La Palma-La Gomera-El Hierro 93

Diciembre de 1993

Había visitado varias veces Las Islas Canarias pero nunca había tenido el tiempo suficiente para visitar las pequeñas: La Palma, La Gomera y El Hierro. Fue un agradable viaje en el que comprobé su gran belleza; más verdes las dos primeras, hasta parecer tropicales, y más negra la última con ese color bien intenso, a veces brillante, que tan elegante e interesante resulta. Habitadas por poca gente, pero muy tranquila y hospitalaria, tienen sus buenos quesos de cabra, excelentes vinos naturales, sabrosos mojos para todo tipo de comidas y, curiosamente, su fruta tropical: plátanos, papayas, mangos, piña tropical, etc., y todo muy económico. Hay desde limpios y sencillos hotelitos hasta Paradores Nacionales. ¿Qué más puede pedir el viajero…?

La Palma

Todas ellas, tienen un volcán central cuya altura va desde 1.500 m a 2.500 m de altura y sus carreteras, asfaltadas o no, serpentean por su falda dejando ver preciosos valles, terrazas con plataneros y pueblecitos pintorescos y encantadoramente limpios.

La Gomera

En El Hierro, con una superficie de 260 km2, algo así como un pequeño término municipal español, hice nada menos que 250 km con un coche de alquiler. En ella destacaría como de mayor interés el Golfo y el faro de La Restinga. En la de La Palma, diría La Caldera de Taburiente, con su Observatorio y La Cumbrecita. Y por lo que respecta a La Gomera, su maravilloso bosque de Laurisilva y Hermigua. Resultó, también, muy agradable la estancia en los Paradores Nacionales de estas islas, destacando el de La Gomera por su estilo, calidad e interés turístico.

El Hierro

Mi medio de transporte siempre fue un pequeño coche de alquiler cuya conducción resultó muy agradable dada la belleza de los paisajes que atravesaba. ¡Qué placer pagar la gasolina tan barata…! La gente, dulce y hospitalaria, junto con la paz que se respira y el paisaje, hacen de estas islas un lugar idóneo para unas vacaciones “placenteras”, como diría un canario. Volveré a visitarlas.

Fui invitado a una casa particular a tomar “vino de pata”, queso de cabra e higos secos; todo ello buenísimo. Daría 10 puntos a las islas pero un 0 a los constructores y arquitectos por la falta de gusto para construir los edificios. La confianza de la gente es impresionante: te llevas el coche alquilado sin pagar nada ni dejar tarjeta de crédito y, al regreso, haces las cuentas. Algo increíble de imaginar.

Tuve un ligero “incidente” al final de mi estancia, una vez en Tenerife. Lo resolví en unas horas y continué viaje.