Paraguay(el) 75
Nota.El reportaje fotográfico no ha sobrevivido muy bien al paso de los 35 años transcurridos desde la fecha del viaje al momento actual. Solo se han podido salvar media docena de ellas.
Agosto de 1975
Visitaba las inolvidables cataratas del Iguazú, en guaraní “agua grande”, que son un punto común y frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, cuando decidí entrar en este último país para visitarlo. El río Iguazú conforma unas cataratas que forman un espectáculo de mayor nivel que las del Niágara. Pueden visitarse en embarcación por el río, en helicóptero o a pie. Las visité de las 3 formas. Estuve dos días alojado en un hotel llamado “Las Cataratas”, ubicado sobre la orilla brasileña. En las inmediaciones de las cataratas la vegetación es muy densa y se convierte en una selva tropical.
Dejé la frontera de Brasil, estado de Paraná, y tomé un viejo autobús que me llevaría a Asunción, donde llegué 6 horas después. Fue el tiempo que necesitó el bus para recorrer los 200 km que me separaban de la capital. Se trata de un país pobre, muy pobre; poco poblado, ya que son 4 millones en una superficie la mitad que España, donde un general mantiene una férrea dictadura desde hace 19 años. Solo comen y pueden vivir los militares más una pequeña oligarquía muy poderosa que le apoyan. Asunción, la capital, con 600 mil habitantes, no es más que un pueblo grande de casas pequeñas. Me gustó su catedral, el parque, la gente…
Es todo tan barato que me permití estar en el mejor o único hotel decente de la ciudad: el Paraguay. A él acudían o se alojaban los mandatarios de otros países o la gente acomodada proveniente de alguna otra parte del estado. Un día, el general dictador, Stroessner, visitó el hotel, posiblemente para saludar a algún invitado, y su guardia le estuvo esperando con tres horas de antelación. Pasó por delante de mí e intuyó que, siendo extranjero, podría hacer algún comentario sobre él y su sistema de gobierno, por lo que me saludó afectuosamente. No me lo podía creer. De capitán para arriba todos tienen coche oficial y escolta. El sueño del campesino es que su hijo se haga militar, reenganchándose al hacer el servicio militar, pues de esta manera “hacen carrera”. Nadie quiere al maldito general salvo la alta burguesía y, por si fuera poco, el angelito se dedica con saña a matar comunistas y revolucionarios como si fueran conejos.
Me llamó la atención la fisonomía de la gente pues no parecen haberse mezclado con los españoles conquistadores, ya que mantienen puras sus facciones indias. Remonté el río Paraguay para visitar una reserva de indios Makas. Les compré un arco y unas flechas que emplean ellos para matar conejos y otros animales de caza. Me quedé muy sorprendido al ver que todo el mundo juega al fútbol, ya sea en la misma calle, en una plaza, en un solar o en un descampado. Es el deporte nacional y el que puede jugar el pueblo llano. Se habla el guaraní y el español. Los recuerdos típicos son: cuernos de vaca esculpidos y collares de semillas. La gente come con frecuencia un pescado llamado “surubí”.
La única ilusión o esperanza del pueblo está en la famosa central hidroeléctrica, ubicada en el río Paraguay, en la zona fronteriza con Brasil y Argentina la que, una vez construida, les permitirá exportar los megavatios que no utilicen, que será la mayor parte, y con los ingresos poder importar otros productos de necesidad o contribuir al desarrollo del país. Hay una colonia alemana formada por unos 3 mil agricultores que llegaron durante la guerra mundial y que tienen una cierta autonomía con sus propias leyes y costumbres.
Lamentablemente, la miseria que presenciaba, día tras día, me impedía disfrutar de esta gente tan hospitalaria como seria y tan digna como honesta. Tendré que volver, pasados unos años, para comprobar si el salto hidráulico salvó, efectivamente, de la miseria a estas gentes. Salí de Paraguay en avión hacia Perú, haciendo escala en Buenos Aires. En este aeropuerto, el peso argentino estaba tan por los suelos que, no pude evitar comprar una escultura preciosa, hecha en ónice, de la figura de un indio.
Hasta hoy, PARAGUAY.