Líbano(el) 75

NOTA: Me he permitido acompañar fotografías, tomadas en mi viaje en el 2010, que hacen referencia a los restos que aún quedan de la guerra en la que estaba inmerso el Líbano.

Mayo de 1975

Se me encargó que estudiara unas obras de regadío en IRAK y, mas concretamente, en Kirkuk a unos 270 Km al norte de Bagdad, en tierras kurdas. Necesité detenerme en el Líbano para, de una parte, obtener el visado para Irak y, de otra, contactar con un enlace, que según el banco que me encargó el trabajo, podría influir en la adjudicación de las obras, cuyo presupuesto ascendía a varios miles de millones de pesetas.

La guerra civil en el Líbano había comenzado y ya había algunos cientos de víctimas. La ciudad estaba dividida en dos bandos: cristianos y musulmanes o, lo que es igual, falangistas y fedayines o palestinos. Apenas hacía un año, en mayo del 74, había recorrido el precioso y hospitalario Líbano, llamado entonces la Suiza de Oriente Medio, pero la imagen que me iba a encontrar en esta ocasión intuía que iba a ser muy diferente y hasta dantesca.

Cuando el 28 de mayo me encontraba en el aeropuerto de Ginebra para tomar mi vuelo a Beirut, alguien me hizo saber el peligro que encerraba el viaje: los vuelos a Beirut partían vacíos. Efectivamente, en un enorme DC-10 íbamos solamente 10 personas. Entablé conversación con M.M., casada con un importante hombre de negocios libanés, quien me puso al corriente de la situación.

Mr. Ch., contacto que debía esperarme en el aeropuerto de Beirut a mi llegada, no se presentó. Me comentaron que había barricadas y que los fedayines ocupaban la zona de acceso al aeropuerto.

Entonces comprendí por qué no acudió. Tampoco había taxis. Llamé varias veces a Mr Ch. y no me contestó. Estaba solo. Llamé entonces a M.M y su esposo me mandó un viejo coche americano con un chofer bien armado, el cual me pasó una pistola con cargador que sacó de la guantera. Creo que tomó un camino distinto al habitual pues llegamos sin dificultad al centro de Beirut. Me dejó en el hotel Corona pasada la media noche. Me dijeron que había solo media docena de clientes asustados. Llamé varias veces, a lo largo de los siguientes días, a M.M para agradecerle el favor que me hizo su marido pero jamás obtuve respuesta.

Sobre las tres de la mañana comenzaron a sonar las ametralladoras, además de otras explosiones enormes. A la mañana siguiente me dijeron que no saliera del hotel para nada que “los malos” disparan sin avisar. Sonaban las alarmas frecuentemente. Aproveché para estudiar el proyecto y tratar de localizar a mi contacto Mr. Ch. sin éxito. Hacía calor y me paseaba por mi alargada habitación en calzoncillos mientras leía o estudiaba algunos papeles. Miré al otro lado de la calle, a través del amplio ventanal de la habitación, y vi un edificio en construcción, parado por la guerra, en el que había un solo individuo que me observa y que se masturba mirándome…jo, ¡lo que me faltaba en este viaje!

Me quedé atónito, momento que necesitó para rematar la faena y, cínicamente, me hizo un saludo mientras se alejaba. Por la tarde-noche me atreví a cruzar corriendo al hotel de al lado, el Fenicia, y contactar en el bar con la tripulación alemana de las líneas de Arabia Saudí. Ellos tenían más suerte: estaban del lado de los fuertes…

Al día siguiente, tras una noche muy movida, a primera hora, decidí acercarme como fuera al consulado para tramitar el visado para Irak. Había caminado un buen trecho cuando sonó la alarma o la sirena. Todos corrimos…pero creo que yo lo hice en la dirección equivocada. Fui detenido por un grupo militar de paisanos enmascarados, amenazado con una metralleta, y retenido varias horas en un portal al lado de un control suyo. No hablaban más que el árabe. Pensé que, ante la duda de quién era y de qué lado estaba, me liquidarían allí mismo. Lo pasé horrible.

Por la tarde alguien entró en el portal y dijo mi nombre: “Sabino”. Estaba salvado. Era mi contacto, Mr. Ch., quien por fin aparecía, tras encontrar el hotel donde me hospedaba; había averiguado que estaba detenido. No sé cómo lo arregló pero salimos de allí. Él hablaba francés.

Mr. Ch. vino con su socio Mr. Khai. quien consiguió mi visado. Pasamos por el hotel para recoger mi equipaje y pagar. Mr. Ch. me exigió que fuera a dormir a su casa ya que corría mucho peligro estando solo. Nuevamente nos dieron el alto otros enmascarados pero, Mr. Ch. supo cómo salir del paso (esta vez eran los suyos). También quisieron detenerme pero él respondió por mí y me dejaron pasar… ¡menos mal! Posteriormente tuvimos que atravesar una calle batida por ráfagas de ametralladora de un francotirador fedayín, así que aceleramos y cruzamos sin problemas.

La noche en casa de la familia Ch. fue tensa para él y su familia, y llena de miedo, dolor e intranquilidad por el futuro tan incierto que se les presentaba: dudaban entre si irse toda la familia fuera del país, si quedarse él solo, si quedarse todos... Para complicar más las cosas acudió un matrimonio vecino del edificio a verlos y las dudas y las alternativas se incrementaron. Yo estaba tan agotado que me fuí a la cama. Esa noche fue la peor de todas: enfrentamientos constantes entre falangistas y fedayines con ráfagas de metralla a las fachadas y ametrallamientos entre ellos.

Al día siguiente, Mr.Khai., creo que del otro bando armado, se presentó en la casa por la tarde y me metió en un viejo, pero fuerte, coche americano con chofer y guardaespaldas y pudimos llegar al aeropuerto tras parar en un par de controles de fedayines. Esta vez iba con la compañía adecuada.

Un avión salía a las 12 de la noche para Bagdad. Luché a brazo partido para poder subir a ese avión y así lo hice. Han sido muchas las veces que he tratado de saber algo de las personas que me ayudaron. Todavía me pregunto por la suerte que habrán corrido todos. Así son las odiosas guerras civiles. Ésta, concretamente, duró 15 horribles años.