Saint Pierre-Miquelon 99
Agosto de 1999
Se trata de un diminuto territorio francés de ultramar, compuesto por un archipiélago situado al sur de Terranova, con una población de 6.000 habitantes y una superficie total de 240 Km2. La islita principal y capital, ST. PIERRE, tiene 5.300 habitantes y una superficie de 20 Km2 mientras que la isla MIQUELON, tiene 700 habitantes y una superficie de 220 Km2
No se habla otro idioma que el francés, ni hay más moneda que el franco. Tiene algo de pesca, poca agricultura y unos 20.000 turistas al año. A Francia, me imagino, le cuesta bastante dinero mantener esta islita. Aproveché mi estancia en Terranova para visitar estas islas. Tuve muy buen tiempo: hacía calor.
El francés que hablan es algo diferente y con un marcado acento "cantarín". Visten de forma muy clásica y, en ocasiones, ellas llevan ropa larga con cenefas por el escote y por los bajos de la falda. Francia mantiene más de 1.500 funcionarios desplazados, lo que conlleva sueldos altos, primas, viviendas, etc.
Los nativos se quejan diciendo que muchos de esos puestos podrían ser ocupados por ellos, con lo que habría mucho menos paro. Me imagino que Francia, estado centralista por excelencia, no está por la labor de cambiar. He visto demasiados edificios gubernamentales y demasiados funcionarios.
Las islitas, hay que decirlo, están muy cuidadas, bien organizadas, limpias y tranquilas. Visité también la isla de los marineros, pequeñita pero una monada que no llega a un kilómetro de larga. También visité la "gran isla" de MIQUELON, cuyo nombre se debe, me dijeron, al nombre de un pescador vasco. No hay nada que hacer en ella. Fui en un pequeño ferry llamado María Galante.
Sólo tiene un diminuto puerto y dos calles. Llegué y me di la vuelta. También pasé por la isla de ANGLADE, ahora formando parte de MIQUELON, prácticamente deshabitada. Aunque me dijeron que el nombre de ANGLADE podría venir del inglés yo he pensado que podría deberse a algún marinero gallego con este apellido.
La capital de este mini estado, ST. PIERRE, es una pequeñita ciudad formada por edificaciones revestidas de madera, pintadas en diversos colores, que dan una gran alegría y colorido. Las casas están muy limpias, bien pintadas y con jardines cuidados y están dispuestas sobre una colina que les asegura vistas sobre el puerto o el mar.
Algo que da más encanto a sus casas son los monísimos visillos blancos y con puntillas que adornan las ventanas. El puerto está impecable. Tienen cuidados jardines y pantalanes muy limpios. Recogen agua de lluvia para el consumo humano en un pequeño embalse que tienen en la montaña. Se come muy bien: pan, confitería, pescados, sopas, carnes, etc. Los precios son algo más caros que en España, pero menos que en Francia. Algo curioso: cuando intentas cruzar la calle, sea donde sea, aunque no sea una esquina ni un paso de cebra, se paran los coches y las motos y te piden que, por favor, pases.
Basta que te pares en la acera, sin hacer intención de cruzar, para que ellos se paren, automáticamente y de inmediato, y te tocan el claxon pidiendo que pases ¡Me quedaba helado! Y además franceses.
No podía creérmelo. También observé un enorme nacionalismo: banderas, estandartes, etc. por todas partes, incluso en buena parte de las casas particulares.
Busqué por todas partes, hasta fui a visitar a un peluquero, las monedas que en esta isla usaron hasta 1972. No me fue posible encontrar ni una. Como cosa curiosa las casas se construyen, enteramente, en hormigón, ya que no tienen ladrillos.