India(la) del Norte 16

Noviembre de 2016

Este es mi sexto viaje a La India. En el primero, allá por el mes de agosto de 1976, hace exactamente 40 años, la miseria que había y las condiciones en las que vivían eran más que horribles, eran espeluznantes. La pena que uno sentía por ellos se mezclaba con el asco que producía la roña que veías en niños y adultos, la enorme cantidad de tullidos, las cegueras, el hambre, sus chozas, sus callejas, mierda de todo tipo y por todas partes, vacas sagradas y cabras por las calles comiendo cartones, plásticos y colillas, fétidos olores, etc.; en fin algo que hace que hasta un viajero que ha recorrido el África profunda se sienta mal. Entonces había un coche por cada 1.200 habitantes y mucho olor a sándalo que ocultaba en parte los malos olores. Y esto ocurría en una India con 600 millones de habitantes cuando España solo alcanzaba los 35, lo que quiere decir que era 17 veces mayor en población. En superficie, La Unión India es solo 7 veces mayor que España.

Para entonces los intentos de la Iglesia Católica para convertirlos al cristianismo habían fracasado. La figura de Jesucristo: hombre con buena salud, con casa, con familia, con trabajo, sin sufrir fiebres, ni pestes, ni hambre…era para ellos, que tan miserable vida llevaban, un ser privilegiado. Los católicos nunca han pasado aquí del 2%.

En aquel entonces y, en Benarés, el espectáculo de la cremación de los muertos a las 5 de la mañana y a la orilla del Ganges era auténtico, había pocos turistas, y los olores a carne quemada eran insoportables. También entonces los taxis podían ser “humanos”, con burro o con bicicleta: a elegir. En el Norte del país las vacas eran sagradas y vivían entre la gente; en el Sur se las comían. Posteriormente, y en varios viajes, visitaría el Sur, el Este, Calcuta, Sikkim y Punjab; todos ellos figuran en esta página web.

Ahora me encuentro con otra India: La población ha pasado a 1.250 millones, a solo 100 millones de distancia con China, y su renta por habitante supera los 1.600 dólares. Llamada Barat en hindi tiene, en cuanto a efectivos, la fuerza armada más grande del mundo y en cuanto al sistema de gobierno, las leyes y los jueces han seguido el ejemplo del Reino Unido, bajo cuyo poder estuvieron hasta 1948. Su red de trenes es también la mayor del mundo y su moneda sigue siendo la rupia, cambiándote 70 de ellas por 1 euro. La esperanza de vida ha ido mejorando: 65 años para el hombre y 69 para la mujer.

Lamentablemente todavía hay un 30% de analfabetismo y que, como siempre, corresponde a las castas más humildes. Aunque la asistencia sanitaria ha mejorado mucho, solo tienen 1 médico por cada 1.000 habitantes. Hay algo bueno y es que el 90% de la población tiene acceso al agua potable…claro que otra cosa es el que laven bien el cacharro en el que la beben o que las aguas residuales sean tratadas y no vertidas directamente al medio más inmediato. Recuerdo que en uno de mis viajes en tren por el sur del país, todos los viajeros del vagón de primera en el que iba, bebíamos el agua del mismo vaso, el cual estaba amarrado al grifo con una cadena para que nadie se lo llevara…

Los indios están tan avanzados en el tema informático que casi en cada esquina hay un cíber. Ahora para entrar al país ya no hay ninguna vacuna obligatoria, aunque algunas sean aconsejables. Hace años, las frecuentes diarreas que sufrían los turistas se debían a que el personal de bares y restaurantes rellenaba con el agua contaminada botellas que vendían después como mineral y esto, me temo, lo siguen haciendo todavía. El viajero debe de abrir, él mismo, las botellas de agua mineral. Además de la aplastante mayoría de hindúes, hay un 15% de musulmanes y solo un puñado de católicos y otro puñado de budistas.

En esta ocasión volé con Qatar en un espacioso Boeing B787-8 con ventanillas en las que uno mismo regula el paso de la luz, además el pasillo es más ancho y hay buena distancia entre los asientos, el aseo amplio con colonias y cremas de todo tipo, y un ordenador individual con muchas películas en español...vamos, igualito que la tercermundista Iberia a la que tenemos que aguantar obligadamente cuando volamos a Sudamérica y a un precio altísimo. El aeropuerto de Doha, llamado Hamad, en el que hice escala, está reconocido como el más avanzado tecnológicamente, y sus vuelos parten de él hacia 150 destinos internacionales.

Cuando llegué al aeropuerto de Delhi, el único lugar limpio de La Unión India que he visto en este viaje y por donde yo entré esta vez al país, pude constatar que los indios siguen siendo orgullosos y arrogantes. La gran mejora de su nivel de vida no les ha hecho cambiar nada. Así que cuando tratas de pasar la policía, y aunque traigas el visado online y tu pasaporte sea británico o USA o UE, te hacen fotografías, te toman huellas de todos los dedos de las dos manos…No cabe duda de que ante las castas altas que controlan el país, nosotros los extranjero occidentales somos una especie de intocables…

Delhi, la capital de siempre, ya pasa de los 18 millones y tiene una conducción por la izquierda totalmente histérica. No se conduce para nada según el código sino según el instinto del conductor. Lo cierto es que si pusieran más semáforos quizás la circulación se bloquearía. Esto ha ocurrido en otras ciudades de conducción caótica, como pasó en su día en Beirut. De los aseos diría… que mejor contenerse hasta llegar al hotel. En cuanto a la comida todo sigue igual, además de ser picante aunque les supliques que no lo sea; has de evitar las ensaladas y demás comida fresca y limitarte a lo cocido como el arroz, el pollo, la pizza, etc. Algo cocinan muy bien: las tortas de pan que resultan muy sabrosas, tanto las que no llevan nada como las que llevan ajo o queso; yo disfrutaba comiendolas.

En este viaje ejercí de turista de a pie y seguí las obligadas visitas que se suelen hacer en Delhi, y que creo no han cambiado en los últimos 40 años: La mezquita de Jama Masjid, el memorial de Gandhi, el alto minarete Qutub, la ceremonia emotiva del templo de la comunidad sij llamado Bangla Sahib y por último el Fuerte Rojo de poco valor. El arco monumental, llamado Puerta de La India, no tiene gran valor y no es visita obligada.

Los indios, en general, siguen admirando a los sijs, segunda casta, llamada guerrera, y a su religión, el sijismo, que en lugar de dioses como el hinduismo tiene 10 gurúes. La primera casta, por supuesto, corresponde a los brahmanes (sacerdotes, académicos, etc.), la segunda a los políticos y militares, como los sijs, la tercera llamada bestia o vaisía formada por los profesionales y comerciantes y que están para servir a las dos primeras y, finalmente, los shudras (siervos que se encargan del cuidado de cerdos, cabras, urinarios, etc.) y que son llamados intocables.

Por la carretera de Delhi a Jaipur presencié cómo la policía, vestida de paisano, recibía la correspondiente mordida de un chofer al que había detenido para sancionarle. Después alguien me comentó que era una práctica muy común en el país.

Tras seis horas de conducción densa y peligrosa por una pequeña autopista llegué a Jaipur, capital del Rajasthan, ciudad de unos tres millones de habitantes, que ha sido mejorada o restaurada en las últimas décadas para atraer al turismo. Nunca la había visitado anteriormente. Las avenidas principales y los edificios singulares han sido construidos con piedra de tono rosa y este tipo de construcción domina la ciudad: casas, palacios, murallas, etc. La única visita a destacar es la del Fuerte Amber, quizás está entre las 15 primeras maravillas de La India, al que se sube, casi obligadamente, a lomos de un viejo elefante.

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No es de gran valor ni está muy bien restaurado pero su conjunto es muy agradable. Está rodeado por una muralla de 18 km de longitud en muy buen estado. Además, cerca de la ciudad hay un observatorio del siglo XVIII, llamado JANTAR MANTAR que no observa para nada el firmamento en la noche sino solamente los movimientos comparativos entre el Sol y la Tierra.

Hay en plena ciudad una casa con cierto carisma y también en piedra rosa a la que llaman palacio de los Vientos. También puede visitarse el palacio del Maharajá en el que vivía la familia real y ahora convertido en una especie de museo de las familias reales. Es agradable contemplar, a lo lejos y en medio de un lago, el Palacio del Agua, llamado JAI MAHAL, que está al mismo nivel de las aguas. Y, por otra parte, asistir en el templo de Birla a una ceremonia de Aarti en la que los sacerdotes bendicen a los visitantes a los que arrojan agua bendita. Habitualmente a los templos ha de entrarse descalzo, sin calcetines, y sin tabaco en los bolsillos.

Dejando Jaipur, y tras una conducción de varias horas en dirección a Agra es obligada una parada para visitar la ciudad abandonada de Fatehpur Sikri y su palacio, todo ello construido en piedra arenisca de color rosa y muy bien restaurado. La visita resulta muy interesante. Después se continúa hasta Agra para descubrir a su entrada que esta ciudad es aún más sucia que Jaipur…Pero nada puede impedir que el maravilloso Taj Mahal esté allí, blanco, pulido, brillante, proporcionado, simétrico, dulce, construido con una bella arquitectura en un mármol blanco de alta calidad y rodeado de jardines y fuentes…todo ello, como el mundo entero sabe, producto del amor de un hombre por una mujer…

Y allí, al pie del mismo Taj Mahal, una encantadora pareja de enamorados madrileños: ANA y MIGUEL representaron una escena emocionante, llena de amor y espontaneidad: Él, tras hincar su rodilla en el suelo, como haría un noble caballero, solicitó a su enamorada en matrimonio al tiempo que le mostraba un anillo con diamantes con el que pretendía sellar la futura unión. Ella, MUY SORPRENDIDA, encantadora y amorosa, respondió que Siiii…y todos fueron felices y comieron perdices…Supe después que MIGUEL, antes del viaje, llevaba tiempo en España preparando su representación y ahorrando para comprar el valioso anillo y, como confesó después: Qué lugar tan ideal para pedir a la mujer que amas en matrimonio… (Aquí aplausos). Así que acompaño las fotos de estas escenas con el maravilloso TAJ MAHAL de fondo. La gente que los rodeábamos gritamos: ¡Que seáis muy felices!

En Agra, con 2 millones de habitantes, además del famoso Taj Mahal, debe visitarse el Fuerte de Akbar y jamás dejar de ver el llamado Baby Taj Mahal, exquisita tumba cuya construcción es muy semejante a la del Taj Mahal. A la salida de Agra en dirección a Delhi es obligada la visita al pueblo de Sikandra donde está el Mausoleo del Emperador Akbar y en cuyo recinto pueden verse antílopes. Nuevamente la arquitectura mongol muestra su esplendor.

Mis comentarios personales:

Tanto los vendedores ambulantes como en los puestos para turistas siempre tratan de timarte y además te agobian constantemente y llega un momento en el que, aunque desees comprar, se te van las ganas. Son peligrosos vendedores y hay que llevar especial cuidado. También los restaurantes para turistas son excesivamente caros y el cambio que te dan del dólar o del euro es muy miserable. La comida en los hoteles ha sido muy mala, y no quiero decir con ello que sea picante, no, quiero decir mala de verdad: el pollo, el arroz y las lentejas son las únicas materias primas que emplean. No hay verduras de calidad, no hay pescado, no hay carne…

Como he observado a lo largo de mis viajes, no solo por la India sino también por países donde los indios ostentan casi la mayoría (es el caso de Fiji, de Isla Mauricio, de Trinidad, etc.) se llevan muy mal entre ellos y ya no digamos el mal trato que dan los de las castas superiores a los de las inferiores. El indio no es buena persona y en su vida abunda la violencia o los malos tratos. Se les ve frecuentemente hablando con malos modales y gritos y por supuesto con una arrogancia y orgullo infinitos. Su actitud hacia la mujer es muy peyorativa.

Parece ser que en las ciudades y pueblos del Norte de La India hay 3 millones de vacas y cebúes deambulando por las calles y dificultando el tráfico. La elevada contaminación origina una especie de calima que impide una correcta visibilidad y da lugar a un desagradable olor; por supuesto resulta imposible ver una salida o una puesta de sol.

Con la intención de evitar parte de la evasión de capital que se produce en el país, las autoridades han decidido, en estos días, retirar de circulación algunos billetes grandes como los de 500 y 2.000 rupias. Esta movida ha ocurrido durante mi estancia y ha dificultado un poco el cambio de divisa. En la calle se veían enormes colas frente a los cajeros automáticos.

Por sus carreteras, es muy habitual ver 4 ó 5 personas en una moto y a veces toda la familia, o bien, como conté yo mismo, 12 personas en un motocarro o 20 en el remolque de un tractor y puede que hasta unas 80 sentadas y acurrucadas en la caja de un camión. Las mujeres trabajan en la construcción llevando materiales con espuerta o carretilla, buscan leña por el campo para cocinar con ella o hacen tortas de estiércol de vaca mezclada con paja, las que secan al sol para utilizarlas después en el fuego de la cocina...la mujer está muy denigrada y su aspecto como intocable es muy lamentable. El indio se porta muy mal con la mujer. Hay muchas "autopistas" pero de poco valen ya que de los dos carriles que hay en cada dirección, uno es ocupado por las motos, los rickshaws, los carros tirados por camellos, las vacas, los burros o los cebúes. Se considera que en los trayectos largos por autopista la media aceptable sería de 50 km por hora.

En esta zona norte, que visito en este viaje, la única arquitectura que tiene interés es la construida por los mongoles (mogoles dicen ellos). A los indios no les gusta admitir su valía pues eran musulmanes y esto es algo que no les agrada. Se trata, en muchos casos, de construcciones que siguen el estilo que imperaba en el famoso imperio de Tamerlán de Uzbekistán cuyo poder y cuyos arquitectos se extendieron por toda Asia Central, llegando además a Afganistán e India. Me refiero a los siglos XVI y XVII. Es una arquitectura preciosa que se puede admirar en Uzbekistán y en la Ruta de la Seda. Salvo el caso del Taj Mahal, todas las otras construcciones han sido seriamente restauradas.

La conducción es totalmente anárquica, sin semáforos, con alta densidad de tráfico y muy lenta, con escasas señales, a veces hay tráfico en dirección contraria, sin encender luces, sin educación y sin compasión por los otros. No se emplean para nada los intermitentes, lo que se emplea constantemente es el claxon que atruena y molesta a todo el mundo. Aunque hay tramos de autopista de 6 carriles, ni uno solo de los vehículos discurre por un determinado carril; cada uno va por donde quiere y por supuesto JAMÁS por carril alguno sino a su aire y por donde ve hueco. La conducción es muy estresante, muy peligrosa y sin seguro obligatorio.

La gasolina está a 70 céntimos de euro (ahora en España a 1,15 euros). Suelen poner gasolina con el motor encendido. No es un país de pájaros pero si lo es de ardillas que se ven por todas partes. Los carros van usualmente tirados por camellos. Los trabajos en el campo los hacen con búfalos y son muy pocos los tractores que se ven. Curiosamente en La India los cerdos son en apariencia exactamente iguales que los jabalíes en España. Tienen pena de muerte vigente.

En temas religiosos se usa para todo el sánscrito. Por ejemplo al casarse una pareja el sacerdote dice los mantras (frases religiosas, proverbios, oraciones, consejos, etc.) en sánscrito.

Debo reconocer que a pesar del enorme orgullo de los indios, de sus trampas para sacarnos dinero, de su mala comida y de sus bajos niveles de limpieza, ningún viajero debe dejar de conocer La Unión India. Pero tampoco es menos cierto que todo cuanto se ve en monumentos mogoles en esta zona, se encuentra también en Afganistán, Irán y Uzbekistán, países todos con una arquitectura islámica maravillosa de los tiempos del famoso imperio de Tamerlán en Asia Central. Por supuesto el Taj Mahal y su “baby” están fuera de esta consideración por ser obras no igualadas jamás en los países mencionados.