Galicia-Miscelánea 14
Julio de 2014
Tras los años transcurridos desde mi última visita a esta ciudad, ahora la encuentro tremendamente comercial, mucho más de lo que siempre ha sido. Desde las tiendas, desde los restaurantes, desde cualquier establecimiento, llaman tu atención; te llaman para que entres y consumas. Pueden ofrecerte, en una bandeja, algo dulce o salado para que “piques” y te veas obligado a entrar o comprar. Algo realmente vergonzoso. Hasta los aparentemente buenos sitios emplean este o cualquier otro sistema o truco para ganarte. Hay que acudir a lugares muy populares, llenos de turismo barato, para encontrarse con algo así. Por supuesto, la amabilidad y la comida han ido a peor, a mucho peor.
La fachada principal de la catedral está, en estos meses, cubierta de horribles andamios, imprescindibles para hacer alguna limpieza o reparación; el interior siempre oscuro pero también siempre muy interesante con sus capillas de gran calidad e interés. Las fachadas no afectadas por el andamiaje siguen ofreciendo su maravillosa arquitectura. La visita bien merece el viaje, aunque sea desde muy lejos.
El barrio antiguo que rodea la catedral, todo él muy bien restaurado, tiene sus rúas empedradas y sólidos edificios construidos en el clásico granito común gallego. Abundan en ellas los soportales, que permiten caminar bajo la lluvia los que, formados por arcos de medio punto, añaden tipismo y carisma a la vieja ciudad; las altas temperaturas y el fuerte sol de estos días obligan a los turistas a caminar bajo ellos. No cabe duda de que queda demostrado que Galicia es tierra de grandes canteros...
La capital ha mejorado en los últimos años y ahora el barrio antiguo, siempre construido en piedra granítica, ha sido muy arreglado y restaurado; lugar de movidas nocturnas de la chavalería y de tabernas. El centro de la ciudad ahora parece más amplio con el parque y las consabidas construcciones de época de la poderosa Diputación.
Las márgenes del río Lérez han mejorado como también lo han hecho sus puentes; además la Alameda, la Capilla de la Peregrina, la iglesia de Santa Clara, etc. son muy agradables.
Hacía décadas que no regresaba a esta ciudad, la mayor de Galicia, la más industrializada, la que tiene el mayor puerto y del que, en el último siglo, se ha producido la mayor salida de emigrantes españoles a América. Ahora, mucho más limpia, ordenada, restaurada, etc. es un buen ejemplo de edificación urbana en piedra; edificios de igual altura y fachadas muy trabajadas en granito en las que hay decoraciones consistentes en arcos, esculturas, cornisas, remates, etc.
Además de visitar el castro, recorrer la calle Príncipe y el barrio viejo (la Piedra), los jardines de Elduayen, etc. he visitado la estación marítima, el puerto pesquero y, por supuesto, he paseado muchas horas por la ciudad, lo que es cansado, ya que toda ella está construida sobre colinas de gran pendiente. ¡No se ve una sola bicicleta!
Quizás le falte un poco de carisma a esta ciudad dado que, por una parte, tiene un pasado industrial y, por otra, el hecho de tener casi todas sus fachadas el mismo color gris del granito gallego y estar igualados los edificios en altura, siguiendo escrupulosamente las ordenanzas municipales, privan del colorido y variedad que tanto aportan a los ojos del visitante. Pero, no cabe duda, tiene bonitos jardines y un precioso y amplio paseo al lado del mar salpicado de barcos de todo tipo y hasta un Club Náutico en el que, disfrazado, pasé la noche de un carnaval hace de esto muchos años.
Navegué hasta las Islas Cíes para recorrerlas y contemplar la enorme belleza de este Parque Nacional. La del Norte, tiene la bellísima playa y dunas de Rodas, que la unen a la del Medio, en la que los pinares, helechos y faro le aportan mucho interés; después está la de Sur con la bonita playa de San Martiño. Las gaviotas, muy agresivas, se dedican al ataque de los bocatas y bolsas de los visitantes. En fin, un precioso y cuidado archipiélago difícil de olvidar y ejemplo a citar. Lamentablemente, en la isla Norte, hay un camping que afea y contamina el ambiente llenándolo, además, de un enorme gentío que llega con grandes maletones como si de un balneario de lujo se tratara...deberían, simplemente, demolerlo.
Conduzco por carreteras de segundo orden y paso por Carballiño, Ourense, donde, hace ya unas décadas, pasé las fiestas del pueblo en casa de un amigo que hizo la milicia universitaria conmigo. El pueblo ha mejorado mucho y su iglesia llamada Veracruz, ahora rodeada de amplio césped, mantiene su espectacular belleza. Si además, a su excelente vino do ribeiro añadimos su original monumento a los miles de emigrantes que salieron del pueblo, tendremos la primera imagen que ofrece. Por supuesto tiene restos de castros celtas, bien restaurados, orgullo del origen del pueblo gallego.