Malasia 74
En junio de 2010, cuando habían pasado 36 años, coloqué en mi página web el texto íntegro de los comentarios que hice en su día: Agosto de 1974, y que aquí transcribo. Sea indulgente el lector con las fotografías y con lo que ocurría en aquel entonces.
Agosto de 1974
No hace más allá de una década que Malasia se siente totalmente independiente de la “bota” británica y perteneciendo a la Commonwealth. Yo era consciente de que la parte continental del país no tenía gran interés, así que pasé más tiempo en Sarawak que junto con Sabah, forman la parte de Malasia situada al norte de la isla de Borneo. Tiene una superficie equivalente a las ¾ partes de España y aunque es potencialmente rico, no ha desarrollado ni su industria ni la extracción de oro y petróleo que tiene en el subsuelo. En cuanto a las plantaciones caucheras, que los británicos les organizaron con plantas traídas secretamente del Amazonas, no añaden mucha riqueza.
Estuve visitando algunas de ellas y es muy interesante ver cómo sangran el caucho que hay bajo la corteza de los troncos. La vida es muy barata pues su divisa, el dólar malayo, no vale nada. El calor es siempre sofocante ya que, al ser tan húmedo, cuesta trabajo hasta respirar.
Nadie, por la zona de la capital Kuala Lumpur, coincidía con la población que tenían. Al final acepté que podrían ser unos 10 millones. Estando en Kuala conocí, mientras tomaba una cerveza en un bar, a “el piloto del avión” (entonces único piloto y único avión del país y que componían la totalidad de las fuerzas contra la invasión comunista). Por supuesto era americano y había estado, según decía él, matando gente en la guerra de Corea. El avión, ya viejecito, era también americano.
Le pagaba el gobierno de Malasia cuando tenían dinero. La historia, según me la contó es así: “sobrevolaba las zonas boscosas o de jungla donde se ocultaban los guerrilleros chinos comunistas; o bien los detectaba por el efecto de aumento de temperatura del bosque cuando hay gente en su interior y los bombardeaba o, bien, les tiraba, en las zonas de descampado, unos paquetes con comida. Después daba la vuelta, los pillaba abriéndolos y los ametrallaba… ¡había que ver las carcajadas que soltaba!”
Así que volé a Kuching, Sarawak, en Borneo. En primer lugar visité una famosa granja en la que disfruté viendo plantaciones frutales, pimienta, vainilla, etc. y tuve la sensación de que ya había pasado por allí algún turista…después volví de nuevo a tener esa impresión cuando, tras varias millas remontando con una canoa “dugout”, el río "Skrang" me encontré con unos indígenas de la antigua y conocidísima etnia de Borneo llamada “Dayaks”. Vi que los muy piratas ya tenían en su mano figuritas hechas por ellos para vender a los visitantes… ¡Es difícil de encontrar un sitio virgen! Pasé el día con ellos. En cualquier caso todo era auténtico y la gente vivía en comunidad y en una única dependencia.
El recorrido remontando el río fue agradable y pude ver grandes lagartos. Hay gigantescos árboles, tipo ceibas, que utilizan para hacer canoas. En ocasiones me he encontrado con trozos de madera muy dura, que no flota, y que seguro no se pudriría ni enterrándola.
Las carreteras son muy malas. Bebí una copa del fortísimo licor de arroz que hacen y casi no podía hablar. Los hoteles por los que he pasado, han sido todos muy malos y llenos de bichos. En uno de ellos coincidí con la tripulación de la compañía aérea de malasia con la que tomé unas copas y hasta bailamos.
Estoy seguro de que volveré a la isla de Borneo.
Hasta otra.