Expedición-Parte II

Expedición-Parte II

Al día siguiente 11 de mayo llegamos a primera hora a las islas TROBRIAND y visitamos las de KITAVA y NARUTO, una al lado de la otra. Esta última, de unos 300 metros de longitud, tiene una densa y tropical vegetación, al igual que una playa que la rodea con un hermoso coral frente a ella, el cual buceé la tarde entera. De las dos solo la de KITAVA tiene población. Cuando, sobre las 7 de la mañana desembarcamos, nos recibió un pequeño grupo de chicas jóvenes, con sus pechos al aire, las que con sus bailes sensuales nos mostraban la libertad sexual de la juventud que compone la población de la isla. A continuación caminamos hacia el interior hasta llegar a la aldea-capital, de unos 500 habitantes, y fue aquí donde tuvimos un maravilloso e inolvidable recibimiento: más de 200 niños, ellas con sus pechos al aire y ellos con un taparrabos, repetían una y otra vez sus sensuales bailes que parecían el cortejo previo al aparejamiento de cualquier grupo humano que no tuviera “taras” ni impedimentos sociales, ni educacionales…nada parecido a nuestro mundo occidental, tan acostumbrado a ver el pecado por doquier…

Entre los chicos podían verse algunos albinos. Los habitantes de las TROBRIAND tienen un aire polinesio aún cuando no lo son oficialmente, ni por el color ni por la ubicación geográfica. Ese “aire” se ve reflejado en las casas y en el comportamiento de la gente. Tienen muchísimos niños. No se ve gente con 50 años pues la malaria y algún otro tipo de enfermedades endémicas se encargan de que la esperanza de vida no llegue tan lejos. El jefe de la aldea, tras el magnífico recibimiento, recaudó 400 dólares de entre todos nosotros, los que dijo dedicar a pagar lo que faltaba para terminar el colegio de los niños. Tuvimos un bonito e interesante día y regresamos al barco.

Al siguiente día, el primero con cielo cubierto y con amenaza de lluvia del viaje, llegamos a la isla TUAM, pequeña y con grandes palmerales. Otra vez las preciosas playas. En este caso se veía el coral desde la orilla pero al estar, justamente, bajo un alto acantilado daba algo de respeto pues podían caer peñascos mientras uno buceaba. El jefe del poblado y de la isla, con unos 300 habitantes, nos esperaba en la orilla y a nuestra llegada con la típica zodiac de desembarco, nos saludaba y ponía una guirnalda de flores. Nos soltó un discurso, que parecía sabérselo de memoria, en un inglés tan macarrónico que apenas pude entenderle. Hacía unos años que ningún barco pasaba por allí.

A continuación nos condujo al poblado donde nos obsequiaron con unas danzas de bienvenida y donde nos ofrecieron artesanía para comprar. Notamos, por su sentido comercial, el primero que vemos por estas islas, que esta gente ya estaba relativamente cerca de la gigantesca isla de Nueva Guinea y que, si bien no eran visitados por barcos grandes si lo eran por barcas de mercancías; las que ellos llaman KULA y que traen objetos de regalo y sencillas ropas. Finalmente no llovió y pasamos un feliz día. Vi gente mayor de 50 años y supuse que era debido a que tenían algún tipo de visita médica proveniente de Nueva Guinea. En cualquier caso la isla es de una gran pobreza y la gente no tiene un aspecto muy saludable. Además son bastante “feúchos”…

Las cabañas o barracas que componen las aldeas de las islas visitadas están hechas, en su mayor parte, de maderas que, de tarde en tarde, llegan flotando a las playas. La madera de la palmera no vale para nada, salvo para poner sus ramas sobre el tejado. No hay electricidad, no hay agua corriente, no hay médico y, en ocasiones, tampoco hay escuela. Estas islas están solas, alejadas entre sí, y en medio del inmenso Pacífico. Pero, eso si: llenas de belleza y vírgenes.

El 13 de mayo llegamos a MADANG, capital de la provincia del mismo nombre, en la parte continental de Papúa Nueva Guinea. Más desarrollada que las islas anteriormente visitadas, la ciudad está situada en la desembocadura del río SEPIK, por el que navegué años atrás durante semanas. Tiene un pequeño puerto, comercios, etc. Visitamos un pueblecito de las afueras, al lado del mismo río donde, igualmente, nos dieron la bienvenida con danzas del típico “SING-SING”. Las gentes tienen una sencilla agricultura, al estar el río al lado, que les salva del hambre y aparte, se dedican a hacer platos y fuentes de cerámica. No disponen de horno así que hacen fuego en el exterior y ponen las piezas alrededor. La palmera sago es, por esta zona del río, el típico alimento de subsistencia.

El médico de la expedición: uno más entre nosotros, pero que no pagaba, hacía calceta en público a todas horas del día. Jamás había visto a un hombre tan aplicado en estos menesteres. Hoy, en una conferencia a bordo, he sabido que una quinta parte de los idiomas que se hablan en el mundo están en esta parte de Papúa N.G. Los cerdos asilvestrados, que no son jabalíes, existen en esta isla desde hace más de 3000 años y, al parecer, ha habido siempre muchísimos. No hay celebración en la que no se coman un par de cerdos, desde las orejas hasta el rabo. Los aldeanos siempre tienen algún cerdo y, los niños, se entretienen en masturbarlos.

El 14 de mayo subimos por el río SEPIK. Llegados a un determinado punto, dejamos el barco y con las zodiac atravesamos diminutos afluentes hasta llegar a una aldea de unos 200 habitantes. Todos los niños parecían tener una determinada enfermedad de la piel: el color de la misma cambiaba. Los cerditos jugaban con los perros y todos ellos acababan en la cazuela… La gente, una vez más, nos recibió muy amablemente. El nivel de pobreza era muy bajo pero no pasaban hambre pues, además de su huerto, tenían el pescado del río. Se ven canoas hechas con troncos de árbol, cortados por el centro y a lo largo, que han sido vaciados; son muy fáciles de volcar.

El mal estado del mar nos impidió acceder a los lagos de MURIK, en la desembocadura del SEPIK, así que seguimos navegando durante la noche para llegar la madrugada del 15 de mayo a ALI, todavía dentro de las aguas de PAPÚA N.G. La belleza de esta isla, de alrededor de 1 km. de longitud, es impresionante. Y no es solo la belleza de la playa que la rodea. No. Tampoco es su frondosa vegetación o el coral que la rodea. No, además de todo eso las pequeñas aldeas, cuya población no pasa de 2.000 personas, estaban escrupulosamente limpias, todo ordenado y con preciosos jardines de flores. La gente dejó de trabajar, se puso la ropa de baile y nos ofreció una bienvenida espectacular. Tienen un sacerdote católico y, en la iglesia, hay una virgen María negra con una cara muy dulce que en las manos tiene una piña de plátanos. Pasamos todo el día con ellos, nadando, buceando, etc. Había muchos niños rubios. Quizás ha sido una de las islas más bellas del viaje.

Navegamos durante la noche y de madrugada llegamos a la isla de WUVULU, la última en las aguas de Papúa y del archipiélago del Almirantazgo. Ésta, más bien un atolón, como otras muchas que hemos dejado atrás, es diminuta: menos de 1 km. y tiene 2 aldeas de unos 150 habitantes cada una situadas en los extremos de la misma. Sus nombres son muy originales: Salida Del Sol y Puesta Del Sol. Las gentes ya comienzan a tener aire micronesio, sobre todo las mujeres. Vi a una niña con un vestido andaluz, a una mujer con peineta española, etc. Se debe a que una parte de la micronesia, llamada Islas Marianas, a unos 800 km. de aquí, fueron españolas (creo que desde Felipe II hasta la caída de Filipinas. Si recuerdo bien Maria-Ana era el nombre de la esposa de Felipe II). Estuve en las Marianas, hace 4 años, y pude observar muchos detalles españoles en la población.

La pequeña isla visitada hoy, domingo 16 de mayo 04, es una “pasada”: amplia playa, densa vegetación tropical, grandes palmerales, buen buceo en el coral, gentes muy dulces y hospitalarias, etc. Un coro con sus canciones típicas nos dio la bienvenida. Tienen canoas, de interesante diseño, que parecen navegar bien y, ellos, son buenos navegantes. Esta isla-atolón, al igual que otras muchas, está tan “perdida” en el mar que su estado es totalmente primitivo.

Estamos en una de las 22.000 islas e islotes que componen la Micronesia, de las que solo 125 están habitadas. Aquí, justamente en el archipiélago de Las Marianas, el mar alcanza la mayor profundidad del mundo: 11 km.

El 18 de mayo teníamos previsto detenernos en el atolón de IFALUK, en el archipiélago de YAP. Se desencadenó un tifón en las proximidades y tuvimos que cambiar nuestra ruta para evitarlo. Ello trajo consigo no poder desembarcar y seguir navegando, muy despacio, el resto del día.

El 19 de mayo, a primera hora, llegamos al atolón GAFERUT, en YAP, Las Marianas. Un encantador y dulce atolón, sin población alguna y hogar de millones de aves que vienen aquí a procrear y cuidar sus polluelos: fragatas, pájaros bobos de todo tipo, alcatraces, albatros, etc. Amplia y blanca playa, aguas transparentes y preciosos colores en el coral donde buceé, rompientes, etc. Los últimos días hemos estado viendo ballenas, delfines y tortugas.

El 20 de mayo llegamos a primera hora a GUAM, desembarcamos y me fui directamente al aeropuerto. Había estado ya en esta isla y no tenía interés en quedarme. Así que volé a TOKIO, donde hice noche, y de allí a Frankfurt y España. Tengo que decir que el viaje-expedición fue un éxito, un placer, y que los compañeros, en su mayor parte americanos, fueron excelentes, educados y cooperativos.