Bahamas 18

Mayo de 2018

Visité este archipiélago en febrero de 1994, con menos calor y muchísimos menos turistas, saltando con un vuelo desde Miami a la isla Gran Bahamas a la que fui por un tema de trabajo y posteriormente volé en una pequeña avioneta a las islas de New Providence y Eleuthera en donde pasé un par de semanas. En aquel entonces, asistí a sus misas cantadas en las que fui siempre invitado a participar. Se trata de una población enteramente negra, muy religiosa y perteneciente a distintas iglesias protestantes. En este último viaje visité la isla de Nueva Providencia, en la que está la mayor parte de la población al igual que los muchos bancos que componen su sistema de “paraíso fiscal”, el Parlamento, el mayor puerto del país, etc. Cerca de esta isla, unida por un puente, está la turística isla Paraíso, en la que destaca el gigantesco hotel Atlantis. También visité el Great Stirrup Cay, un cayo rodeado de playa y especialmente dedicado al turismo, en el que hay toda clase de servicios para los visitantes. Por supuesto, en esta ocasión, visité las Bahamas con un crucero que partía de Miami.

El puerto de cruceros de Miami, alejado de zonas pobladas y siguiendo medidas de seguridad establecidas tras el triste acto terrorista de las torres gemelas, tiene un enorme tráfico de barcos cruceros y pasajeros...El día que yo embarqué para Bahamas había 6 enormes cruceros de esos que llevan más de 2.000 pasajeros cada uno. Una vez más comprobé que salir de USA no tiene ninguna dificultad...enemigo que huye puente de plata… El problema siempre está en la entrada a USA.

La distancia desde Miami al archipiélago de Bahamas es tan corta que el buque camina a velocidad de tortuga con el fin de no llegar demasiado rápido o demasiado temprano a su puerto de destino. Del clima de Bahamas yo diría que es raro el día que no llueve y, al mismo tiempo, raro es el día que no brilla el sol. No se ven nunca cielos completamente despejados sino con nubes y claros. Las temperaturas son siempre agradables, en fin, paradojas típicas del clima caribeño.

La obesidad de las gentes que iban en el crucero, mayormente latinas o caribeñas, era muy extremada. Debido a esas obesidades de los clientes, los canapés sobre los que se coloca el colchón, son enteramente de hierro para poder soportar los más de 250 kg que frecuentemente puede pesar una pareja. Algo distinto observé en las mujeres del crucero y que también había observado en las mujeres que vi durante mi reciente visita a Miami: sus amplios y generosos escotes que, fácilmente, permiten mostrar la mayor parte de sus pechos y que en nada se parecen a los de la comedida mujer europea o a los de la mayor parte de las mujeres americanas del resto de Estados Unidos.

Y ya no hablemos de sus mini-tangas, capaces de sonrojar a la europea más atrevida y a la norteamericana más lanzada...por supuesto esto es el Caribe y la mujer quizás piense que vestida de tal guisa puede atraer más a los hombres ardientes del lugar…. Lo lamentable es ver como las mujeres del Caribe no parecen luchar por sus derechos y avanzar en el feminismo, sino que luchan por seguir siendo mujeres objeto llamativo y provocador... Por si fuera poco, hay un altísimo número de chicas operadas del pecho, cuyos tamaños no bajan de una abultada talla del 120, lo que parece, constituye el tamaño que priva al hombre americano y caribeño…también sus culetes han sido objeto de añadidos y arreglos para lucir las mini-tangas que he mencionado anteriormente.

El suelo del archipiélago de Bahamas no es muy apropiado para el crecimiento de la vegetación tropical pues tiene mucha arena aportada a lo largo de miles de siglos por los vientos alisios que la traen desde el Sáhara. Por ello, no se ven palmeras ni árboles tropicales con flores. La vegetación dominante son arbustos y tarajes, estos últimos son árboles que toman agua salada del subsuelo y que, equivocadamente, algunas gentes llaman tamarindos.

Los españoles llamaban a estas islas “bajamar” y quizás con cierto toque andaluz o extremeño, propio de los conquistadores de entonces, surgió: “bajamá”...y, finalmente, por ser varias islas: Bahamas, que se pronuncia convirtiendo la h en una jota suave.

El puerto de Nassau, la capital del país, tenía 6 enormes cruceros atracados en él. En la edificación de la ciudad destaca el enorme hotel Atlantis, en el que se hospedan los que llevan o retiran dinero de ese paraíso fiscal en el que se ha convertido el archipiélago. La ciudad es pequeña y en ella destacan las calles antiguas que bordean el puerto en las que las casas, construidas en dos plantas y muchas de ellas en madera, están pintadas en atrevidos colores en tono pastel, tan típico del Caribe. Quizás su calle más típica y en donde se sitúan las mejores tiendas y joyerías sea la de Bay Street. Por supuesto, otras calles de menor dimensión, pero también muy concurridas, son todas aquellas perpendiculares a la mencionada calle Bay y que conducen al puerto. He tomado su cerveza KALIK que es suave como la coronita mejicana. En su comida destacan las hamburguesas de mero y los buñuelos de caracola. Hay que estar preparados para pagar 7 euros por una simple cerveza local. Por cierto, la población de todas las islas no llega a cuatrocientas mil habitantes.

Recorriendo la ciudad me tropecé con un bar-restaurante que anunciaba “tapas españolas”. Se ven constantemente coches de caballos llevando turistas y guardias municipales trajeados enteramente de blanco siguiendo el más puro estilo colonial británico. Su parlamento, también pintado en rosa pastel, está situado en la plaza principal de la ciudad y adorna el centro de la misma. Fuera de un par de calles, el resto del centro ofrece la pobreza del país que en nada se parece a la riqueza de la clase alta que conforma el consejo de los muchos bancos que tienen. Como nota curiosa, se nota la influencia de la población india, traída de India por los ingleses y, ahora, mezclada con los negros nativos por buena parte del Caribe.