Burkina Faso 97

Octubre de 1997

Burkina Faso, que quiere decir "País del hombre digno", consiguió su independencia de Francia en el año 1960, al igual que otros países francófonos de la región. Su superficie viene siendo la mitad de la de España y su población ronda los 11 millones. Estuve anteriormente aquí, era el año 1984.

El 50 % de la población pertenece a la etnia Mossi, quedando el otro 50 % repartido entre los Peuls, los Bobo, los Lobi, los Senufos, etc. Hay un 85 % de analfabetismo.

Su idioma oficial es el francés, pero son muy pocos los que lo hablan. Lo que más se habla es el Moré que es la lengua de la etnia predominante, los Mossi. Burkina es, posiblemente, uno de los países de África con un folclore más rico. Hay músicos por las calles. Ahora, en noviembre, hay 40°C, así que, puede uno imaginarse lo que debe ser el verano… (?)

En cuanto a la religión, la mayoría son animistas (70 %) y el resto son musulmanes (25 %) y cristianos (5 %).

La capital Ouagadougou, con unos 500.000 habitantes, responde a la típica ciudad africana, aunque he de decir que, aun siendo muy pobre, se ve más ordenada que la mayoría de ellas.

La unidad monetaria es el franco CFA que vale la centésima parte de un franco francés y que es común a todos los países francófonos. Dentro de los recursos del país hay que tener en cuenta los cultivos de: mijo, maíz, arroz, mandioca, algodón y caña de azúcar. Ganado ovino, bovino y caprino en abundancia. Un poco de oro, de manganeso y antimonio. El aprovechamiento hidráulico de sus tres ríos no es suficiente para cubrir sus necesidades. Tiene su propia cerveza, que no está nada mal. Su renta per cápita es de 300 $ USA.

Las carreteras son malas. Sólo 2 de ellas están asfaltadas: la que entra en el país desde Malí y la que va desde Bobo-Dioulasso (segunda ciudad del país) hasta la capital. El resto son pistas polvorientas de tierra y llenas de baches. La línea ferroviaria es de la época colonialista. Forman parte de los países más pobres de África. Todavía se practica la "iniciación" a los jóvenes para enseñarles su comportamiento dentro de su tribu, enseñanza que imparten sus mayores.

El país Lobi, cerca de la Costa de Marfil, mantiene una cierta independencia del estado por sus peculiaridades. Las tribus animistas celebran grandes ceremonias que pondrían los pelos de punta a cualquiera. Sacrifican de todo... Los Mossi y los Lobi son amables y serviciales. Ahora bien, el negro de la ciudad es un poco chulo y tutea al blanco sin conocerlo de nada, lo que no ocurre en Malí, donde son más respetuosos con los extranjeros. La gente de este país tiene aspecto triste, como triste es su miseria.

La ciudad de Bobo-Dioulasso, por donde accedí al país, proveniente de Malí, es tranquila y muy africana, con amplias avenidas arboladas. Aquí empecé a ver miles y miles de bicicletas y motocicletas. Después me di cuenta de que todo el país estaba invadido por bicicletas como en el Sudeste Asiático.

Las enfermedades de este país son las propias de esta parte de África: polio, ceguera, bilharziosa, etc., etc. La sabana africana está aquí mucho más poblada de árboles; por ello hay, también, más mosquitos, a pesar de haberse acabado la época de las lluvias. Hay muchísimos más que en Malí. El recorrido desde Bobo a Ouaga lo hice en sucesivos saltos de autobús: ¡jamás he visto tanto mosquito en el interior de un autobús! Tenía que ponerme repelente todo el tiempo. Claro que... ¡para lo que me servía!

En la localidad de Sabou, cuando ya estaba cerca de la capital, vi un espectáculo horrible: en una charca tenían cocodrilos sagrados a los que pagando podías darles un pollo a comer y, a cambio, pedir algún deseo. Todo puede ser un fetiche en este país.

Tanto en Malí como aquí has de ir haciendo muchas paradas obligadas en la carretera: controles policiales. Normalmente, cada 30 kilómetros tienen un control. Hay que armarse de paciencia pues te hacen esperar. La burocracia es complicada y lenta.

Abundan muchísimo los cacahuetes, que son unas plantitas de unos 40 centímetros de altura en cuya raíz hay unos bulbos que son precisamente los cacahuetes. De ellos, además de comerlos tostados, hacen un aceite que es bastante apreciado. Se ven muchas verduras en el mercado. También hay buenas sandías, melones pequeños y chufas. Se come algo de cerdo, lo que no ocurre en los países vecinos que son mayoritariamente musulmanes. He notado que los hombres visten casi todos a la europea. En los mercados públicos, las mujeres siguen llevando la ropa similar a Malí, es decir, llamativa y con mucho colorido.

En la sabana, muy poblada de árboles como decía antes, se ven: eucaliptos, mangos, karités, jacarandas, papayas, higueras, acacias de pinchos, etc., etc.

Aquí y en todos los países vecinos hay millones de vendedores ambulantes que te meten sus productos por las narices todo el tiempo.

De mis viajes en autobús, dentro del país, he observado lo siguiente: los viajeros se ponen sus mejores prendas cuando viajan, siempre van comiendo o chupando algo (hasta pollos grasientos y enteros se comen con una enorme barra de pan); todos emplean la "misma marca de desodorante”…; los autobuses están llenos de mosquitos que ni los repelentes pueden alejar. Lo más curioso es que regalé un par de servilletas con colonia y no sabían qué hacer con el sobre, después se lo abrí y tampoco sabían para qué era.

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Este país es bastante llano, no tiene animales africanos ni tampoco pájaros ni flores, pero sí está plagado de lagartos que están por todas partes. Las mujeres parecen más responsables que los hombres. Ellos son unos indolentes que se ríen siempre de cualquier cosa, pues son muy simples.

Se come mucho mijo, que trituran diariamente con maza y, también, mucho arroz que importan. No hay nada de turismo y se ven libaneses (especie de judíos de esta zona) como propietarios de algunos supermercados y restaurantes.

En Burkina, al igual que en Malí, las niñas comienzan a trabajar a los 4 años trayendo agua de un pozo; a los 6 cuidan a sus hermanos pequeños y a los 10 los llevan ya a sus espaldas y se cuidan de moler el mijo con una enorme maza.

Por fin, 24 horas antes de mi regreso a España, vía Bruselas, me alojo en el hotel Sofitel, de Ouagadougou, capital de Burkina, descanso bien merecido después de tantos días de suciedad, mala comida, mosquitos, duchas con caldero, sapos en la habitación, etc. etc. Apenas llego al hotel, miro un "Le Monde” atrasado, y leo la noticia de que a Pedro J. Ramírez le han pillado haciendo sadomasoquismo o algo así.

El hotel, sin el confort habitual de esta cadena hotelera francesa, está lleno de "putitas" negras, monísimas, elegantísimas y con un tipazo de modelo. También está lleno de mosquitos, tanto en la recepción como en el restaurante de los desayunos, al igual que en mi habitación. África es así y de los mosquitos no hay quien se libre.

Recuerdo que cuando vine, por una cortísima estancia, a Burkina, allá por los años 80 todo era, todavía, más miserable; volé desde Costa de Marfil en un viejo avión de hélice cuya puerta la sujetaban con un alambre, ya que estaba averiada y, por ello, teníamos que volar bajo. En aquel entonces, los negros de Burkina llevaban un bolígrafo y escribían, o dibujaban en las paredes del avión, el cual estaba hecho un Cristo. Además, recuerdo, todos se ponían a comer trozos de pollo que traían de sus casas y tiraban los huesos por entre los asientos. Otra cosa curiosa es que se descalzaban al entrar en el avión y se ponían a darse masajes en los pies y a ponerlos sobre los asientos de delante. Parece que ha mejorado un poco desde entonces. Ahora enredan con el timbre que sirve para llamar a la azafata y después se destornillan de risa.

No obstante, África tiene algo que atrae mucho: puede que sea la luz, la vegetación, los animales, la vida tan primitiva, los colores,… no lo sé, pero seguiré recorriéndola.