Brasil (el) 75
Agosto de 1975
Esta es mi primera visita al Brasil: 16 veces mayor que España y de 100 millones de habitantes. Se trata de una república con 22 estados y un distrito federal. No todo en el país es la Amazonia frondosa, no. Tiene también algunas zonas esteparias y montañosas. En cualquier caso tiene un 60% del territorio ocupado por arbolado, que ya está bien. Se independizó de Portugal allá por el 1.891. Tiene un subsuelo rico: oro, diamantes, bauxita, cobre, uranio…y en sus tierras se cultiva: azúcar, café, cacao, tabaco, caucho…La nueva capital Brasilia, que por supuesto visité durante varios días, tiene solo medio millón de habitantes y es un verdadero compendio de arquitectura moderna que no se debe perder el viajero.
Añadiría otros datos de interés: que el Amazonas, con 6.300 km de longitud, tiene crecidas de 100 mil y 200 mil m3/segundo; que entre la población solo hay un 10% de negros pero, sin embargo, hay un 40% de analfabetos; que la ciudad que mantiene más restos de la época de la conquista de Portugal es Recife, en el estado de Pernambuco; que un 80% de todas sus gentes son católicos y que, dentro de la “república”, se esconde un régimen dictatorial que no permite el divorcio ni la huelga y que persigue ferozmente a los comunistas…ahí queda eso. Más que una república parece un franquismo a la brasileira.
Río de Janeiro es una preciosa ciudad que vive de cara a la playa. Nada menos que 5,5 millones suenan bastante felices y bullangueros. Sus maravillosas playas, de arena blanca y fina, de Copacabana, Leme, Flamingo… son el escaparate de una tanga que hace “verdaderos estragos”. Las jóvenes brasileiras, de hoy en día, son delgadas y de fémur largo lo que, posiblemente, propició el invento del tanga, el cual debemos reconocer les queda de ensueño…tuve suerte pues, apenas llegado del aeropuerto, me alojé en el Hotel Leme, frente a la playa que lleva su nombre, y no me fue mal en mis incursiones “solteriles”... ¡Qué suerte tuve! Las playas, en general, tienen un fuerte oleaje, mucha pendiente y resaca, lo que las hace peligrosas. Algo muy agradable en ellas es la piña tropical, que ellos llaman abacashi, de excelente calidad, que te venden a un precio irrisorio.
Mientras estuve en esta ciudad visité un “hospital de macumba” (vudú) adonde iban a curarse o ser tratados aquellos creyentes que tenían un padecimiento psíquico. Fue todo un espectáculo ver la gente entrando en trance. Las visitas turísticas obligatorias son las del “pan de azúcar”, el Corcovado, el estadio de Maracaná, Copacabana, Botafogo…y, por supuesto, no hay que olvidar los recuerdos: piedras, collares, máscaras de madera…Era invierno para ellos pero hacía calor y humedad. Por ello me pasaba todo el día tomando “vitaminas” que eran zumos naturales de papaya, piña tropical, aguacate, etc.
Río ocupa el centro de la enorme y preciosa Bahía de Guanabara (la mayor del mundo, tras la de San Francisco) dentro de la cual existen puertos, islas,(entre las cuales está la de Paqueta de dos kilómetros y sin circulación que resulta paradisíaca) y el modernísimo puente de Costa y Silva que la cruza. Es de lamentar que un buen tercio de la población de esta famosísima ciudad viva en favelas y gasten sus pequeños ahorros (o se endeuden) cuando llega el carnaval que desfila por Getulio Vargas. El nivel de vida es muy bajo y la prostitución está por todas partes pero el carioca sobrevive a pesar de los graves problemas y mira a la vida con el optimismo que suele aportar la indolencia.
Mi estancia de varios días en Sao Paulo fue muy agradable a pesar de su atmósfera muy contaminada y de sus hacinados 6,5 millones de habitantes que originan una trepidante circulación. He de decir que su ingeniería civil va por delante de la española, que su arquitectura actual es muy moderna y que es, quizás, la ciudad del Brasil donde el trabajo se toma en serio…Tiene un aire europeo que la hace interesante, culta y avanzada. Es distinta al resto del país pues hay un amplio número de razas y gentes que provienen de medio mundo y resulta diferente. Conocí a June, una chica de la universidad, y además visité el interesante instituto Butantan donde se investiga sobre antídotos para picaduras venenosas.
Creo que la mejor obra de arte de Sao Paulo es la escultura de los “Bandeirantes”, personajes muy importantes que fueron conquistando territorios selváticos para el país. Las aguas de la ciudad se vierten en un lago donde son depuradas de forma natural para, posteriormente, ser utilizadas otra vez para el abastecimiento de la ciudad.
De aquí salté a las inolvidables cataratas del Iguazú, en guaraní “agua grande”, que están a casi 1.000 km al sur de Sao Paulo, en el estado de Paraná, y que son un punto común y frontera entre el Brasil, la Argentina y el Paraguay.
El río Iguazú ofrece unas cataratas de unos 80 metros de altura que forman un espectáculo de mayor nivel que las del Niágara. Pueden visitarse en embarcación por el río, en helicóptero o a pie. Las visité de las tres formas. Estuve dos días alojado en un hotel llamado “Las Cataratas”, ubicado sobre la orilla, que había sido una antigua hacienda y que tenía un rancio mobiliario de gran valor. En las inmediaciones de las cataratas la vegetación es muy densa y es necesario el uso de machete para caminar por ella.
Dejé el Brasil, saliendo en dirección al Paraguay por carretera, mientras pensaba que tendría que volver varias veces para poder visitar este inmenso país.
¡Hasta otra!