Zona Norte (I) 95

En un principio no era mi intención incluir en “sabinoelviajero.com” los pequeños viajes hechos por España y por los países europeos más conocidos, dado que estos están a la altura de cualquier viajero. Me decidió, el hecho de pensar que alguna fotografía pudiera ser un documento de interés para algún seguidor de la web.

Junio de 1995

Madrid-Zaragoza-Huesca-Navarra-Guipúzcoa-Madrid

Arranco en el Aeropuerto de Madrid y me dirijo a Zaragoza haciendo una parada obligada en el Monasterio de Sta. Mª de la Huerta cuyo claustro gótico y renacentista es una maravilla.

Zaragoza, ahora ya con 600.000 habitantes, donde hacía 20 años que no venía, es una ciudad más limpia, mejor urbanizada, etc. Las visitas obligadas al Pilar, La Seo, el casco antiguo, etc. hicieron la estancia más agradable. El Hotel Tibur y su restaurante me resultaron muy económicos y de gran calidad.

De Zaragoza a Huesca, que sigue siendo una diminuta capital de provincia de 40.000 habitantes y sin nada que visitar, y de aquí a Jaca por la carretera que pasa por el espectacular castillo de Loarre y por el pueblecito de Riglos, al pié de las enormes montañas rojas llamadas "los Mallos".

Subí al Puerto de Somport y pasé a Francia. Posteriormente regresé a Canfranc, con una preciosa y antigua estación de F.C., y de camino visité la solitaria estación de esquí de Candanchú.

Siempre en la provincia de Huesca, visito los monasterios de S. Juan de La Peña y Sta. Cruz de la Serós. Se trata de un románico interesante pero engañosamente restaurado, pues pretende hacerte creer que hay muchos elementos originales. Visito los valles de Hecho, Ansó y Zuriza (donde no había estado desde 1973), después cruzo al Valle del Roncal (Navarra) y me recreo por los preciosos pueblecitos que lo componen. Aquí nació el tenor Julián Gayarre. Visito el monasterio románico de Leyre, en cuya hospedería paso la noche. La cripta y la portada son muy interesantes.

De aquí sigo a Sangüesa, con una maravillosa iglesia románica, y luego a Sos del Rey Católico que tiene una pintoresca ubicación, unas preciosas callejuelas y una cuidada construcción en piedra. A continuación al monasterio de Veruela, en estado de restauración, situado al pié del Moncayo. Después a Tarazona, con gran influencia mudéjar y a continuación a la huerta navarra: Tudela. Aquí como maravillosas verduras y hortalizas.

Continúo Navarra arriba y me detengo en Olite en cuyo Parador paso la noche (en una enorme cama con dosel). Visité el castillo-palacio de los Reyes de Navarra. Paso por Estella donde hay algunas visitas de interés y me voy a Zudaire, pueblecito de montaña, donde pasé un mes a la edad de 11 años y que supuso una visita nostálgica. A continuación recorrí el puerto de Urbasa lleno de hayedos y robledales verdes y frondosos. Recuerdo que ese día dormí en Puente de la Reina, en un lugar encantador denominado El Peregrino.

Después Pamplona, que nuevamente me recordó mi infancia, con la plaza del Castillo, el parque de la media Luna, la calle Estafeta, etc. La capital tiene unos 200.000 habitantes, pero sigue tan tranquila y encantadora. De aquí a San Sebastián, donde recuerdo también mi lejana visita tras acabar la milicia universitaria, y en ella recorro las playas, la ría, las calles, etc. Sigue manteniendo su elegancia y su clase. Parece más la capital de España que la de una provincia.

¡Qué fenomenal comida la de Navarra y Guipúzcoa! Se come bien en todas partes, la gente es amable y la región es bellísima: muchos bosques, preciosos valles y encantadores pueblecitos. Visité también Fuenterrabía, ahora Hondarribia, en cuyo Parador Nacional me alojé y desde cuya habitación contemplaba la ría. El edificio y su interior son muy bonitos y bien restaurados. Dejo Donostia con lluvia y me voy a Vitoria que no da buen aspecto pues nada está arreglado ni restaurado. Lo mismo que ocurre con el concejo de Treviño. (Lo cierto es que ha cambiado y en estos días que vivimos Vitoria está preciosa).


De regreso a Madrid me detengo en el castillo de Peñafiel (Valladolid) y, posteriormente, en el bonito pueblo de Pedraza (Segovia), todo en piedra, donde me hospedo en un monísimo y diminuto hotel lleno de encanto. A continuación a Madrid y vuelo a Palma.