Castilla (I) 94

En un principio no era mi intención incluir en “sabinoelviajero.com” los pequeños viajes hechos por España y por los países europeos más conocidos, dado que estos están a la altura de cualquier viajero. Me decidió, el hecho de pensar que alguna fotografía pudiera ser un documento de interés para algún seguidor de la web.

Julio de 1994

Mi viaje comenzó por Sigüenza (Guadalajara) visitando su parte antigua con sus callejuelas, su castillo medieval y su parador, por cierto muy bien reconstruido y confortable. El calor en Sigüenza en esta segunda quincena de julio era sofocante.

De aquí me fui a Soria, coincidiendo con la celebración de las fiestas de San Juan con verbenas y vaquillas incluidas. La gente lleva un pañuelo al cuello, tipo los "sanfermines". Comí buenas truchas con jamón y buenas cerezas. Celebré con ellos las fiestas y además con un “ simpático colocón" que pillé en una de las verbenas que duró hasta las tantas. ¡Qué bien me lo pasé!

Las fiestas son organizadas por las cuadrillas de los barrios. El Parador de Antonio Machado, por supuesto, no fue más que tímidamente aceptable. Me encantó la iglesia románica de Santo Domingo y más aún el maravilloso claustro del Monasterio de San Juan del Duero. Por cierto, el Duero se presenta bastante caudaloso para esta época del año sobre todo si se tiene en cuenta que nace a menos de 100 Km de aquí.

Recorrer la provincia de Soria es recordar a Antonio Machado: las inacabables extensiones de trigo y cebada, las suaves colinas y las choperas que acompañan al río con sus meandros. De Soria tomé la carretera de Burgos para detenerme en el impresionante Monasterio de Silos. ¡Qué belleza hay en este claustro románico! Desde aquí atravesé por una carretera de montaña hasta Nájera, rodeada de un precioso paisaje virgen y eminentemente castellano. La noche en el Parador de Santo Domingo de la Calzada, antiguo palacio de los Reyes de Navarra, resultó muy agradable tras una cena típicamente castellana.

Santo Domingo de la Calzada no tiene mucho interés, salvo su catedral. En ella, sorprendentemente, tienen un corral con gallos que cantan continuamente. Al parecer hay una creencia religiosa sobre un milagro en el que intervinieron unos gallos. Me recuerda el vudú de Haití. ¡Qué cosas hace la Iglesia!

De aquí partí para Logroño y una vez más pude constatar que no tiene ningún interés. Creo que hay pocas capitales de provincia tan sosas. De tipismo: cero; de monumentos históricos: cero y de arquitectura ya no digamos. Dentro de la provincia visité Nájera y los monumentos de la zona: monasterios de Yuso y

Suso en San Millán de la Cogolla. Posteriormente no pude evitar detenerme en Burgos y recrearme, una vez más, en esa maravillosa catedral y en esa delicada Cartuja de Miraflores con ese interior tan trabajado de piedra y madera. El trayecto en coche, sin a.a., entre Logroño y Burgos y de aquí a Cervera del Pisuerga lo recuerdo como algo realmente tortuoso. Pasé la noche en su Parador y por la mañana pude disfrutar de las maravillosas vistas que tiene, dada su buena ubicación y, por otra parte, visité el pueblo que me encantó por sus casas blasonadas, sus soportales formados por columnas de madera “algo podrida", su tipismo y la maravillosa carne que comí en casa de Alberto. Localicé, creo, la casa de unos amigos que veranean por allí.