Gibraltar 08

Junio de 2008

Hacía más de 30 años que no regresaba a la “Roca”, en aquel entonces la situación era tensa. Ahora, aunque el problema de fondo persiste, los enfrentamientos son menores y menos frecuentes, tales como matices del Tratado de Utrecht de 1713. En cualquier caso, pasen los años que pasen, jamás los “llanitos” querrán dejar de ser lo que son: Territorio de Ultramar del Reino Unido. Viví algo así en Las Malvinas, Anguilla, Bermudas, Caimán, etc. etc. Todos ellos quieren ser británicos.

Cuando me acercaba al Peñón, la bruma lo cubría casi en su totalidad, apenas asomaba la cumbre con sus antenas y radares. En una hora el sol venció a la niebla y me castigó todo el día. Por cierto, los “llanitos”, que ahora ya son 29 mil, hablan un español tremendamente andaluz, hasta el punto de hacerlo aún más silbante, creo que debido al acento inglés. Los encontré muy amables y atentos; mejores que en mi antigua visita cuando, quizás, se sentían más inseguros o amenazados. Me parecieron muy nacionalistas. Su celebración del Jubileo de los 60 años de la reina ha sido más remarcable aún que en tierras de la metrópoli: todas las calles llenas de banderas, ventanas y balcones, barcos, tiendas y todo tipo de negocio u organismo público.

No me lo podía creer. Por supuesto los policías van con el mismo atuendo que en Londres, las cabinas telefónicas son idénticas, su divisa es la libra esterlina de Gibraltar, a la par con la libra británica, sellos y demás siguiendo a Londres, etc.

Los 6 Km2 de superficie total (realmente solo 4 Km2 aceptablemente útiles), están perfectamente ordenados y distribuidos. Hasta tienen un rincón para que unas familias de monos lleven una vida contemplativa y se dejen fotografiar por los turistas…el país está impecablemente limpio y sus edificios, tanto nuevos como restaurados, están muy cuidados; las calles, oficinas, centros comerciales (muchos) y los túneles y pasos bajo la muralla de la fortaleza, que los aisló y protegió desde 1727, son un ejemplo de limpieza. Nadie quiso hablar conmigo sobre temas políticos actuales, así que tuve que aguantarme.

Recorrí todas y cada una de sus calles, tomé una cerveza en un par de viejos Pubs, que ya existían en mi primera visita de hace años, visité la muralla con sus túneles y sus “gates” del siglo XVIII y me paseé por delante del club náutico y de sus barcos. La edificación reciente y que rodea el club es bastante alta, en ocasiones hasta 14 plantas.

Es un puerto franco, lo que se presta a “pelín” de contrabando y, por si fuera poco, un paraíso fiscal. Paradójicamente, está lleno de iglesias y capillas de muy distintas religiones. El 80% son católicos, el 10% protestantes y en el resto hay musulmanes y hebreos.

Al igual que hace 3 décadas, la gente cruza la pista de aterrizaje del aeropuerto para pasar de un lado a otro del Peñón. Cuando se espera un despegue o un aterrizaje se detiene el paso de los peatones por un buen rato. Debido al tráfico de vehículos con España se ven obligados a conducir por la derecha y, que yo recuerde, son el único territorio de La Corona Británica que lo hace por ese lado.

De repente, vi como las calles se llenaban de gente, no era capaz de imaginarme de donde podrían salir…acababa de llegar un barco de turistas…posiblemente mil o dos mil…ya no se cabía en ninguna parte. Se llenaron las tiendas, las joyerías, los bares, los centros comerciales…Llegó mi hora de partir.