Colombia

Bogotá 15

Situada nada menos que a 2.600 metros sobre el nivel del mar es, ahora en invierno, algo fría por las noches y también lo es en las primeras horas de la mañana. En algunos países ecuatoriales resulta difícil, al menos para un español, saber cuando es verano o cuando es invierno. A veces se llama verano a la época en la que astronómicamente es invierno: en ambas estaciones llueve, sale el sol, vuelve a llover, vuelve a salir el sol y las temperaturas son parecidas, en fin un lío. Un taxista me dijo en una ocasión que el verano era cuando los niños no iban al colegio. La altura hace algo incómoda la visita a Bogotá pues el cuerpo lo sufre ya que, aunque ligeramente, notas falta de oxígeno, algo de cansancio, pulso alterado, ligero dolor de cabeza, etc. En fin, puede llevarse bien. A esta sensación, debida a la altura, los colombianos le llaman Soroche y suelen aconsejarte que tomes alguna infusión de hojas de coca. Por cierto, como podrá observarse al mirar las fotografías de Bogotá, los días grises y la lluvia han caracterizado mi visita a la ciudad.

Mi visita al país prácticamente coincidió con la que su presidente, Juan Manuel Santos, hizo a España. Llegué al nuevo aeropuerto, llamado El Dorado, y me sorprendió la cantidad de perros policía que venían a olernos, así como poner mi huella digital cuando, a mi llegada, cambié algo de dinero. Me alojé en un hotel en el centro que, a pesar de la altura de la ciudad, del verano o del invierno, no tenía ni calefacción ni aire acondicionado. Así que a veces tenía calor y a veces frío. Una de las primeras cosas que constaté fue el buen café que tienen en cualquier parte que vayas: buena mezcla, mejor tostado y bien hecho.

La casualidad hizo que pasara un miércoles de Ceniza en la capital: ¡no podía creer lo creyentes que son! Vi miles de ellos con una cruz de ceniza azul o negra sobre la frente y lo orgullosos que iban por la calle. Son muy religiosos hasta el punto de parecerme algo fanáticos; se les veía presumiendo de llevarla. No había vuelto a ver esto desde que yo era muy pequeño. Visité el impresionante museo del oro y la espectacular pieza llamada la "balsa de la ofrenda" la cual, por cierto, está muy bien diseñada y también disfruté de sus interesantes proyecciones.

Guatavita es una laguna sin grandes pretensiones situada a 60 km al sur de Bogotá cuya visita no vale la pena pero que se ofrece a todos los turistas y viajeros. Igualmente ocurre con la que llaman la catedral de la sal que no es mas que una mina de sal abandonada en la que han esculpido una cruz y algunas figuras de Cristo , la Virgen y San José. La visita solo puede interesar a una persona muy creyente o a una que nunca haya visitado una mina. Subí al Cerro de Monserrate, donde se halla el Cristo que le da su nombre y en el que se encuentra un santuario. Para ello utilicé un funicular (cabina cogida a un cable y apoyada en el suelo sobre carriles) y descendí con un teleférico (cabina cogida también a un cable aéreo pero la cabina totalmente en el aire, sin apoyo en el suelo). También se sube en teleférico o funicular a otro conocido cerro, situado también en el centro de la capital, llamado Guadalupe, en el que hay una ermita que lleva su nombre. En ambos cerros el desnivel a vencer es de unos 600 metros. Desde estos cerros pueden verse tanto los barrios pobres, formados por favelas, como las áreas financieras formadas por rascacielos. A esas alturas del monte, aparece un conocido árbol de hojas totalmente blancas y ásperas llamado Yarumo y que solo se encuentra en bosques a cotas muy altas.

El centro de la ciudad, digamos la zona antigua y turística, contiene los museos, que son muchos, y los edificios antiguos y gubernamentales, tales como los ministerios, el parlamento, el palacio presidencial, etc. En general, la capital está poco cuidada, abundando las destrozadas aceras, los baches, las fachadas descuidadas, etc. En el centro también visité sus iglesias, de no gran valor, sus calles peatonales, como es el caso de la Carrera Séptima, sus librerías, bares y algún que otro restaurante donde comía sus más típicos platos entre los que figura el gallopinto, tan habitual en estos países centroamericanos y que los acompañan con zumos naturales de frutas como el borojó, el limón, el tomate de árbol, etc. y como guarnición se sirve con frecuencia el plátano frito, no la banana, aplastado y formando una especie de arepa; al final se toma te con canela y en los dulces abunda la vainilla natural que ellos producen. Se come también mucho pescado frito con arroz, al igual que arroz con coco, yuca y maíz. Abundan esos sencillos restaurantes de kebab pero apenas hay pizzerías. El café, que siempre se sirve solo, es llamado “un tinto”, que supongo quiere decir “un negro”.

La plaza de Simón Bolívar, de grandes dimensiones, está rodeada de edificios oficiales y de la Catedral (de poco valor) y, por supuesto, de un millón de palomas que te impiden caminar por la explanada. Es el centro del centro. Esquina a esta plaza está una calle cuyo nombre me llamó la atención: la calle del Divorcio. De entre los múltiples museos que tiene la ciudad seleccionaría el del Oro, el del Banco de la República (que alberga pinturas de Fernando Botero y las de los impresionistas y pintores de abstracto europeos, destacando Renoir, Degas, Braque, Miró, Picasso, Matisse, Klimt, etc. Y todo ello en edificios de época con preciosos patios y jardines interiores.

En cuanto a seguridad, el centro de la ciudad está prácticamente tomado por la policía, el ejército, policías locales y puede que otras fuerzas de seguridad de paisano. Además hay mucha gente que lleva guardaespaldas, algunos de los cuales van también uniformados. No cabe duda de que tanto las FARC como el alto nivel de delincuencia originan un gigantesco gasto al gobierno que dificulta las mejoras sociales del país. Debido a la gran delincuencia, cuando se pide un taxi desde un hotel te dan el nombre del chofer, la matrícula, la marca y color del vehículo(!) Se venden "esmeraldas" por todas partes… simplemente piedras verdes, al fin y al cabo. Muchas tiendas disponen de hombres bien armados a la entrada de las mismas lo que, de alguna forma, te da mala sensación. En el aeropuerto de Bogotá comprobé, a mi salida hacia Medellín, que los controles de seguridad son más bien flojos ya que no es necesario quitarse el reloj, ni el cinturón, ni las llaves…

Las calles están llenas de vendedores de llamadas telefónicas. Esto quiere decir que te ofrecen un teléfono para que lo uses, allí mismo, haciendo las llamadas que quieras al precio de 4 céntimos de euro por minuto y, he de decir que tienen gran éxito y hay cola para llamar. Millones de vendedores públicos van con sus carritos de ruedas llenos de chucherías, y con su insistencia acosan a la gente que llena las calles comerciales y no la dejan en paz...todo cuanto venden es barato y muy malo La gente compra un cigarrillo suelto por lo mismo que compra una llamada de móvil suelta...la vida es muy dura por aquí. El colombiano me ha parecido hospitalario y gran conversador pero muy supersticioso.