Gran Canaria 16

Enero de 2016

Ya he perdido la cuenta sobre el número de veces que he visitado las Afortunadas a lo largo de mi vida viajera. En los inviernos, período ideal para visitarlas, supone huir del rigor de nuestro invierno peninsular para encontrarnos con sus 22 a 26 grados, con su maravillosa luz, con su espléndido sol, con su tranquilidad, etc. No cabe duda que es un placer. Por otra parte, me refiero al caso de Gran Canaria, se trata de una población con calor humano y entrañable, que se siente tremendamente española y que pone nuestra bandera por todas partes, lo que no ocurre en muchas comunidades autónomas de la parte continental. Los “canariones”, en este caso, han heredado lo bueno de la españolidad de Andalucía y Extremadura ya que fueron pobladas en tiempos del Descubrimiento de América por habitantes de esas regiones tan españolas.

Al estar aislada, me refiero concretamente a Gran Canaria, ha mantenido vivo ese sentimiento patriótico al igual que nuestras ancestrales tradiciones; por todo ello me recuerdan la España que yo vivía de chaval en la que no había diferencias entre provincias: todos éramos españoles de igual nivel y todos nos sentíamos españoles con una única nacionalidad. La transformación al Estado de las Autonomías siempre me ha parecido bien pero, lamentablemente, los políticos de cada Comunidad han hecho mucho por marcar las diferencias con el resto y crear agravios comparativos con El Estado para, así, sembrar rencores y arrancar votos que irían a los partidos nacionales y conseguir más poder para su partido regionalista y, de esta forma, controlar su Comunidad Autónoma y acercarse al completo mando sobre la misma.

En fin, son puntos de vista de cada uno. En cualquier caso, parece que ya son muy pocos los que se atreven en España a mostrar nuestra bandera en su balcón, sin temor a que se la quemen o bien que le quemen la casa. Parece como si estuviéramos bajo la dictadura de las minorías. Pueden aceptarse los casos de algunas históricas como Cataluña y el País Vasco, pero qué decir de Tenerife, Baleares, Galicia, etc.

En esta isla de Gran Canaria, creo haber estado tres veces en los últimos dos años. Un Fin de Año en ella es realmente algo muy placentero. En esta ocasión, mi visita se centró más bien en la capital, Las Palmas, y en sus alrededores. No había posibilidad alguna de alquilar un coche para visitarla pues no quedaba ni uno; no era la temporada alta sino, más bien, la temporada punta: llenos estaban los hoteles, los apartamentos, las playas, las terrazas…me alegro por los que, en estos días, hayan podido salir del odioso paro.

Así que me quedé sin poder disfrutar, una vez más, de las cumbres, de Tirajana, Tejeda, Mogán, las dunas, etc. etc. En fin, quiero decir de esa lenta y detallada vuelta a ésta, casi redonda, isla que siempre he realizado en cada una de mis múltiples visitas. Otra vez será. Por ello me he centrado en Las Palmas de Gran Canaria y sus alrededores, en su zona portuaria, en sus espaciosas y tranquilas playas, en el Puerto, en las terrazas y en el inolvidable casco histórico de La Vegueta.

En sus jardines destacan ahora las enredaderas de enormes solandras con sus gigantescas trompetas, los matorrales de pequeñas caricias con púas, las preciosas araucarias, etc. Es un placer recorrer La Vegueta, con su Biblioteca Insular y la terraza de La Bohême, el antiguo hotel Madrid, el Ayuntamiento y su amplia plaza, la bellísima Catedral de Santa Ana con su interior, su patio de los naranjos y la subida a su torre mayor, la Plaza del Pilar Nuevo, la Casa-Museo de Colón, las antiguas callejuelas como la famosa del Espíritu Santo etc. Además del placer que supone contemplar el diseño y calidad de los antiguos balcones y miradores, colgados de las viejas fachadas.

Por otra parte la famosísima playa de Las Canteras y la de Las Alcaravaneras, se pueden disfrutar a cualquier hora del día. En la primera hay enormes esculturas, hechas con la misma arena de la playa, que se refieren a la época navideña y a imágenes de un Belén. Y no digamos la bonita zona del Puerto, con sus jardines, su estación marítima, el centro comercial El Muelle y el puerto deportivo con sus clásicos y modernos veleros. El largo y agradable Paseo de Las Canteras con bares, restaurantes y pastelerías, el auditorio de Alfredo Kraus, el parque de Santa Catalina, la soterrada estación de autobuses, las avenidas del centro y hasta el concurrido Corte Inglés que tanto atrae a los canariones, son lugares de visita obligada. En las pastelerías, de precios muy asequibles, se disfruta de los croissants hechos con mantequilla fresca, de las tartitas de manzana y del buen café que creo los canarios han aprendido a hacer de los cubanos.

La playa de Las Canteras tiene delante una barra rocosa que amortigua las olas del Atlántico lo que, al igual que hacen las barreras de coral en los atolones, origina una especie de laguna en la que, al no haber olas importantes, permite la cómoda natación al igual que algunos deportes náuticos. Es un auténtico regalo de la naturaleza. Al caer la tarde se ven familias o grupos de amigos merendando o cenando en la playa utilizando mesas plegables y todo ello con aire familiar muy entrañable, acompañado de unas copas y puede que de unas canciones.

El canarión, en lo que respecta a su vida cotidiana, no parece estar influenciado por los millones de turistas que los visitan o invaden. No obstante, si se observa una cierta aproximación hacia una mayor liberación en el sexo la que, más bien, podría provenir de Cuba, país que ellos poblaron en su día y a cuyos habitantes dieron su idioma, su deje y sus costumbres. Quizás, también por ello, los ritmos cubanos y caribeños son más solicitados aquí que en la España continental. Por otra parte, según algunos comentarios que he oído, la medicina, tanto la estatal como la privada, no parece estar al nivel medio del resto de España.

En cuanto a la comida en bares y restaurantes hablaría de las famosas “aceitunas de la abuela” (tronchadas y aliñadas con aceite, ajo, sal y otras especias) que las he encontrado muy buenas y también mencionaría los pulpitos (que ellos llaman “puntas”), las croquetas, la vieja ( especie de pargo muy sabroso), las conocidas papas arrugadas, el mojo picón, el cabrito en todas sus variedades y también la conocida “ropa vieja” consistente en carne desmenuzada, garbanzos y papas.

Pues bien, dejo esta entrañable isla prometiéndome a mí mismo regresar no tardando mucho.