Menorca 94
Junio de 1994
En esta visita a Menorca, tras una larga ausencia como turista, pude comprobar, tristemente, que aquella islita tan verde, tan virgen, tan auténtica, se había convertido en seca, mal cuidada y turística.
Ya no he visto aquellos paisajes, casi asturianos, de verdes prados con vacas pastando, ni a los payeses que salían a la carretera para vender sus quesos y hasta te invitaban a que pasaras y visitaras su caserío o cómo elaboraban los quesos. Me refiero, sobre todo, a una visita que hice en el año 1970… después los helados “La Menorquina" cayó en manos de una multinacional americana y así, poco a poco, fue cayendo todo. "La pela es la pela".
Ahora hay turismo, mucho turismo y, lamentablemente, de poco ha servido el ejemplo del desastre montado en Mallorca. No han querido verlo y han permitido que lugares tan hermosos como Cala Galdana y tantos y tantos otros hayan pasado de ser paradisíacos para convertirse en casi repugnantes ante los ojos del turista que busca la belleza natural.
Por el contrario las ciudades principales han corrido mejor suerte. En Ciutadella se han arreglado fachadas, calles y lugares públicos y, yo diría, que está más cuidada que antes. Igual suerte ha corrido Maó cuyo puerto ha sido mejorado así como algunas calles y edificios singulares.
Resulta vergonzoso ver como pequeñísimas calas están rodeadas de enormes urbanizaciones formadas por diminutos solares de 400 m2 dando lugar al "hacinamiento" de los chalets. El dinero, una vez más, ha ganado a la naturaleza.
El hotel Port Mahón, en teoría de 4 estrellas, se ha quedado obsoleto y lo que en su día debió de ser un hotel de la" "belle époque" resulta “cutre” y algo incómodo y desagradable. También fue malísimo, a pesar de su enclave paradisíaco el hotel Gavilanes Sol en Cala Galdana. Las carreteras han sido mejoradas pero no suficientemente. El nuevo aeropuerto ha quedado muy bien y resulta cómodo y limpio.
Mi itinerario turístico comenzó en las inmediaciones del Aeropuerto (Cala Binidalí) y seguí en sentido contrario a las agujas del reloj, dando una completísima vuelta a la isla sin perderme cala ni puertecito hasta llegar, nuevamente, al punto de partida, donde tomé el vuelo de regreso a Palma.