Hungría-Budapest 17
Junio de 2017
Estuve en el país en el casi reciente 2012 así como en los años 1990, 1999 y 2004 disfrutando del precioso espectáculo que ofrecen las antiguas ciudades de Buda y Pest separadas por el majestuoso Danubio. Sus bellos puentes, el impresionante edificio del Parlamento, las iglesias, etc. que se contemplan desde el río recrean y hasta deslumbran a cualquier viajero que pase por el lugar. Es otra más de esas ciudades europeas adornadas y enriquecidas por el río. Aunque está en el Mercado Común, no está en la zona euro y tuve que cambiar a los florines húngaros. El cambio era de unos 306 florines por un euro, pero en tiendas y bares te lo pagaban a solo 250.
Hungría, que no llega a la quinta parte de la superficie de España, tiene unos 10 millones de habitantes, pero su capital se acerca a los 3 millones. La renta per cápita es de solo 14 mil dólares, no llega a la mitad de la de España, un nivel bajo para estar en Europa y no digamos lo lejos que está de la Europa del euro.
El nivel de vida es mucho más bajo que el de la República Checa desde donde entré al país, pero de indolencia e intento de timarte van a la par. Entré por tren, por supuesto con 3 horas de retraso, y el taxista, desde la estación, me pegó el primer timo haciéndome pagar 28 euros por un trayecto de unos 12 minutos hasta mi alojamiento en el centro.
Mi hotel, sin grandes pretensiones, estaba ubicado, creía yo, en una tranquila zona próxima al Danubio y al famoso Parlamento. Curiosamente, he aquí que esta zona parece haber sido elegida últimamente por la clase media alta como lugar de alterne y marcha nocturna; así que cuando llegué, alrededor de las 11 de la noche, había ambiente nocturno y bullicioso.
Durante los días que estuve en la ciudad y sus alrededores visité varias veces la Catedral-Basílica de San Stephen y su interior pues, he de reconocer que, además de su interés estaba justamente pegada a mi hotel. Este es uno más de los países que tienen su sopa Goulash como plato típico, además de muchos otros platos, todos ellos condimentados con su también típica paprika, especie de pimentón picante.
Caminé, hacia arriba y hacia abajo, su ancha y famosa Avenida Andrassy, que cruza la parte nueva de la ciudad desde el norte hasta el Danubio, y en ella contemplé la Casa del Terror, el Magnet Bank con sus originales bolas, las muchas embajadas que en ella se ubican, al igual que la Ópera (neorenacentista) y finalmente llegué a la Plaza de los Héroes. En esta última, llena de esculturas y símbolos dedicados a las siete tribus que fundaron el país, están también el museo de Bellas Artes y el Museo Nacional. Por ambas aceras de la mencionada avenida se contemplan edificios de bella arquitectura de finales del siglo XIX, época de esplendor del imperio Austro-Húngaro.
Si estás en Pest y deseas cruzar y subir a Buda es necesario, primero, cruzar tranquilamente el Danubio por el famoso Puente de las Cadenas. Después caminar cuesta arriba o bien utilizar el funicular que últimamente se ha construido para subir y bajar a los visitantes desde el río a la parte alta de Buda y que yo utilicé pues hacía mucho calor para subir andando.
Por supuesto, una vez en Buda, es imprescindible la visita al Castillo y más tarde acercarse al Bastión de los Pescadores, hermoso mirador desde el que se contempla toda la panorámica de Pest, la isla Margarita, etc. Recorrer las calles, contemplar la edificación, la estatua de San Esteban, etc., es algo obligado.
La delicada iglesia Mattias (Nuestra Señora) es una visita muy recomendable que te permite también hacer la típica foto del Parlamento desde el otro lado del Danubio; tanto su interior, como su estructura, decorado exterior y tejado son de gran belleza, como correspondía a la delicadeza de la época de su construcción. No hay que dejar de ver la Torre de la Magdalena ni las calles de su entorno con edificios de la arquitectura del XIX.
El Parlamento no es un edificio al que baste con contemplarlo a distancia. No. Debe uno acercarse, mirar detenidamente todos sus rincones, fotografiarlo desde distintos ángulos…en fin, recrearse en su arquitectura y delicadeza de formas, detalles y construcción. No es solo cuestión de ser el segundo o tercero de tamaño en el mundo, no, es que para mí es el Parlamento más bello del mundo, más exquisito en su delicado estilo neogótico.
Bien merece el viaje junto con la Catedral y el Danubio.
La calle peatonal Váci Utca es otra visita obligada pues es allí donde está el comercio, las cafeterías, los lugares de encuentro, etc. Hay en las proximidades un conocido café, llamado New York, almacenes de ropa y por supuesto muchas pastelerías. Paseando por la ciudad o bien por el campo, se ven los tilos, quizás sus árboles más conocidos y emblemáticos.
Hay una muy conocida pastelería, de nombre Gerbeaud, en la plaza de Vorosmarty, que cobra los pasteles entre 8 y 12 euros por unidad, así que 2 pasteles me costaron bastante más que el taxi al aeropuerto que está a casi 18 km de distancia de la ciudad. Al parecer el pastel que más fama tiene del país es la tarta de “dobos” que supone una mezcla de chocolate y caramelo.
Otros lugares agradables para visitar son: el barrio Jozsef, con casas señoriales y cafés de estilo modernista, la Academia de la Música, el Puente Petöfi, el puente Margarita, la Galería Nacional, el Águila Dorada (botica-museo) en un edificio neoclásico, más bien feo, el Palacio Real, la Sinagoga…etc. Siempre es agradable venir o regresar a ciudades con encanto y éste, sin lugar a dudas, lo tiene.