Laos 98
Noviembre de 1998
Generalidades: Se trata de un país relativamente pequeño, para esta zona del mundo, pues sólo tiene una superficie equivalente a la mitad de la España continental y su población es todavía más pequeña: 4,5 millones. Se puede considerar una nación muy pobre, algo así como el doble de pobre que la India o que los países africanos tercermundistas. Los comunistas y el budismo parecen haber contribuido.
La renta per cápita es de 300 US$ cuando en España, por dar una referencia, es de 14.500. Laos consiguió, en 1.955, una cierta autonomía de Francia y en 1.975, en plena euforia comunista, quitaron al rey y se hicieron independientes llamándose: República Popular de Laos. Como siempre a las dictaduras socialistas les encanta colocarse la etiqueta "democracia" en el nuevo nombre. Así ocurrió con la República Democrática de Alemania y muchas otras.
El caso es que ha pasado casi un cuarto de siglo y aquí están los dirigentes comunistas, "con una cara tremenda", aguantando el tipo, cuando se ve que el sistema ha fracasado rotundamente.
La gente no se atreve a abrir la boca para hacer comentario alguno sobre el gobierno… Y no será porque yo no les tiré de la lengua... Pues no hay tu tía. Ni palabra. Esta es, también, la historia de Vietnam. El caso es que uno se pregunta, ¿cómo puede acabar esto? No es creíble que desde dentro se pueda deshacer este entuerto, aunque sólo sea porque ya no quedan países comunistas y porque los resultados, que están a la vista, han sido malísimos o desastrosos. ¿Habrá algo más vergonzoso para un partido trotskista-leninista que tener un 45% de analfabetismo? Si algo bueno tienen los sistemas comunistas es precisamente la cultura ¿Y qué decir de los 50 US$ que te piden para hacerte el visado en el aeropuerto?
La capital, Vientiane (Viangchan), con una población de 500 mil habitantes, apenas tiene calles asfaltadas. Cuenta con una bonita pagoda dorada, bastante original, y un par de templos que, aunque no lucen el colorido de los de Tailandia, si tienen una arquitectura mucho más atractiva y de mayores dimensiones. A mi me gustan más. Uno de ellos contiene unos 2.000 budas de todo tipo y tamaño.
El idioma oficial es el laosiano. Hasta hace unos años estudiaban algo de francés, por tratarse de una excolonia francesa, pero ahora estudian más el inglés. Algo así como el 98% de los laosianos son budistas y además muy buenos creyentes y practicantes. La unidad monetaria es el Kit que equivale a 0,04 pts, (4 céntimos), y que nadie quiere fuera del país. En cuanto al clima se puede decir que es muy caluroso todo el año y con mucha humedad.
La riqueza agrícola está formada por: arroz, tabaco, bananas (malísimas), soja, madera, etc. En cuanto a la minería tiene algo de carbón y estaño.
La energía eléctrica es toda hidráulica. El transporte de mercancías se hace por el río Mekong pues por carretera sería casi imposible dadas las pésimas condiciones en que se encuentran las mismas. El río pasa por la capital de Laos con aire de prepotencia. Es enormemente caudaloso y amplio. Tan pronto se deja la ciudad aparece el campo de los verdes arrozales. La fruta es tan mala como en Tailandia.
Los chequeos de la policía son serios y detallados. Ocurren en cualquier parte. Cambiar de provincia es como cambiar de país: te paran, te piden el pasaporte y te lo sellan. ¡Increíble!
Además Laos es tan barato que cambié 20 US$, para pagar comidas y gastos extras, y no fui capaz de gastármelos ¡INCREIBLE!
El partido ha decidido, igual que hacían los rusos, crear unas agencias de viaje con algo de capital privado, para no avergonzarse al tratar con países libres, y así dar mayor agilidad al turismo. La burocracia que exige el gobierno es tan severa que estas "compañías" funcionan muy mal. Por lo que observé están entrando al país unos 50 turistas diarios.
La comida no es de mi gusto. Se parece a la vietnamita, que tampoco me gustó cuando estuve en Vietnam. Quizás la base de la misma esté en la cocina china del campo. Por supuesto el arroz es la base de toda ella. Siempre viene acompañada con unas verduras, especie de grelos gallegos, que tienen muchos tallos. No hay pan, ni alcohol. Siempre agua. He bebido su cerveza y es agradable, muy suave. En sus mercados he visto cientos de productos agrícolas, tales como: verduras, legumbres, etc., que no había visto en mi vida. Igual me pasó en China y Vietnam. Pero lo que sí reconocí fueron las ratas a la parrilla que son muy apreciadas aquí. Perros no hay en ninguna parte pues se los comen.
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Las gentes son muy menuditas, como todos los orientales y tampoco son muy atractivos, ni ellos ni ellas. Parecen pacíficos, amables y sonrientes hasta entre ellos mismos.
La escritura laosiana es muy parecida a la Thai, como lo es el campo, los bonzos, los búfalos, etc., son países con una cultura común.
Aquí, en la capital, visité los templos de Wat Si Saket y Pha That Luang, Haw Pha Kaeo etc., todos de un cierto interés.
LUANG PRABANG: Desde Vientiane volé en una avionetilla de hélice, de la época de los godos, a la que no le funcionaba el aire acondicionado, amén de otras carencias. Creo que perdí dos kilos de peso de tanto como sudé. De entre los doce pasajeros, dos personas iban desvanecidas.
El paisaje que contemplé a través de mi sucia ventanilla, (a lo largo de unos 400 km.), era muy verde, lleno de bosques y arrozales. Ríos de grandes dimensiones, con sus correspondientes afluentes, lagos, etc., salpican los valles y vaguadas formados entre unas cadenas de montañas y otras. Estas están cubiertas de bosques muy densos, algunos casi selváticos. Ahora comprendo por qué me dijeron que tomara el avión pues por la carretera tardaría día y medio. Este país es muy montañoso y, repito, con carreteras malísimas.
La ciudad de Luang Prabang, fue la capital de Laos hasta que, en 1975, los comunistas quitaron al rey y nombraron a Vientiane como nueva capital. Se trata de una ciudad pequeña: 50.000 habitantes, pero con mucho atractivo debido a haber vivido aquí la familia real durante muchos años; hay palacios y templos preciosos. Luang Prabang es más bonito, con más colorido, más fresco… etc. He visitado los templos de Wat Visoun, Wat Mai, Wat Xieng Thong, el Palacio Real y el Museo Nacional. Por supuesto, también he visitado los mercados, los lugares públicos, la zona del puerto fluvial, etc. Tanto los templos como el Palacio Real son una maravilla. Todo: paredes, columnas, techos, etc. están esculpidos a mano. Los albañiles, verdaderos escultores, ponen primero la pasta de mortero de cemento y arena y antes de que fragüe del todo, con una cuchilla especial hacen flores, olas, flecos, adornos, etc., vaciando el mortero y dejando esculpidos unos dibujos preciosos. Cuando el mortero está bien seco se pone púrpura dando un resultado espectacular.
Durante 2 días navegué por el Mekong, aguas arriba de Luang Prabang. Por este medio fluvial, lleno de actividad, se exporta madera a China y se importa maquinaria sencilla para la agricultura. Como la época de lluvias está tocando a su fin, los campesinos aprovechan la ribera, que ha estado inundada durante el período de lluvias y, sobre el lodo que han dejado, plantan verduras y hortalizas. Algunas personas buscan oro y, más o menos, se ganan la vida. A ambos lados se levantan grandes montañas o altos acantilados. La vegetación es, en ocasiones, selvática. El barco paraba de vez en cuando y aprovechaba para visitar poblados de pescadores. En uno de ellos vi cómo hacían el Arrack, alcohol de arroz de 50 grados. Salvo en Vientiane, en el resto del país, eminentemente agrícola, se trabaja 7 días a la semana. Sólo descansan el día de la fiesta del pueblo. La anchura del río es muy variable, entre 200 m. y más de 1 km. He tenido mal tiempo y las fotografías no han salido muy bien. También visité una antigua cueva en donde se guardan más de 2.000 pequeños budas. Sólo se accede a ella desde el río. Un afluente del Mekong, el Khan, atraviesa la ciudad de Luang Prabang.
Un espectáculo muy interesante es ver cómo sobre las 5:30 de la mañana los monjes dejan sus monasterios y, como hacía el propio Buda, van recorriendo las calles del pueblo con un recipiente en las manos para que la gente, que lo desee, les ponga comida dentro. Si no les dan nada, pues no comen nada. Son muchos los monjes pidiendo y no suele haber comida para todos ¡Deberían hacer lo mismo los curas de nuestro país! La austeridad de los monjes budistas es indescriptible.
Hace unos años Laos era denominado el país de un millón de elefantes. Ahora ya casi es imposible verlos. Todo cambia. Quizás vuelva otra vez por aquí. La gente es muy humilde, amable y tímida. Parecen haber sufrido un duro castigo y su aspecto es el de una persona acobardada. Así se las gastan estos partidos totalitaristas. Los universitarios tampoco se atreven a manifestarse ni a decir nada. El silencio es la prueba del miedo.
Cuando dejé Luang Prabang, unos bonzos me pusieron unas cintas de algodón en las muñecas, me dieron a comer una tarta de arroz dulce y me regalaron una olorosa flor amarilla adornada con hojas. Toda esta ceremonia la hicieron al tiempo que se ponían de rodillas y me deseaban buen viaje y que regresara, algún día, a su país. Fue algo muy bonito. Que así sea.
Pues bien, hasta otra Laos.