Argentina-Glaciares y Cataratas 09
Octubre de 2009
Desde los ochenta he visitado el país en diversas ocasiones, algunas de ellas simplemente de paso para la Antártica. Siempre la he encontrado bajo alguna crisis económica. Argentina, además de las crisis a nivel mundial o global, tiene sus propias crisis que son, además, profundas y frecuentes. Resulta difícil creer que esto le ocurra a un país rico, preparado y con una población que se acerca a los cuarenta millones.
Buenos Aires se ha ido desarrollando, también, siguiendo las mencionadas etapas económicas. Me ha tocado ver etapas de abandono urbanístico y otras con desarrollos sorprendentes en algunas zonas específicas de esta gran capital. En general, en este viaje, he visto una remarcable falta de limpieza de las calles, mal estado de las aceras y deficiente mantenimiento de las edificaciones y lugares públicos.
En esta ocasión, cuando el invierno les acababa de dejar hacía menos de una semana, amaneció con un sol resplandeciente y con una temperatura tan agradable que media ciudad se tumbaba al sol sobre la hierba de los amplios parques... ¡no podía creérmelo! Después me dijeron que se debía a que era el único día de verdadero sol que habían tenido en el crudo invierno. Aproveché para recorrer, una vez más, Puerto Madero, La Boca, Caminito, etc. como he hecho en todos mis viajes. Pronto llegó el frío y la lluvia…y yo me “largué”.
Visitar Bariloche, capital argentina de la nieve, del esquí, de los Andes... en estos primeros días de primavera me resultó un poco decepcionante: no hay nieve y la estepa cubre miles de km cuadrados y el aspecto que ofrece es, lógicamente, estepario. Ni árboles, ni arbustos, nada. Solo hay un sol que calienta. El cambio climático o el calentamiento global o, simplemente, el ciclo climático, parece haber afectado el paraje que rodea la ciudad, hasta el extremo de que ni siquiera ha nevado este invierno. ¡Increíble!
Por otra parte, se mantienen los lagos con sus bellas islas, los teleféricos y las cumbres nevadas de los agrestes montes que conforman la cordillera andina. La capital, en sí misma, no ha sido construida siguiendo una normativa que le diera un determinado carácter o tipismo. No. La anarquía urbanística parece haber sido la norma dominante. Por ello cuando no hay nieve aparece la "verdad" urbanística y deja a la ciudad lejos de lo que existe en lugares como los Alpes caracterizados, éstos, por la belleza de una edificación en piedra, con aleros de madera, tejados inclinados, etc. Lo que queda al descubierto de Bariloche son sus horribles tejados de “uralita”, sus malas aceras (veredas) hechas por cada vecino con materiales distintos, con enormes escalones de una casa a otra…en fin, nada muy estético.
Con un sol precioso, casi igual suerte corrió El Calafate, ya cerca de Tierra de Fuego, donde “las veredas” son también un desastre y miles de perros, con o sin hogar, andan sueltos por las calles en las que, frecuentemente, son atropellados por coches y motos. Se ven muchos perros cojos y con patas amputadas. Lamentable. No había regresado desde los años ochenta y he encontrado la ciudad muy desarrollada, con un número de hoteles multiplicado por 50 y con muchísimo turismo. Los cuatro viajeros de entonces teníamos que recurrir a unos vuelos militares sin horarios fijos, a unos pequeños aviones y a unos valientes pilotos de la guerra de Las Malvinas etc. para poder llegar aquí.
También en mi anterior visita, pude sentarme sobre una roca al pié del famoso glaciar Perito Moreno y deleitarme con su belleza. Ahora, tras más de 20 años, tienes que verlo desde una pasarela a 300 m de distancia. Antes no se pagaba al entrar en el parque y la carreterita era una pista sin asfaltar; éramos muy pocos los viajeros y había un diminuto barco para ver el glaciar desde el lago…ahora pasan cientos de autobuses diarios, se pagan 12 € de entrada por persona, hay cafetería, restaurante, unos 30 barcos de grandes dimensiones… lo han “machacado bien”. En cualquier caso, no han podido con la descomunal belleza del glaciar que sigue brillando con luz propia. Por una vez no han ganado, todavía, los desarrollistas. Recorrí el Lago Argentino para disfrutar del espectáculo de los glaciares que allí vierten.
Las farmacias de El Calafate, otra cosa pintoresca también, se caracterizan por vender de todo: ropa de señora, equipaje, recuerdos, juguetes de niño, etc. etc. Las medicinas, que las venden por pastillas sueltas, son de tal precio que, al calcular uno mismo lo que supondría la caja entera se queda uno alucinado… ¡Vaya beneficio!
Siguiendo con el sol a mis espaldas, volé unos 4.000 Km, desde el mismísimo sur al mismísimo norte: Iguazú. Hacía muchos años había visitado las cataratas desde el lado de Brasil y hasta me había alojado en su clásico Hotel Cataratas. Esta vez volví a visitarlas desde el lado brasileño y, por supuesto, también desde el lado argentino. Hube de cruzar la frontera. Desde Brasil la vista es más completa y panorámica. Desde el lado argentino es más real, más próxima, más detallada, más húmeda. Las aguas hacen cientos de cascadas, de caídas, de saltos, de cataratas.
Es variado, diferente, emocionante, largo, en arco, etc. Maravilloso espectáculo de la naturaleza que hace que uno se empequeñezca. El clima de esta zona, más tropical, resulta el contrapunto del de la zona patagónica.
He encontrado al argentino, una vez más, amable, culto, hospitalario…a la par que un poco más “comercial”, dada la enorme influencia turística de los últimos 8 años. También me ha parecido verle tirando la toalla en cuanto a la lucha contra esa maldita corrupción, de la que ha sido víctima tantos años, protagonizada por unos políticos que han menospreciado a un país culto, rico y preparado, ayudados por una organizada oligarquía capitalista.
La compañía de Charo hizo aún más entrañable el viaje.
¡Hasta otra Argentina!