ÁRTICO
POLO NORTE
Julio de 2002
Mi viaje comenzaba en Oslo, quizás la ciudad más cara del mundo durante el último año. El autobús del aeropuerto a la ciudad me costó 2.500 Ptas., 15 euros. El día era soleado y fresco: atravesé enormes y preciosos campos amarillos sembrados de colza y de cereales. Entre estos últimos había "escanda" o "spelt" que es el tipo de trigo que crece allí. En mi Asturias del alma se planta este cereal y de él se hace un pan riquísimo llamado "pan de escanda."; el trigo de Castilla se pudriría tanto en Asturias como en Escandinavia debido al exceso de lluvia.
Aunque ya había visitado anteriormente esta ciudad, me di una vuelta por el centro. No pude evitar comer su delicioso salmón marinado y sus riquísimas tartas individuales de fresquísimas moras y frambuesas... son las mejores del mundo. Pues bien, todo muy caro pero exquisito. Mas tarde uno de mis compañeros pagaba 1.500 pts. por un paquete de tabaco.
Al final de la tarde llegaron mis colegas al hotel: 45 de nacionalidad americana, y, como siempre, sólo un español: "el menda". Me tocó compartir habitación y cabina en el barco con Daniel Adaia, judío de origen israelí, con quién llegué a tener una relación agradable. Nos llevamos muy bien y nos reímos muchísimo.
En el grupo tenía buenos amigos de expediciones anteriores. Quizás el que mejor me caía de todos era Victor Boyarsky, que iba a ser nuestro explorador principal, con el que había hecho amistad hacía unos años cuando nos conocimos en la Antártida. Por aquel entonces Víctor preparaba su trineo, tirado con perros, para atravesarla: 6.000 Km., y tenía, aún, menos dientes que ahora. Tras 7 meses sin descanso logró su proeza y el respeto de todos los exploradores del mundo. A sus 40 años de edad ha cruzado la Antártida varias veces en trineo, al igual que el Polo Norte. Sigue siendo un tipo cojonudo, leal y amigo. Mas tarde, durante la travesía, nos pegaríamos nuestras parrafadas con más de un vodka en el cuerpo.
Allí estaba, también, Mike Murphy, hombre de mar y hielo, que ha trabajado a mas de 200 de profundidad en el Mar del Norte durante varios años. Tiene una gran experiencia en hielos y en transporte marítimo. También Jason Roberts, naturalista experimentado en zonas polares, gran fotógrafo y documentalista. Y, como no, Lorry Dexter quien lleva 30 años viviendo con los esquimales inuits y casado con una de ellos; sus comentarios sobre la vida y costumbres de los esquimales eran muy simpáticos y su experiencia en el mundo del hielo es muy amplia. Por supuesto, nuestro jovenzuelo de ojos achinados Ron Te, fue nuestro médico a bordo; buscaba mi compañía a la hora de comer pues le hacía reír y olvidar así su último drama amoroso con una chica australiana. Yo le hacía ver las innumerables ventajas de la soltería...
Pues bien, tal que así, de buena mañana saltábamos en avión al archipiélago noruego de Svalbard, situado a unos 2.000 Km, mas al norte, cerca del paralelo 80° N., en cuya costa nuestro rompehielos esperaba. Yo ya había visitado, en ocasiones anteriores, este archipiélago, al igual que otras zonas polares del Ártico tales como Baffin, Groenlandia, Territorios del Noroeste, etc. Concretamente, hace exactamente 3 años, estuve aquí en Svalbard en este mismo mes y recuerdo el horrible frío que hacía y la gruesa nevada que había. En esta ocasión el tiempo fue casi encantador y hasta hizo algo de sol.
Cuando digo encantador no quiero decir que la temperatura estuviera muy por encima de 0° C. Bueno, el caso es que pudimos recorrer, por un par de horas, las calles de este pueblecito de unos 500 habitantes, capital del archipiélago y llamado Longyearbyen. Estuve paseando un buen rato al lado de unos renos que comían la hierba que salía en el arcén del camino. Lamentablemente, no tiene población esquimal a pesar de estar muy metido en el Ártico; resulta paradójico que lugares del paralelo 65 como Groenlandia, sí tengan una gran población indígena.
Nuestro rompehielos ruso, accionado por energía nuclear, estaba obligado a esperarnos alejado de la costa, por ello tuvimos que desplazamos a él en el helicóptero, que para estos menesteres dispone. Aquí comenzó nuestro primer problema: no solo ninguna compañía de seguros se había querido comprometer a asegurar nuestros viajes en el helicóptero (debido al mal mantenimiento que los rusos hacen de sus aviones y helicópteros que, en lo que va de año, ya han caído varios) sino que, además, nos obligaron a firmar un documento por el cual renunciábamos, nosotros o nuestros herederos, a solicitar indemnización alguna.
Tras alguna protesta saltamos al helicóptero, que no tenía el mejor de los aspectos, y llegamos a nuestro rompehielos: 75.000 c.v, de potencia, suministrada por el consumo de 200 gr. diarios de uranio, (sustituyen a 100 tonel. día de carbón), unas 25.000 toneladas de desplazamiento, con una eslora de ciento y pico metros y pintado en rojo para ser, fácilmente, identificado en la bruma y en el hielo. La chapa tiene un espesor de 5 cm., y puede desarrollar una velocidad máxima de 16 nudos. El barco, perteneciente a un armador ruso, fue alquilado por nuestra organización de expediciones para, exclusivamente, desplazarnos al Polo Norte siguiendo un determinado itinerario ya que, entre nosotros, había algunos científicos que debían detenerse en varias estaciones de observación para reponer equipos, baterías, programas, etc. Para ello, el helicóptero transportaba los científicos y sus equipos y se dirigía hacia la correspondiente estación, entretanto nosotros seguíamos navegando para que, horas después, el helicóptero nos diera alcance.
Al principio las placas de hielo eran ligeramente finas. Al siguiente día eran un poco más gruesas y cuando el rompehielos las cortaba todo crujía en el barco, que daba la impresión de sufrir. Si el hielo era joven, solo un año de edad, tenía alrededor de 1 metro de espesor y era el ideal para los osos que buscan focas. Después llegó el hielo viejo, de color azul y hasta 6 metros de espesor, que era "harina de otro costal". Cuando el rompehielos no podía romper una placa determinada, daba marcha atrás, tomaba carrera y embestía de nuevo con todas sus fuerzas una y otra vez, hasta que lo conseguía, entonces el ruido se asemejaba a un trueno. En algunas ocasiones, al no poder conseguirlo, el capitán daba instrucciones para cambiar un poco el rumbo. La técnica del rompehielos es la siguiente: en primer lugar la proa, además de afilada, tiene una forma especial que permite al barco ponerse o montarse encima de las placas de hielo, a las que parte por simple flexión; en segundo lugar es necesaria una gran potencia para "montar" al barco encima de las placas; en tercer lugar hace falta una buena velocidad para "lanzarse" y conseguir una gran energía cinética como la función que realiza el uranio es la de calentar agua para formar vapor y que éste mueva la turbina acoplada a la hélice, resulta que se dispone de mucho vapor en el barco, con lo cual, cuando el hielo se resiste se le echan chorros de agua hirviendo para abrir camino.
También se utiliza, mezclado con aire, para evitar que los costados del barco se congelen. En fin, les he visto manejar muchos trucos y muy interesantes. Algunas veces ni los trucos eran suficientes y yo, siempre pendiente de las maniobras, sufría al ver la imposibilidad de atravesar el hielo. Y así día y noche; bueno, miento pues no hay noches, siempre es de día. ¡Había que dormir con éste ruido!
Pues sí, siempre es de día y resulta muy raro meterse en la cama a las dos de la madrugada y todavía estar el sol ahí, dando por el saco. Hemos tenido nieve, bruma, vendavales, frío, sol,… pero siempre luz a todas horas; ¡ay! ¡Como he echado a faltar la noche (la oscuridad) a la hora de dormir! La luz llega no solo del sol o de su crepúsculo sino, también, del fuerte reflejo de la nieve que hay sobre el hielo y que, a partir del paralelo 80 es tan blanca que parece la tiza del cole y desprende una claridad inmensa. Hasta la bruma sobre la que, en ocasiones, se forman los arcoíris difuminados, ayuda a la luminosidad.
De nuestro barco ruso diría que su seguridad, aún tratándose de un barco nuclear, brillaba por su ausencia. Prácticamente no había rincones prohibidos en él y yo fisgaba y hacía fotografías de su reactor nuclear como si tal cosa. Tuvo gracia cuando el primer día nos dieron unas explicaciones sobre equipos de salvamento y, al hacer la prueba, no funcionaron. Debido a las bajas temperaturas del agua de mar, disponíamos de trajes anfibios, de una pieza, para ponemos encima de la ropa en caso de emergencia. En el helicóptero no se utilizaban los cinturones de seguridad. Bueno, así iba todo. Todo el personal era ruso y, ni siquiera el capitán hablaba algo de inglés, así que todo por intuición o mimo. Había personal de ambos sexos. La chica que nos servía la comida era bellísima. La comida era muy generosa y de aceptable sabor, en ella abundaban el atún, el salmón, la pasta, etc. había mucha repostería y siempre sabrosos pomelos para el desayuno. En general buena y abundante. La música preferida de los rusos era "Macarena".
Para poder ver algunas millas de hielo alrededor de nuestro barco tomábamos el helicóptero y nos íbamos a dar una vuelta por ahí. Desde él se descubrían fantásticas vistas de las placas de hielo y de nuestro propio barco y la estela de hielo partido que iba dejando tras de sí. Al cortar nuestro rompehielos la placa de hielo, ésta se partía y resquebrajaba hasta el punto de que las grietas y fisuras se extendían a más de un kilómetro a la redonda. Curiosamente, entre las juntas, aparecía un alga ocre amarillenta que al parecer se desarrolla bajo el hielo y es alimento de algunas especies. Resulta muy difícil saber si el hielo está formado por agua dulce o salada, el agua dulce viene de las nevadas y el agua salada de los momentos en que la temperatura exterior ronda los -15° C y la del agua baja de -2°C, Los nativos lo distinguen bien pues una sirve para el aseo y la comida y la otra para nada. Al parecer pueden observarse algunas trazas de la decantación de la sal al solidificarse.
Había un problema difícil de resolver: la fotografía .La luz-reflejada por la nieve, añadida a la luz natural, daban al fotómetro de mi cámara unos valores engañosos que tenía que ir reduciendo un poco para no fracasar totalmente con la apertura del diafragma. Bueno, hice lo que pude, pues el tema es muy difícil.
Me pasé la mayor parte de mi tiempo libre en cubierta. Mis compañeros me llamaban "el hombre de cubierta". La verdad es que me resultaba muy agradable ver el hielo, las distintas luces del día, la maniobra de avance, dar el aviso de "osos a estribor" o "foca a babor", contemplar como se parte el hielo y su color azul, pasarme ratos en el puente para fisgar la navegación, mirar el radar, mirar la carta, etc., etc., me apasiona todo pues como patrón de yate que ha atravesado el atlántico, siento interés y curiosidad por la navegación. La travesía fue un poco dura y fría hasta llegar al Polo Norte; las temperaturas descendieron a unos 10° bajo cero y el viento helado que venía del Norte, añadido a nuestra velocidad en la misma dirección, hacían que aguantar en cubierta fuera muy difícil.
Unas horas antes de llegar al Polo salió un precioso sol y se calmaron las tempestades... ¡maravilloso! Llegamos a las 11 de la noche, 11 minutos, del día 11 de julio. El sol, alto y radiante, mas el brillo que reflejaba el hielo daban un claridad tan fuerte que no se podían hacer fotografías. Hice una muy importante: la del GPS en el momento de llegar. La precisión de estos equipos es tan grande que con una diferencia de 100 metros no es capaz de marcar el 90° N, así que para no pasarme una hora esperando hice la foto a los 89°- 59'- 99"es decir unos metros de diferencia, haciendo el resto a pié por la nieve. Nuestro capitán había empotrado el barco en una placa gruesa y allí lo dejó hasta el día siguiente. Supimos que de las 10.000 personas que han llegado al polo norte, (se lleva un registro de barcos y pasajeros), a lo largo de la historia, solamente unas 1.000 han pasado la noche allí. Pues bien, ahí esta este asturiano. Así que tomé un folio, y sobre él escribí, en grandes letras: ASTURIAS y me hice una fotografía con él. Yo me preguntaba: ¿habrá habido, antes que yo, algún otro asturiano que haya pasado por aquí? ¿Quizás Pinón o su sobrino Pinín? Me gustaría saberlo. Pues bien, rodó el champán y la cerveza, canapés y saltos de alegría. En algunas ocasiones el barco no llega al Polo, así es de dura la cosa.
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El siguiente día lo pasamos en el exacto Polo Norte corriendo por la nieve, nadando en los huecos de las placas de hielo, haciendo fotografías y gilipolleces. Previamente nuestro capitán había apostado 3 hombres armados por los alrededores del barco para impedir las posibles incursiones de osos. También usamos alguna lancha neumática para desplazamos por la zona. Nos nevó casi todo el día, formándose sobre el hielo azul una suave capa de unos 20 cm., de nieve. La temperatura que teníamos era exactamente de 0° C ¡increíble!, ¿verdad? Ahora bien, el viento helado nos resultaba muy cortante y teníamos que ir bien abrigados. Jason se bañó desnudo y cuando salió del agua todos nos reíamos pues su pito parecía el de un niño de 3 años.
Al caer la tarde comenzamos nuestro regreso pero, esta vez, a través de Tierra de Francisco José, archipiélago sin habitantes, algo por encima del paralelo 80 y anexionado por Rusia hace unas décadas, arrancándoselo a Noruega. De camino nos tropezamos con lo que fue una pista provisional de aterrizaje, de pequeños aviones de expediciones, sobre el hielo, construida en abril en el Polo Norte pero que, debido al movimiento de los hielos, se ha ido desplazando y ahora se encuentra a un par de cientos de km, del lugar donde se instaló. Aquí habían estado, hacía solo unos meses, Jasón y Víctor preparando los trineos para cruzar el Polo y seguir hasta Canadá, yo vi el reportaje que hicieron y además me contaron unas cuantas peripecias que no fueron filmadas. En esta pista de aterrizaje, de unos 900 m, se posó el avión que traía todo el material. Esta expedición fue toda pagada por patrocinadores que proporcionaban no solo equipos y material sofisticado sino, además, comida especial enlatada para los perros, aviones, domador de perros, etc., etc. La expedición la componían unas 20 personas y la National Geographic hizo frente a buena parte de los gastos.
A cualquier hora puede aparecer un oso. Creo que fui quién mas avistó ya que andaba mucho por cubierta con los prismáticos. Los osos, tan dulces y encantadores se alejan de nosotros, asustados por nuestro ruido y tamaño. Por ello me fue difícil hacerles una foto decente, a pesar de mi teleobjetivo de 200 mm, Es posible que hayamos avistado una buena treintena de ellos y de sus crías. Dudo que exista otro mamífero más solitario, nunca sabe donde va a dormir, se le ve deambulando sin destino fijo alguno y sin desear la compañía de nadie, buscando siempre una foca que echarse al gaznate; claro que si no hay focas puede comer pájaros o lo que encuentre. Se ven focas, morsas de gigantescos colmillos, pájaros de muchas especies, etc. También se ven algunas ballenas narwhal y belugas enredando. Me sentí culpable al recordar que de mis otros viajes por el Ártico tengo, en mi casa, un cuerno de narwhal, una preciosa piel de oso polar y varias pieles de foca. De ello hace más de 20 años, hoy en día está muy perseguido pero entonces no estábamos tan sensibilizados.
Seguimos haciendo, durante varios días, incursiones con el helicóptero y al llegar a Tierra de Francisco José descendimos sobre diferentes y estratégicos puntos para poder disfrutar de su paisaje nevado y de sus millones de pájaros auk, de sus morsas, etc. nos pasamos varios días por este archipiélago recorriendo los estrechos entre sus islas, los nidos de millones de pájaros, las zonas donde viven las morsas, ballenas, etc., etc. recorridos con zódiac, a pié, con helicóptero, con el barco ... El tiempo fue bueno, aunque siempre un poco frío.
Cuando regresábamos a Svalbard la niebla se nos echó encima y todo se nos complicó: tuvimos que perder 7 horas esperando que levantara. Al final todo acabó bien y estábamos muy contentos de saltar, por última vez, fuera del helicóptero. El viaje había sido un éxito, el tiempo fue bueno, se alcanzó el objetivo previsto, la fauna también estuvo bien, las conferencias técnicas fueron buenas, el reencuentro con los colegas muy positivo, etc. Así que colorín, colorado...
Otros detalles curiosos:
Peary o Cook, en 1908 y 1909 claman por ser quienes descubrieron el Polo; todavía hoy es una incógnita.
Los materiales tan especiales y sofisticados, los apoyos técnicos y los equipos que los patrocinadores proporcionan a los expedicionarios parecen cuestionar un poco las proezas conseguidas. (Es mi opinión personal)
Las pilas de litio funcionan de maravillas en las zonas gélidas.
Los inuit, sumergidos en la promiscuidad y el alcoholismo, ofrecen un lamentable aspecto o fracaso de lo que supone tratar de imponer a los nativos esquimales nuestras costumbres.
Se enrolló muy bien el radio del barco y me permitió hacer algunas llamadas particulares a través de un teléfono de iridio. Hice una desde el mismísimo Polo Norte, chulo, ¿verdad?
En el mar Ártico hay gas pero no petróleo, por ello no parece muy rentable su extracción.
Hicimos, a lo largo de casi dos semanas, cerca de 5.000 km, por los hielos del Ártico
Al barco le habían dado una fina capa de pintura roja, a pistola, pero como no habían rascado la anterior se iba desconchando poco a poco. Algo así como lavarle la cara. Se notaba que durante algunos años no lo habían pintado.
Creo que si se queda uno solo por aquí muere más rápidamente que en las junglas más peligrosas del planeta. Unos minutos en el agua podrían bastar para quedarse tieso.
Cuando estaba en el mismísimo Polo Norte pude dar varias vueltas a la Tierra en unos minutos...
Aún cuando he conocidos judíos generosos, tengo que reconocer que algunos hacen honor a su fama: mi compañero de camarote no gastó ni un solo dólar. Sencillo: no bebió nada más que agua, no mandó postales, no dio propina a la tripulación, no quiso comprar ningún objeto de los que la tripulación vendía como recuerdo, y así sucesivamente. Eso sí, aceptó todo cuanto le llegó de regalo.
En el barco teníamos un diminuto bar y una pequeña tienda. El bar era tan pequeño que había que beber de pié o llevarse la copa a otro sitio. En el barco no cabían mas allá de 80 personas distribuidas en camarotes dobles y triples.
La tripulación rusa nos despidió con sus mejores canciones y su mejor vodka. Son gente fría que ha sufrido mucho y de la que varios regímenes han abusado a lo largo del último siglo. Su tristeza no resulta agradable, aunque es humana.
Los rusos son grandes fumadores y disponían de muchos rincones en el barco para fumar.
Creo que los osos son tan encantadores como nómadas. Tienen, también, un cierto aire frío y triste como los rusos.
Mientras que la Antártida es un continente helado, rodeado de agua, el Polo Norte es un mar helado, rodeado de tierra. El primero siempre tiene más belleza que el segundo.
Entre los pájaros más identificados destacaría: Auks, gaviotas de marfil, ross, terns, puffins, etc. Lamentablemente no estoy familiarizado con los nombres en castellano.
En los archipiélagos de Svalbard y Tierra de Francisco José aparecen líquenes, musgos, florecillas primaverales- blancas y amarillas- etc. en algunos rincones en los que la nieve se ha derretido.
Hasta el próximo viaje.