E. Árabes Unidos (los)-Dubái 16
Octubre de 2016
La primera vez que estuve en los Emiratos, Dubái, fue en el año 1974 camino de Pakistán, y la última fue en 2012 con mis hijos. Por el medio he estado varias veces más; recuerdo ahora una camino de Afganistán en abril de 2003. En esta ocasión llegué desde Isla Mauricio, en uno de esos futuristas aviones de Emirates con 86 filas y con capacidad para 800 pasajeros; con un gran confort y un ordenador con 500 películas y juegos alojado en la parte posterior del asiento delantero. Además tienes wifi gratis y resulta novedoso mandar wasaps sobrevolando el desierto de Arabia a 13 km de altura. Mi hotel, por cierto, con una oferta muy aceptable, estaba ubicado en el Dubái Creek, área en la que suelo alojarme pues es una lengua de mar del Golfo Pérsico que entra en la capital y me recuerda mis primeros viajes desde el 1974 al 1990, contemplando los barcos de vela que cargaban, y siguen cargando, mercancías con destino a otros países del golfo, a India, Pakistán, etc.
Los 7 emiratos que componen el estado Emiratos Árabes Unidos tienen una superficie un 20% inferior a la de nuestra pequeña Asturias y además casi todo es desierto. La población total es de 4 millones y Dubái solo tiene un millón. Por cierto que la capital de los Emiratos es Abu Dhabi, de tamaño similar a Dubái. Curiosamente, árabes solo son un 15%, pero los asiáticos llegan al 75% y el 10% restante son de varias nacionalidades. Musulmanes solo son un 60%, hindúes un 20% y el restante 20% cristianos y budistas. Su divisa, el dírham, cuesta 0,25 euros.
Recién llegado, salí a dar una vuelta caminando hasta el conocido embarcadero de Al Sabkha, así que crucé el Creek y salté a la otra orilla. Toda esta entrada de mar, con sus márgenes bien encauzadas, forma un puerto natural que no es otro que el antiguo de la época en que los Emiratos se llamaban la Costa de los Piratas. Esta zona está siempre muy limpia, con edificación muy moderna, a la par que conservando la antigua ciudad que no es otra que la vieja y medieval Dubái. Las zonas modernas de la ciudad, construidas en las dos últimas décadas, son casi futuristas y están a lo largo de varios kilómetros siguiendo un cierto paralelismo con la costa y el mar abierto. Para visitar estas nuevas zonas hay que desplazarse con el metro, también futurista, confortable y rápido, que discurre al exterior y elevado entre gigantescas torres de hoteles o apartamentos. Es como si fuera NY, pero mucho más moderno.
Los nativos, ellos siempre vestidos de un blanco impecable (pero con reloj y gafas muy caros) y ellas todas de negro dejando solo ver sus ojos (pero con bolsos y relojes también muy caros y nunca de imitación), solo componen una población pequeña. El resto, trabajadores extranjeros, principalmente orientales, componen la mayoría de los 2,3 millones de habitantes. Los Dubaitíes se distinguen por su atuendo y su exquisita limpieza o aseo. Hasta no hace tanto se dedicaban al negocio de las perlas. Después vino el auge del petróleo, que solo duró unas décadas, y ahora que ya se ha acabado, viven del turismo, de la fabricación de equipos domésticos, de la banca y de la construcción. Tienen un famoso cáterin que fabrica cerca de 200 mil comidas diarias y que da trabajo a unas 10 mil personas. Tienen una de las mayores compañías aéreas del mundo dotada de los mayores y más modernos aviones de hoy en día. Casi todos los dubaitíes son funcionarios y con un enorme proteccionismo estatal. Dubái es el mayor paraíso fiscal que tienen los asiáticos.
La injusticia social es impresionante; los trabajadores extranjeros, provenientes de India, Golfo Pérsico, Paquistán, etc. tienen sueldos y condiciones de vida ínfimos y sin apenas derechos, una auténtica esclavitud. Curiosamente en estos Emiratos Árabes la mujer no es mucho más longeva que el hombre. La renta por habitante es un 50% más alta que en España: 45.000 USD; claro que quizás en el cálculo haya una parte de la población que no se cuente. El desempleo es solo del 4% y afecta principalmente a las mujeres. El Emirato de Dubái, propiamente dicho, carece de petróleo y gas pero el resto del país lo tiene en abundancia. Los Emiratos, en su diminuto territorio, tienen más de 4 mil km de oleoductos.
Durante la noche una corriente de convección (terral) arrastra el fino polvo del desierto hacia el mar y debido a ello en las primeras horas del día aparece sobre la ciudad una ligera capa de polvo muy fino similar a una calima. No es harmatán porque no hay viento. Debido a ello todas las palmeras de la ciudad están cubiertas de una gruesa capa de polvo que las hace poco fotogénicas. En plazas y jardines, además de las muchas especies de palmeras, tienen jacarandas floreadas.
El Metro, que ya lo había disfrutado en otros viajes, es una maravilla tecnológica de una calidad impresionante: los mejores aceros inoxidables, espaciosas estaciones elevadas, accesos mecanizados muy cómodos, muy bien señalizado, amplios y modernos vagones... Tanto los precios del Metro como el de los taxis, ambos son muy asequibles para la población y del orden del 50% de los nuestros. Hay que decir también que la gasolina está a mitad de precio que la nuestra.
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Por otra parte el Zoo no vale nada de nada; me sorprendió que solo cobrasen 0,5 euros por la entrada…pero después dudé que lo valiera. Cualquier distancia a recorrer a pie, por cerca que parezca, es una pesadilla pues nunca es inferior a 1 km y dadas las altas temperaturas resulta sofocante. Y el nuevo centro Mercato, no es un mercado para nada sino un centro comercial decorado interiormente como una calle o un canal de Venecia, lleno de tiendas finas y caras. Visité la mezquita Jumeirah, actualmente en obras. Visité el Zoco del Oro en cuyas tiendas se ven enormes objetos de oro, tales como trajes enteros de mujer, gigantescos collares, etc. En este viaje no he podido fotografiar el Burj Khalifa ni tampoco otros altos edificios debido al polvo del ambiente a esas alturas. El famoso Dubái Mall, con todos sus atractivos, la amplia zona de la Marina con sus embarcaciones, paseos, edificios, su propio mall, etc. son lugares de visita obligada para el visitante. Dubái Internet City y el Hotel-Vela Burj Al Arab son también interesantes y otra visita que debe hacerse a pie es la inmensa Av. Sheikh Zayed, lo que supone caminar varias horas entre los más bellos y modernos edificios de la ciudad. Además, todo Dubái es un paraíso para los compradores compulsivos. Esta vez no me acerqué a la fuente de Dubái, que por cierto filmé hace unos años y está puesta en esta web, ni a la famosa Palmera ni entré en The World para contemplar el Mundo. Hay tantas cosas que ver que uno hace bien en no verlas todas, ya que así te apetecerá una próxima visita.
En cuanto al aeropuerto: La calidad de su construcción, lo espacioso del mismo, sus modernos servicios, sus cientos de ordenadores con internet gratuito, sus inmensas moquetas, los rincones especiales para niños, etc. etc. En cuanto a los fumadores, aquí disponen de amplísimos salones con tumbonas ergonómicas para cada fumador…en general yo diría que este aeropuerto bien podría ser el mejor del mundo en cuanto a espacio y comodidad. Y con 78 millones de pasajeros al año, es el tercero en tráfico mundial tras los 100 millones de Atlanta y los 90 millones de Pekín. Madrid ocupa el puesto 24 con unos 50 millones.
En estos tiempos el viajero con destino a cualquier punto de Asia, y puede que también al Índico Sur y Australia, se ve casi obligado a hacer escala en los Emiratos Árabes Unidos. Pues que bien, HASTA OTRA, QUE CREO SERÁ PRONTO.