Liberia 01
Febrero de 2001
Dejé Sierra Leona, tras una larga espera en el aeropuerto en donde escuché que hacía un par de semanas, el helicóptero en el que había llegado yo al aeropuerto (LUNGI), desde Freetown, había caído y habían muerto los 19 pasajeros y la tripulación. “Me alegré” de haber escuchado esta historia después de volar en el helicóptero y no antes.
Antes de dejar Sierra Leona me sometieron a un chequeo por si llevaba diamantes. Para ello me metieron en una barraca con dos policías y trataron de asustarme. Yo ya lo estaba, así que perdieron el tiempo. Finalmente pude subir al avión de la compañía WEASUA.
Éramos 16 pasajeros y de ellos un sólo blanco: yo. En el vuelo, que duró una hora, una mujer sacó sus dos tetas y se las dejó a su niño de casi dos años para que jugara con ellas. Al niño le di un caramelo y un bolígrafo y por un rato dejó en paz las tetas de su madre.
El asqueroso Harmatán, molestísimo viento con arena, seguía en Liberia de tal manera que, desde el avión, no podíamos ver el suelo. Se intuía una naturaleza tropical: muchísimos ríos que se abrían al llegar al mar, muchos meandros, grandes bosques, palmeras, mangos, etc. El olor de mi compañera de asiento en el avión era fuerte y ácido.
El aeropuerto de MONROVIA no es mucho mayor que la caseta de un perro. Los policías y los de la aduana te esperan con ansia: el único blanco que llega, lo que quiere decir el único al que le podemos sacar algo. La verdad es que no fueron amenazadores, como ocurre en Guinea u otras fronteras. Aquí fueron amables pero pidiendo. Cinco dólares fue todo cuanto les di. Hacía tiempo que no me salía una frontera africana tan barata.
Sólo había 2 taxis en el “aeropuerto". Todos me pedían limosna y me sentí muy aliviado cuando el taxi arrancó. La distancia a la capital Monrovia es de 50 km., en los cuales no hay casas ni actividad alguna, sólo una densa vegetación. De vez en cuando veía una cabaña de paredes de barro y techo de ramas de palmera. Por la carretera, construida por la ONU como un regalo, había líneas eléctricas y de teléfono pero en ambas habían robado los hilos y solo quedaban los postes. Liberia no tiene ni electricidad ni teléfono ni agua.
Cada 10 km. una parada de control policial; me sonreían y me preguntaban si fumaba o bebía, para darles algo. No di nada a ninguno.
Liberia me iba pareciendo más pobre aún que Sierra Leona. Cuando entré en la capital Monrovia me quedé asustado: no era sólo pobreza, es que vivían en edificaciones derruidas, bombardeadas, incendiadas por la reciente guerra y en unas condiciones infrahumanas, caóticas, malolientes, etc. Me recordó, al verlo, esas películas de violencia que se desarrollan en Nueva York en el año 3.000 tras una guerra atómica. Algo así lo define.
Me pasé un día entero recorriendo todas las barriadas y viendo las condiciones en que vivían.
La gente odia que les fotografíes y se indignan tanto que me querían agredir. Así que tomé algunas de los edificios y viviendas en general, pero no me atreví a hacerles fotos personales salvo en un par de casos. Paseé por la ciudad, con mucha precaución, y tras una hora dando vueltas vi un blanco. Nos miramos como diciendo: "También tú". La suciedad, los vertederos de basura, etc. dan un olor y aspecto espantoso.
Esta es la temporada seca y la temperatura máxima sube hasta 30ºC, pero se soporta muy bien. La ciudad no tiene teléfono ni electricidad más que unas pocas horas al día y sólo para cuatro privilegiados, y tampoco tiene agua corriente. El agua se distribuye en camiones cisterna de donde la gente llena garrafas. No hay, ni siquiera en la capital, red de abastecimiento de agua ni de alcantarillado. La guerra, que duró desde 1990 hasta 1997, arrasó la ciudad, se llevó las líneas telefónicas y eléctricas y no dejó piedra sobre piedra. Ahora sólo quedan rebeldes en la frontera con Guinea-Conakry. La miseria a la que está sometido el país es inconmensurable.
El único hotelito de la ciudad, en el que tuve la suerte de encontrar habitación, es muy agradable aunque se respira violencia pues el dueño, que dice ser americano (pero que a mí me pareció un libanés) estuvo 30 años por las minas de diamantes y tiene un genio salvaje tratando a los negritos como animales.
El lugar se llama MAMBA POINT y está frente al mar con una amplia playa. Al lado del hotelito la miseria y la suciedad son abrumadoras. He comido muy buen pescado, pan con ajo, vino tinto y fantástica piña tropical (una de las mejores que he comido en mi vida).
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Por la noche, y tras la cena, éramos siempre tres blancos los que pernoctábamos allí. Unas putitas negritas venían y se sentaban a esperar por si necesitábamos de sus servicios. Tanto en Conakry como en Sierra Leona y como aquí, se ven libaneses de la rama árabe, no de la europea o cristiana, llevando negocios importantes.
Algunos datos curiosos:
El Estado de Liberia fue creado por una sociedad americana protectora de los esclavos en 1.822, para que en él vivieran aquellos que quisieran volver desde el resto del mundo. En principio, adoptaron una constitución similar a la americana. Tras la guerra que acabó en el 1997, TAYLOR fue elegido presidente.
La unidad monetaria es el dólar liberiano que vale unas 4 Ptas. (0,02€). La población es de 3 millones y el país tiene una superficie equivalente al 25% de la de España.
La esperanza de vida es algo más alta que en Guinea-Conakry y que en Sierra Leona: para el hombre 55 años y para la mujer 60. Las etnias dominantes son la Kpelle y la Bassa; el idioma oficial es el inglés aunque lo que realmente hablan es un dialecto sudanés. El 70% son cristianos, un 20% animistas y un 10% musulmanes.
En cuanto a la economía, su renta per cápita es de 300 US$. En la agricultura tienen aceite de palmera de cacao, caña de azúcar, café, bananas y maderas. En la minería tienen hierro, diamantes, oro y bauxita.
Hay un 65% de analfabetos y un médico por cada 9.000 personas. En su ignorancia se hacen fanáticos cristianos. Conducen por la derecha, aunque hayan sido colonia Británica. La ONU les ha construido alguna carretera nueva.
Puede que haya un 90% de la población que viva en la pobreza más absoluta ya que no poseen nada de nada: ni ropa ni bienes. Se ven miles de niños por las calles viviendo en un ambiente horrible. Uno de los camareros del hotel llamado FRANKLIN me relató que en Sierra Leona, de donde había huido, habían asesinado a su madre y a sus dos hermanos y que había perdido a su padre a la edad de 8 años. HORRIBLE. Ahora está solo en la vida sin familia alguna.
FRANKLIN y yo nos hicimos buenos amigos. Le encargué que me buscara monedas del país, que ya no están en circulación. Lo hizo y muy bien.
La gente en general, aunque ignorantes, sucios y con mala pinta, tienen el aspecto de los haitianos: pobres de solemnidad, sucios y malolientes, pero no se ven malos, ni hacen gestos de robarte. Por supuesto que si vas a la ciudad una vez oscurecido es probable que desaparezcas.
Hay más gente en este país que habla inglés que en Sierra Leona, en donde también el inglés es la lengua oficial. Claro que entenderles es otra cosa. Yo casi no les pillo nada. Pues bien, no creo que vuelva a este país ni vuelva a ver de nuevo como bombean la gasolina a mano para venderla por botellas.
Hasta otra.