Mauritania 98
Marzo de 1998
Mauritania, con una superficie el doble que la de España, sólo tiene una población de unos 2,5 millones de habitantes con un analfabetismo de un 75%. Fue colonia francesa hasta 1960, año en el que consiguió la independencia, aunque hasta 1992 no formaron un sistema multipartidista "democrático".
La capital Nuakchot, con una población de unos 500.000 habitantes, no es más que la típica ciudad africana, de esta región, sin mucho valor en ningún sentido. El idioma oficial es el árabe aunque se hablan más frecuentemente las lenguas Wolof y Soningue que corresponden a los grupos étnicos que forman la población. Son musulmanes casi en su totalidad. La moneda es la Ouguiya que equivale, más o menos, a una peseta (0,006€). La esperanza de vida es sólo de 48 años.
El país es tan seco que en una buena parte de él no llueve en todo el año, por lo qué podría decirse que el 80% es desierto de arena o roca. El alimento principal es el mijo, grano parecido al trigo. Cultivan arroz en la zona sur, frontera con Senegal, aprovechando las aguas del río del mismo nombre. Hay una importante cosecha de goma arábiga que se emplea para mezclar con el algodón y dar a los tejidos más consistencia. Poseen algo más de 1 millón de camellos, unos 5 millones de cabras, y 200.000 burros (sin contar los analfabetos).
Las minas de hierro, algo de gas y algo de fosfatos, componen sus recursos mineros. La pesca es otra riqueza natural que les ofrece el Atlántico. Disponen de pocas carreteras asfaltadas y pocas líneas férreas. El país está muy poco desarrollado.
El pan, algo que han aprendido de los franceses, es bueno. También hacen bien el cordero, “meshui”, el cuscús y tienen buenos dátiles. Los melones y sandías que provienen de las tierras fértiles de la frontera con Senegal son muy sabrosos.
A Mauritania han emigrado malienses y senegaleses, los cuales son expertos: los primeros en oficios como herreros, albañiles, etc. y los segundos como pescadores. El mauritano es, más bien, hombre de desierto y de "jaima", que ama trabajar poco. Se ven mauritanos negros, que posiblemente vinieron hace siglos de zonas de influencia sudanesa.
Las tormentas de arena son frecuentes en esta época del año. Las calles, las casas, los tejados, etc., todo está cubierto por ésa fina arena. El país es muy pobre en recursos y todo se ha de importar. Hasta la sal es cara y los pescadores para conservar el pescado lo envuelven con arena de la playa que contiene sal. Así mismo, al no tener puerto, se ven obligados a meter y sacar todos los días sus embarcaciones “a mano”, operación para la que se necesitan muchos hombres. Las redes que manejan son tan tupidas que no dejan pasar el pescado por pequeño que sea: sólo tienen 1 cm. de paso.
Recorrí parte de su costa atlántica y no recordaba haber visto una costa tan fea en muchos años. Las larguísimas playas son estrechas y monótonas. Hay que decir que el Atlántico no proporciona, habitualmente playas bonitas y, por otra parte, sus aguas son oscuras y no invitan al baño. En la ciudad está prohibido hacer fotografías, aunque yo no hice caso de ello. Te expones a que te quiten el carrete y puede que la máquina.
El agua la recogen con calderos y con bidones de pozos perforados a tal fin, los que después transportan a su casa en burro. La policía te para con frecuencia cuando vas en un coche y te pide dinero descaradamente. Si no se lo das, pueden quitarte el carrete de fotos…Visité un enorme mercado de camellos en el que los camelleros me exigían dinero por fotografiar a los animales. A continuación, bromeando con ellos, le di dinero a un camello, pero el camello no lo quiso. Los camelleros se morían de risa conmigo. Me acordé de Etiopía donde un camellero de la tribu Afar me quiso agredir por haber hecho una foto de uno de sus camellos. Los camelleros tienen la misma “mala leche” que los taxistas de algunos países.
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Aún tratándose de un país eminentemente musulmán, las mujeres no van cubiertas y parecen gozar de una libertad que se aproxima a la de Marruecos. Ellos son más dados a vestir a la antigua usanza: Boubous. Ellas van con frecuencia envueltas en melefas y pareos multicolores. Algunas mujeres trabajan en los bancos, pero no obstante, en mi "hotel" eran hombres los que hacían la habitación.
No pude llegar al Cabo Blanco o Cabo de Arguin y a Timirist, donde hay miles de pájaros, debido a la tormenta de arena y al hecho de tener que hacer 400 km en un 4x4 (que escasean) por una carretera sin asfaltar y llena de piedras. Recorrí unos 100 km. por la carretera que va a Malí y pude adentrarme en una zona del desierto lleno de pequeñas dunas de color rosado y de gran belleza. Por los caminos y carreteras siempre hay Beduinos que quieren venderte trozos de meteoritos que caen durante las tormentas.
Los mauritanos son, en general, gente amable y hospitalaria, claro que después te piden un poco de "pasta". Los mauritanos autóctonos, tanto ellos como ellas, son delgados y buenos mozos. Se limpian continuamente los dientes con un trozo de raíz de no sé que arbusto que dicen es muy bueno para la higiene bucal.
No comprendo como siendo un país tan seco pueden tener tantos mosquitos. Hay por todas partes: la habitación del hotel, los taxis, los restaurantes, etc. La verdad es que los mosquitos te "acosan".
Las casas están hechas de adobe y suelen tener dos alturas. Allí están todos juntos: las mujeres, las cabras, el camello (bueno, siempre son dromedarios), el burro, etc. No beben nunca alcohol ni siquiera cerveza ”sin alcohol”. Con frecuencia sufren plagas de langosta, tormentas de arena, etc. con lo que el terreno fértil, que ocupa el 1%, no es suficiente para autoabastecerse. Por la zona fronteriza con Senegal crece el Baobab, árbol del ''Pequeño Príncipe", del que obtienen fruta, cuerdas y sustancias terapéuticas.
En este país hay que llevar siempre encima papel higiénico, pues los musulmanes se limpian el trasero con la mano y nunca encuentras papel en los váteres públicos.