Indonesia-Sulawesi/Célebes 98

Octubre de 1998

GENERALIDADES: Tiene una superficie equivalente al 50% de la España continental. Poblada por diferentes etnias, con sus correspondientes religiones, tradiciones y fisonomías, suma una población total de 16 millones de habitantes.

Sulawesi, llamado archipiélago de las “Célebes” por los portugueses, y que significa “islas indeseables”, fueron una colonia holandesa, como toda Indonesia, hasta el año 1942 que fueron ocupadas por los japoneses durante la 2ª guerra mundial.

Una de las culturas o etnias que coexisten en la isla es la de los Bugis, caracterizada por una serie de rasgos como: el ser musulmanes, los rasgos fisonómicos, por la forma de edificar sus casas, por practicar una determinada agricultura, por sus tradiciones como el caso de las bodas y su larga celebración, etc.

Atravesé su territorio y estuve en alguna de sus casas. Son, como todos los indonesios, muy hospitalarios. El número de escalones para subir a sus casas es impar, de esta forma siempre entran con el pie derecho. Se casan, normalmente, entre ellos mismos: primos, tíos, sobrinos, cuñados, etc.

Seguí hacia el norte, atravesando zonas montañosas con plantaciones de té, café, teca, etc. y me detuve a visitar “las montañas eróticas” que, con mucha imaginación, tienen un aire a los órganos genitales masculino y femenino.

Finalmente entré en Tana Toraja, país de los Toraja. La capital religiosa de esta región es Rantepao. Han mantenido el mismo tipo de edificación clásica y antigua: casas de madera muy alargadas, orientadas norte-sur (Norte es el origen de la vida y Sur es el final, la muerte), tejados curvos imitando la quilla de las barcas en las que sus ancestros llegaron, paredes de madera dibujadas con cuatro colores... etc.; las de las familias ricas se distinguen por tener una decoración más cuidada y trabajada, un número mayor de cuernos de búfalo en la fachada, mejores escaleras, etc. Hay tres clases sociales: los Tocapua, que descienden de los dioses, los Tomakaka, dueños de las tierras y los Toduba, simples trabajadores campesinos.

Aunque los Torajas son "oficialmente" cristianos, en la realidad son animistas y creen en los espíritus de los muertos y en su regreso para ayudarnos o para vengarse de nosotros, según nos hayamos comportado con ellos. Las ceremonias funerarias son totalmente diferentes a las demás regiones de Indonesia. La tolerancia que demuestran las iglesias, católica o protestante, es impresionante. Me recuerda mis visitas a Guatemala, Méjico, etc. Países en los que, en el mismo interior de la iglesia, son capaces de practicar culto al diablo. Las tradiciones y raíces de estas gentes son más fuertes que la propia religión que dicen profesar.

Otro detalle funerario interesante es el de las tumbas o nichos labrados en las rocas y adornadas con sus Tau-Tau, que son muñecos de madera tallada y que, colocados en balcones sobre los nichos, representan a sus ancestros.

Tras haber tenido información "fidedigna" de la celebración de un funeral a unos 13 km. de mi alojamiento, me dirigí al lugar y, tras esperar una hora, comenzó el espectáculo dantesco del degüello, uno a uno, de 17 enormes búfalos. Solamente estaban presentes los familiares de la difunta y algunos invitados de la familia ya que siempre se trata de una celebración privada que se lleva con muchísimo secreto pues nadie, salvo la familia, debe de saber ni el día ni la hora de los funerales.; éstos habían venido de todas partes, incluida Holanda. Fue espectacular, infernal, interesante, misterioso, cruel, sanguinario... etc., pero auténtico. A los búfalos les cortaban la yugular de un machetazo y, como estaban sueltos, saltaban mortalmente lanzando fuertes chorros de sangre que salpicaba por todas partes.

Los pobres animales, con la cabeza medio colgando, caían abatidos a los pocos segundos, no sin antes dar unos saltos horribles, angustiosos y agonizantes. Algo muy duro de presenciar. Verdaderamente cruel hasta para los que toleramos las corridas de toros o hemos visto matar a un cerdo cuando éramos pequeños. La matanza sólo es presenciada por los hombres. Las mujeres no pueden acudir.

Tras haber ido cayendo los búfalos, uno tras otro, entre los gritos de entusiasmo de los familiares, procedieron a descuartizarlos y trocearlos: las partes mejores, como el lomo, fueron entregadas a los miembros más próximos al muerto y algunas sobras se entregaron a los pobres del pueblo. Sólo las familias ricas pueden permitirse el lujo de matar tantos búfalos, pues son muy caros.

La difunta era una anciana de 90 años que estuvo embalsamada en su casa durante los meses que la amplia familia necesitó para ponerse de acuerdo en la fecha de los funerales, haciendo coincidir ésta en la época de poco trabajo en el campo.

Durante la ceremonia, el féretro estaba presente en una construcción de madera, construida al efecto, para que “presenciara” la matanza de los búfalos y el pésame de los amigos de la familia. Sobre el mismo había sido colocada, por la familia, una muñeca tallada de grandes dimensiones, siguiendo el rostro y la figura de la anciana.

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Al día siguiente, unos 100 invitados o amigos de la familia acudirían al lugar para felicitarles y llevarles regalos. El escenario es siempre una especie de plazoleta rodeada de pequeñas edificaciones de bambú y palmera, construidas para el evento, en cuyo interior se sientan o instalan los familiares e invitados. Acabado el funeral, que suele durar varios días, se queman o derriban las cabañas. Cuando los invitados van llegando al lugar son recibidos con comida para agradecerles “el pésame”. En unos recipientes de bronce, los familiares más próximos al muerto, ofrecen unas galletas, especie de “tente en pié”. Después se les sirve una comida, a base de carne, que es algo especial para ellos. Los regalos habituales que los invitados al funeral, o a la celebración, suelen traer con ellos para dar a los familiares de la muerta, en este caso, suelen ser cerdos pequeños, gallinas, etc.

Los numerosos hombres de la familia, (por el hecho de que aquí las familias son enormes ya que incluyen: primos, tíos segundos y terceros, los cuñados y los hijos de todos ellos etc.), se visten de negro riguroso y bailan una danza en círculo cantando unas canciones de despedida a la difunta.

Unos instantes después se canta una canción, especie de biografía del muerto, que relata las cosas buenas que ha hecho por los demás. La comida es servida por las mujeres más allegadas a la muerta, vestidas con bonitos atuendos de colores. Bajo un granero los hombres, también los familiares más próximos, reciben los regalos mencionados anteriormente y, al mismo tiempo, vigilan que no falte nada a los invitados. Todo resultó muy interesante.

Del país Toraja destacaría: las construcciones de madera de sus casas y de sus graneros; los voladizos ó aleros tan enormes del tejado que sobresalen más que la propia base del edificio; el tallado de la madera de las fachadas; la proporción de sus dimensiones; la relación entre sus edificios y sus creencias religiosas... etc.

También me fascinaron los verdes arrozales, dispuestos en terrazas, las plantas de bambú, café, té, clavo, teca, etc.; en general el verde intenso de la vegetación. La fruta como la papaya, la piña tropical, la sandía, el plátano, etc. no me gustaron nada. La comida en general no me ha entusiasmado.

Las gentes de Sulawesi son dulces y hospitalarias, aunque un poco tímidas. Por el contrario no son muy atractivos, tanto ellos como ellas. Ellas, ignoradas, no participan en nada pues son los hombres los que toman todas las decisiones. Justo al contrario que en nuestro mundo occidental.

No he observado pájaros ni mamíferos salvajes dignos de mención. Creo que hace siglos que se los comieron todos.

Todo es muy barato ya que ha habido, en el último año, una devaluación del 400 por ciento. La gasolina cuesta 15 ptas (0,09€)

Visita muy agradable e interesante. Volveré algún día. Este ha sido mi quinto viaje a Indonesia.