Montenegro 17

Mayo de 2017

Mi primera visita fue allá por el año 1977, dentro de un amplio recorrido que hice por la extinta Yugoslavia, y la segunda tuvo lugar hace 11 años, en el 2006, durante las elecciones que darían lugar a su separación unilateral del estado de Serbia-Montenegro para convertirse, exclusivamente, en Montenegro por un lado y Serbia por otro.

Fue muy emocionante esta segunda visita pues contemplé la euforia de un pueblo que quiere, finalmente, ser totalmente independiente y ver el deseo de las jóvenes de entrar en un añorado sistema capitalista que les permitiría tener tiendas con ropa bonita, libertad para vestir, libertad frente al hombre, al trabajo, a la vida. A ellas se las veía más interesadas que a los hombres pues estos querían seguir con las costumbres serbio-rusas, con sus chupas de cuero negro, sus jerséis de cuello cerrado y sin camisa ni corbata…algo así como lo que pasó en Serbia o en Ucrania tras la liberación de la URSS en el año 91.

En esta ocasión me encuentro con un país más adelantado, deseando entrar en la Comunidad Europea, con una renta más decente de unos 8.000 dólares (España actualmente 30.000) y una población nacional que ronda los 600 mil habitantes. Se trata de un país diminuto, muy pequeño, con una superficie un poco mayor que la de Asturias. La esperanza de vida no pasa de 75 años y el paro remonta el 20%. El único idioma oficial es el montenegrino a pesar de haber en la población un 30% de serbios. Hay como un 80% de ortodoxos y un 20% de musulmanes. Casi no hay analfabetismo y tienen algo más de 2 médicos por cada mil habitantes. Producen suficiente energía eléctrica y tienen algo de carbón, aluminio, plomo, etc. El campo produce lo suficiente para cubrir sus necesidades. El turismo juega un papel muy importante en su economía.

Llegué a él saliendo desde Croacia con coche de alquiler y entrando en Herzegovina tras las consabidas fronteras. Conduje dentro de Herzegovina, país muy montañoso y verde, cuyos paisajes disfruté hasta llegar al pueblo de Trebinje y, tras visitarlo y comprobar su poco valor, continuar unos 30 km más para llegar a la frontera con Montenegro. Se ven bosques poblados de una especie de roble que no alcanza a tener un gran desarrollo. Todos estos tortuosos itinerarios entre países no suponían problema alguno en época del famoso dictador Tito, que dominaba una Yugoslavia unificada; ahora se pasa uno el día cruzando fronteras…en fin, finalmente entro en Montenegro. Era media mañana y ya había cruzado 4 fronteras. Bellos paisajes montañosos, agrestes, verdes y con caudalosos ríos. Las carreteras son muy estrechas…y como dicen ellos mismos con cierta sorna: “se trata de un carril de doble dirección”…

Aunque en el año 2006 los montenegrinos se separaron de Serbia, es el día de hoy que los serbios que viven en Montenegro, en Bosnia, en Herzegovina, en Croacia, etc. siguen poniendo la bandera Serbia en su casa, en su finca o en su barrio, a pesar de que se originó una cruel guerra entre ellos. Diría que los serbios son muy peleones y no se amedrentan ni aun estando viviendo en países enemigos y que, por cierto, son unos cuantos.

En mi camino hacia la capital Podgorica, intenté visitar el monasterio ortodoxo de Ostrog pero estaba cerrado. En Montenegro los límites de velocidad en las carreteras son bajísimos, casi siempre a 60 km/h y se debe a que los montenegrinos son muy bebedores y conducen a grandes velocidades.

Me gustó mucho volver a la capital Podgorica. Su parlamento, su universidad, sus amplias y arboladas avenidas, sus esculturas de bronce por doquier, su lúcida catedral ortodoxa que constituye la pieza más interesante para el viajero, sus rincones de bares y restaurantes, sus parques, sus jardines…y últimamente sus tiendas con ropa de marcas…

Ellos ya no llevan ni la chupa ni el jersey negro de entonces, han imitado a las chicas y evolucionado en el sistema capitalista y europeo. Ahora son tan snobs que algunos bares no tienen la cerveza del país, que es buena y barata, y solo te ofrecen las de importación. Increíble la rapidez con la que cambian los países.

Doy fe de que tienen buenas verduras y de que cocinan muy bien el arroz. Tras pasar un día en Podgorica, descendí con el coche, y muy lentamente, al mar. El itinerario es muy montañoso y finalmente y de forma casi súbita, las montañas se entregan al mar dando nuevamente lugar a carreteras muy pronunciadas, con muchas curvas y muy peligrosas. Por supuesto soportando múltiples y largas paradas debidas a obras en la carretera y que, por cierto y a pesar de lo comentado, es la mejor que tiene el país.

Llegué a la costa y la disfruté detenidamente. Tiene un gran parecido con la famosa costa dálmata de Croacia: islas, bahías, ciudades medievales, marinas con yates de alto standing, en fin un placer recorrer esta zona tan turística de Montenegro. Por aquí ha habido un importante grupo inversor ruso que, al parecer, utilizaba dinero negro, y que se dedicó a construir bloques de apartamentos, hoteles, urbanizaciones, etc. todo ello fuera de ordenanzas municipales por lo que actualmente todo está abandonado y no venden nada. Tiene un aire decrépito.

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El puerto y la ciudad medieval amurallada de Kotor es quizás lo más destacado de esta costa montenegrina. El pueblo costero de Budva, la preciosa isla de Stefan, etc. son otros pequeños lugares a visitar. La muralla de Kotor es realmente una buena obra medieval en muy buenas condiciones. En su interior y quizás en pequeño, hay una catedral, unas ocho iglesias y por supuesto unos diez palacios como el del Drago. Las calles, plazas y edificios, son todos de piedra caliza y están en condiciones inmejorables. Hay también edificios militares, institutos, una central eléctrica, una prisión, etc.

En las carreteras en obras, muchísimas por cierto, es muy normal, tanto en Montenegro como en los demás países de la antigua Yugoslavia, esperar en tu coche con el motor parado, a que acaben de cargar camiones y camiones con los productos de la excavación. Las carreteras en obras no las desvían, los coches esperan lo que haga falta y no se hable más.

Quiero hacer la observación de que tanto el serbio como el croata y tanto el montenegrino como el bosnio, etc. no son ni más ni menos que el mismo idioma, aunque hablado con matices diferentes según los diferentes lugares. Es algo así como el catalán, que también se habla distinto según el lugar: leridano, ampurdanés, ibicenco, etc. Pero no nos confundamos con otros países de la antigua Yugoslavia, como por ejemplo el macedonio, que se parece al búlgaro, o el kosovar que se parece al albano, etc.

Curiosamente, en Montenegro, que no pertenece para nada a la Unión Europea, se ha establecido como moneda única el euro; algo así como haría Cataluña en el hipotético caso de abandonar España. En los países del entorno de Montenegro se suele hablar de lo poco trabajador que es el montenegrino; por ello incluyo una foto de los graciosos 10 mandamientos que se les atribuyen.

Pasé un día más por la costa montenegrina y a continuación y lentamente me fui yendo poco a poco hasta Dubrovnik donde tras pasar la noche madrugué y partí hacia Bosnia-Herzegovina.

Hasta otra