Samoa Americana 99

Septiembre de 1999

Salgo de Barcelona, vía los Ángeles, coincidiendo en el hotel con José Borrell. Vuelo con AIR NEW ZEALAND. Volamos sobre Groenlandia que estaba, por supuesto, toda nevada. La amabilidad del piloto fue impresionante: pedí a una azafata que le preguntara qué compañía volaba a unas determinadas islas del pacífico e inmediatamente pidió información por fax y a los pocos minutos tenía todo lo que necesitaba saber ¡Seguro que un "comandante" chulo, de los que tiene Iberia, habría hecho lo mismo!

El salto a los antípodas se hizo largo. Afortunadamente los aviones iban medio vacíos y pude dormir cómodamente. En cualquier caso el cambio horario y el cambio de día te ponen mal el cuerpo. Al llegar a Fiyi dormí un par de horas y a las seis de la mañana desayunaba papaya, piña, etc., rodeado de flores y árboles tropicales. El viaje comenzaba.

Los fiyianos, con su típico saludo: ¡BULA!, siempre con ese buen humor que les caracteriza y sonrientes, contribuyen a que te encuentres bien en su isla. Son gentes honestas y sin malicia. Por el contrario la población de la isla, de origen indio (de la India), es mentirosa, falsa, seria, amargada etc. y tratan de sacarte el dinero como sea. Lamentablemente son los que dirigen los negocios importantes.

Vuelo a Samoa Occidental, mis islas favoritas del pacífico, para desde allí saltar a Samoa Americana. La primera vez que estuve en Samoa occidental (hace tres años) me habían desanimado para que no visitara Samoa Americana. Ahora, en este viaje, he comprobado que no era así.

Samoa Americana tiene gran belleza y no es cierto que haya sido estropeada. Las tradiciones samoanas están tan arraigadas en la población que las costumbres americanas no han podido con ellas. Adjunto a esta memoria la que escribí en octubre del 1996 para no tener que repetir los detalles de ambas islas.

Llegué a Samoa justo la semana que estaban celebrando la amistad con los extranjeros. Los tres hoteles que hay en las islas estaban llenos. Había concursos de pesca y no sé de cuántas cosas más. Yo a lo mío. Como era domingo, todas las madres estaban cocinando en el jardín de la casa, y lo habitual en ese día eran: cerdo o pollo, que asan entre piedras calientes. Sigo viéndoles felices, descalzos y sin propiedades, sin grandes sueldos, sin nada de nada. Todos iban guapos y de blanco para ir a misa, pues son muy creyentes y practicantes.

Efectivamente estas islas no son solo bonitas... son bellas, bellísimas. Aprendí que son los meses de Mayo, Junio y Julio los menos lluviosos y más adecuados para visitarlas. Samoa Americana es menos verde y con algunas zonas inaccesibles. No puede darse la vuelta completa a la isla pues las laderas de la montaña central (antiguo volcán) son muy pronunciadas. Tienen muchas palmeras y bananos. La vista aérea es muy bonita pues hay zonas de lagunas y diminutas islas. La moneda es el dólar americano y no el TALA, la moneda de Samoa occidental.

Entre las cosas curiosas: las mujeres, y también muchos hombres, se bañan vestidos. Esto ocurre mucho por las islas del Pacífico con influencia religiosa. Ellos suelen vestir a diario una falda con una camisa sin mangas. Ellas llevan vestidos muy floridos y de colores fuertes que les llegan por debajo de la rodilla.

La isla de Pago-Pago, Samoa Americana, está muy cuidada. El nivel de vida es más alto que el de la otra Samoa Occidental. Alquilé un coche con chofer femenino. Era la única conductora femenina que vi en ambos países. Por el contrario en Upolu, Samoa occidental, tuve un chofer "matai" de setenta y dos años que me contaba muchas cosas sobre sus tradiciones.

Me gustaron mucho las montañas de la isla de Pago-Pago. Son las típicas de las islas del Pacífico. Recorriendo el campo casi todo lo que en él se ve es: taro, ñame y tapioca. Las familias viven juntas: bisabuelos, abuelos, hijos, sus mujeres, sus nietos, etc. Comen todos juntos y se reparten el dinero. El "matai" es el jefe de la familia completa.

Se hace raro tener el sol por la parte norte y no por la parte sur, que es a lo que estamos acostumbrados nosotros, las gentes del hemisferio norte.

Regresé a Fiyi, pasé la noche en el hotel Raffles, próximo al aeropuerto, y por carretera fui al otro extremo de la isla para poder volar a Tuvalu. Sigo encontrando que una mitad de Fiyi no tiene nada de aire tropical mientras que la otra: verde y con vegetación densa, caña de azúcar, etc. si que lo es y resulta más agradable al visitante. Suva, la capital de Fiyi, no vale nada. Siempre paso de largo sin pararme.

Volveré.