujo, donde me tomé un café de muy buena calidad e hice algunas fotos.

Como expliqué en un párrafo anterior de Isfahan a Shiraz me desplacé en uno de sus buses para hacer los casi 500 km que separan estas ciudades. El bus no tiene lavabo y para de vez en cuando. En total casi 8 horas de trayecto. No era la primera vez que hacía este recorrido. La conducción en Shiraz, ciudad que se ha duplicado desde mi última visita hace 10 años, es alocada; me recuerda el tráfico de Beirut en el año 1975.

Volver a visitar la famosa Persépolis es siempre un placer; el esplendor del Imperio Persa queda de manifiesto en sus ruinas imperiales. Tras su visita, continué hasta NAQSH-e Rajab para ver sus rocas esculpidas en la época de los sasánidas. Como es habitual, después se visitan las tumbas esculpidas en el interior de un frontal de roca, de los 4 reyes: Darío I y II y Jerjes I y Artajerjes I, lugar llamado Rustam o Rostam y de visita obligada. Es necesario un día entero para disfrutar de estas ruinas arqueológicas mencionadas. Curiosamente recuerdo haberme comido, como único alimento del día, un buen paquete de pistachos verdes, sin tostar.

Recorriendo las calles se ven muchos gatos, curiosamente ninguno persa, pero perros no se ve ni uno. Nadie quiere tener perros. Los bazares de Shiraz, de varios kilómetros de longitud, suelen ser altos y anchos y además tener preciosas y decoradas bóvedas de ladrillo macizo; normalmente comienzan o terminan en alguna mezquita. Su antigua Ciudadela, muy bien restaurada, tiene cuatro preciosas torres, minuciosamente talladas, situadas en cada vértice de la misma. Cerca de ella arranca un larguísimo bazar que termina en una preciosa mezquita llamada Vakil y que tiene arcos, columnas y bóvedas muy bien decoras.

A pesar de los 30/32 grados de temperatura a la sombra que había cada día, el calor es muy fácil de soportar dada la ausencia total de humedad. No se suda nada. Después llega la noche y resulta muy agradable pasear por las calles. Siempre hace sol y no llueve nunca. El peatón lo pasa muy mal. De una parte tiene la acera invadida por motos y por bicicletas y de otra, no hay semáforos ni pasos de cebra y debe uno cruzar la calle jugándose el tipo ya que los conductores no se detienen para nada.

El farsi, idioma hablado en Irán y en Afganistán, es un bable del árabe, con la diferencia de que así como en el árabe las haches suenan como jotas fuertes, en el farsi todo suena más dulce y menos gutural; no obstante entre ellos se entienden perfectamente y por otra parte la escritura es la misma. Nosotros tenemos que tener paciencia para hacernos entender: en la calle el inglés es prácticamente cero y en el hotel solo lo justo para sus temas. Por otra parte nuestro mimo no lo entienden y nuestra escritura y hasta nuestros números son completamente diferentes a los suyos. Además en los kioscos no venden mapas y en el hotel normalmente no los tienen. Así que hay que acudir a la paciencia y a la veteranía del viajero. Irán es de esos países musulmanes que cierran todo el viernes. Paseando por delante del Palacio de Justicia de Shiraz, presencié una medio pelea entre contrincantes que querían dilucidar el juicio a puñetazos. Detalle curioso: por instrucciones de la policía, el pasaporte debe permanecer custodiado en el hotel hasta la salida del viajero y no le dan a uno ni recibo ni constancia de estar en él alojado. Por si fuera poco la llave de la habitación, aunque sea de tarjeta, debe dejarse en la recepción aunque se salga del hotel solo por unos instantes.

Shiraz, ciudad más vanguardista que el resto del país, es cuna de la cultura, de la literatura, de los poetas…aquí las chicas se hacen cirugía estética de nariz para estar más atractivas frente a los hombres y, ellas, lo lucen y no se esconden pues llevan el esparadrapo puesto para lucir su intervención como si fuera un signo de poder económico. Se ven muchas con su nariz vendada que sonríen al pasar. Para nosotros, pasear por las calles puede acabar siendo aburrido: ni un café, ni un bar, ni una terraza…así que no tienes donde descansar un poco. Las mujeres cubren también sus pies, así que con los calores que tienen no pueden usar sandalias, a menos que lleven calcetines.

La visita a la tumba de Sayyed Mi, dentro del bazar de Shah-e Cheragh, hermano del imán Reza, no parece obligada para el visitante dada la solemnidad religiosa de la misma.

Las mujeres jóvenes en Shiraz parecen más inclinadas al aperturismo, sonríen a los extranjeros y puede que algunas crean que el mundo occidental ofrece más ventajas para sus hijos. Internet les ha abierto los ojos al colorido del mundo occidental…sin mostrarles nuestros graves problemas. En visitas anteriores las encontré más tímidas. También me llamó la atención la imposibilidad de dar la mano, como saludo, a las chicas de la recepción del hotel.

Tienen muchísimas especias y les encanta tomar zumos de fruta que exprimen en pequeños chiringuitos. Los hay, en esta época del año, de granada, kiwi y de manzana. No se observa obesidad en el país.

En los aeropuertos, siguiendo el sistema político-religioso, hay dos colas diferentes para pasar la seguridad: hombres y mujeres.

Hasta otra