Cornisa Cantábrica 94

En un principio no era mi intención incluir en “sabinoelviajero.com” los pequeños viajes hechos por España y por los países europeos más conocidos, dado que estos están a la altura de cualquier viajero. Me decidió, el hecho de pensar que alguna fotografía pudiera ser un documento de interés para algún seguidor de la web.

Año 1994

Hacer un recorrido a lo largo de las montañas que conforman la frontera de España con el mar Cantábrico es un agradable goce que el viajero debe repetir en diferentes épocas del año. El otoño con esos colores ocre-amarillentos de su bosque templado; el verano, verde, agreste y con unos extensos valles salpicados por pueblos pintorescos, riachuelos de montaña y siempre con una temperatura agradable; el invierno: los lugares nevados que añaden belleza a las montañas y que, con diversas instalaciones de esquí, pueden ser objeto de vacaciones blancas y de horas al lado del calor de la chimenea y del buen yantar.

Voy a ir relatando mis distintos viajes y recorridos por esta agreste cornisa y descender, de vez en cuando, al mar, a ese Cantábrico duro y cabreado que con una fuerza increíble azota los acantilados de la costa española y, además, iré visitando los protegidos puertos donde se guarecen los barcos de pesca.

En esta primera parte, comencé en Cervera del Pisuerga, que es un agradable pueblo de montaña al norte de Palencia y próximo a Santander. De aquí conduje hacia Potes en un soleado día: al fondo se veían los picos de Europa mientras descendía por el puerto de Piedrasluengas que se presentaba salpicado de casitas y vacas pastando, montañas puntiagudas y verdes valles. Potes es un pueblo muy turístico por el que hay que pasar de largo.

De aquí a Fuente Dé, por una agradable y típica carretera. Pernocté en su Parador. Por la mañana temprano tomé el funicular que me llevó a los mismísimos picos de Europa; hice una larga excursión por ellos y al caer la tarde descendí para cenar en un bar un menú de truchas recién pescadas.

Continué y descendí por el desfiladero de La Hermida para llegar a Panes (Asturias) y de aquí a Arenas de Cabrales donde me puse “morau” de sidra y “quesu”, siguiendo después a Poncebos y el Naranjo de Bulnes.

Me tomé 2 días para hacer la típica y larga excursión asturiana del desfiladero del Cares. Del radiante sol pasé al “orballu” y dejé la zona de los Picos para hacerla en otra ocasión, continuando hacia la antigua y preciosa villa de Santillana del Mar, cuidada y restaurada. Pasé por algunos puertos de Santander, tales como San Vicente de la Barquera, Santoña, etc. y hasta me acerqué a Laredo.

Regresé, bordeando el mar, en dirección a Galicia, deteniéndome en Asturias: Llanes, Ribadesella, Cudillero etc. donde la lluvia no me impidió disfrutar del tipismo de estas villas portuarias ni del riquísimo bonito que hay en estas fechas. Después vino la pacífica villa portuaria de Luarca y, finalmente, Ribadeo a través de cuyo pueblo ribereño dejo Asturias para entrar en Galicia, objeto de otro viaje que relato aparte.