Mongolia 98

EL VIAJE: SEGUNDO DÍA

Comenzamos a recorrer el desierto, siguiendo la rodada o rodera de otros vehículos, adentrándonos unos 300 km dentro del mismo. No hemos visto un solo pueblo salvo al final de ese trayecto en el que había cuatro casas con el nombre de Mandalgobi (centro del Gobi). El recorrido lo hicimos a una media de 31 km. /h lo que no está mal. Por el camino veíamos, a lo lejos, los rebaños de caballos, ovejas, cabras, vacas y algún que otro pastor nómada cerca de su Ger, o Yurta. Nos detuvimos a pedirles agua caliente para poner en los spaguettis, ya preparados, que llevábamos. Fueron muy amables y nos invitaron a comer sopa y té con leche de yegua que todo el mundo toma, al menos cinco tazones diarios, en esta parte del país. También nos vimos obligados a tomar un queso muy fermentado de yegua. Fuera llovía y hacía frío. Dentro del Ger la estufa-cocina estaba en marcha y hacía un calorcito muy agradable.

La gente es muy hospitalaria, abierta y simpática. ! Que orgullosos estaban de tenernos en su Ger! Además lo tienen todo muy limpio y ordenado. La cocina-estufa está siempre encendida: día y noche, invierno y verano. Ésta la alimentan con la boñiga de las vacas y de los caballos como único combustible.

El Ger tiene forma circular y la cubierta acaba casi en punta. Está formado por un esqueleto de ramas o listones de madera, recubierto con una especie de manta de lana de oveja, como aislante térmico, y después lleva una especie de toldo por encima, dejando una puerta de entrada, que siempre mira al sur, y un orificio en el techo para sacar la chimenea y para ventilación. El poste central del Ger no debe de tocarse mucho pues trae mala suerte. A la puerta siempre están atados los caballos de cada miembro de la familia, incluidos los de los niños. La superficie es de unos 15 a 20 m2 y en ella ha de caber toda la familia.

El desierto del Gobi no es lo que la gente piensa; tiene una vegetación a base de hierba muy cortita, especie de estepa, y preciosas y suaves colinas en forma de ondas muy tendidas como en el Kalahari, de color verde. No hay ni un solo árbol, como es de suponer, pero si muchos rebaños de camellos, cabras, vacas, ovejas y caballos. También se ve algún Ger de tarde en tarde. Existen algunos pozos de agua para el ganado, la cual sacan a mano pues están a muy poca profundidad, además no hay corriente eléctrica. Las verdes praderas tienen distintas tonalidades y el cielo un tono azul claro pastel. La mezcla de estos colores suaves resulta muy agradable.

Hacer 300 km. sin cruzarse con un solo coche y sin pasar por un solo pueblo te hace pensar en el problema que supondría una avería. Se ven cuervos gigantes, vencejos de tono marrón con manchas blancas, ratones, liebres, martas, saltamontes voladores que cubren grandes distancias, gacelas de cola negra, etc.

Por supuesto hay águilas de color marrón y buitres gigantes de color negro. De tarde en tarde, aparece en lontananza un jinete montando uno de sus pequeños, pero fuertes, caballos. Entonces el jinete decide presumir de caballo y se pone a galopar, a todo lo que da el animal, para intentar correr o ganarle al jeep.

Los caballos son muy veloces y podrían hacerlo en algunos momentos. Después nos saludan desde lejos como diciendo hasta otra. ¡Como se tienen que aburrir por aquí, solos! Siempre llevan una larga pica en cuyo extremo tienen un lazo. Parecen gauchos.

A la entrada de nuestro primer pueblecito, situado en medio del desierto, nos invitó una familia a entrar en su Ger a tomar un té con leche. La familia comenzó a sacar las ropas de fiesta y disfrazaron a mi hijo Agus poniéndole, también, un largo cuchillo de fabricación casera decorado con adornos de plata. Agus estaba muy chulo. Yo hice como que comía su fuerte queso para no desairarlos.

El pueblecito tenía una especie de "fonda" para que pernoctaran los que atraviesan el desierto. Aquello era horrible y asqueroso pero conseguimos conciliar el sueño. Nos lamentábamos de no haber podido quedarnos a dormir en algún Ger con los pastores, pues habría estado más limpio. El pueblo parece fantasma: nadie por la calle, las casas vacías, viento del desierto constante, nada de iluminación,... etc., etc. La "fonda" parecía haber sido la casa del pueblo en época comunista. El frío y el viento de arena duraron toda la noche.

Las gentes que nos vamos cruzando me recuerdan las del Tíbet o las del altiplano Andino: ojos rasgados, pómulos prominentes, y muy enrojecidos, ropas coloridas, timidez frente al extranjero, etc., etc. También me recuerdan los gauchos, la Tierra de Fuego de Argentina, los nativos de Groenlandia, o los esquimales de Alaska. Parece que algo tienen en común.

¡Que sorpresa me he llevado con el Gobi! Solo un 3% es de arena... El resto está cubierto de un manto de hierbecilla y algún que otro pequeño arbusto. Después, al ver los rebaños pastando, te parece Australia. Es una suave estepa o pradera muy dulce y acogedora.

De tarde en tarde aparece algún pequeño oasis que permite la vida de los rebaños y de los pastores nómadas. Hay un agradable olor a hierba y a plantas aromáticas con florecillas. ¡Me encanta la llanura, las tonalidades de los colores, el silencio, la inmensidad, las colinas, etc.!