Botsuana 96
Mayo de 1996
Tanto en la compañía aérea Sudafricana, en la que viajé, como en el aeropuerto de Johannesburgo, observé un trato correcto y un gran cambio de actitud de los blancos hacia los negros. Por el contrario cuando estuve aquí en 1980 a los blancos solo les faltaba escupirles a la cara. El racismo en Sudáfrica se esta acusando más entre los propios negros y también entre los extranjeros que han ido poblando esta parte de África.
Botsuana es un país tranquilo, un poco mayor que España, donde solo viven 1,3 millones de habitantes, casi todos bantúes, de los que un 30% son analfabetos. Algunos hablan inglés, que aprenden en la escuela, y todos hablan setswana. Tienen algo de oro, diamantes, cobre y níquel; dos vacas por cada uno de ellos y un borrico por cada diez. Reciben una media de mil turistas diarios; es llano, poblado por millones de animales, y con un nivel de vida relativamente alto para lo que es el continente africano. De todas formas todavía quedan algunos bosquimanos y la medicina esta muy atrasada pues solamente hay un médico por cada 7.000 habitantes.
Botsuana, antigua colonia británica llamada Bechuanalandia, consiguió su independencia en 1966 y es, actualmente, un país miembro de la Commonwealth. También es aliada privilegiada de los EE. UU., por lo que los americanos tienen aquí una gran base militar. La moneda de este país es la Pula, que significa "lluvia" y un dólar americano equivale a 2,5 pulas.
El viaje a Botsuana no ha podido ser más agradable ni más interesante. En los pequeños albergues o cámpines donde me he alojado (Okavango Camp, Tsaro Elephant en Moremi y Chobe Lodge), con una docena de habitaciones o tiendas de campaña, se reflejaba la efectividad de los blancos sudafricanos, su hospitalidad, educación anglosajona, su honestidad y su dinamismo. Realmente hay que dar un sobresaliente a los blancos que "mueven" la parte Sur de África con tanta perfección.
Las diminutas avionetas, para cuatro pasajeros, en las que viajabamos mi compañero Pere (biólogo-ornitólogo muy conocido en Mallorca) y yo, siempre fueron puntuales y muy económicas. ¡Qué bien funcionan los negocios de los blancos en este país de negros!
También resulta muy interesante ver como la gente vive, en cierto modo, integrada con la vida de los animales salvajes: un coche se detiene en la carretera para que pase un elefante o se desvía para evitar que despierte porque se ha dormido en medio de la misma. Delante de nuestra tienda pasaban leones, hipopótamos, elefantes, antílopes, etc. Animales y personas van cada uno a la suya sin interferir en la vida de los otros. Los hombres de estas tierras sienten verdadera admiración por los animales. En las tiendas de campaña hemos tenido: lagartijas, arañas gigantes, una cobra, etc.
La maravillosa luz y el color de las sabanas africanas me hicieron recordar mi estancia, el año 1975, en Tanzania y Kenia, o la del año 1980 por esta misma zona. Resulta espeluznante ver una leona persiguiendo una jirafa o una familia de leones repartiéndose su presa, ignorándote completamente mientras los miras de cerca. Y no hablemos del placer que supone el delta del Okavango con una superficie equivalente a dos veces la isla de Mallorca, con sus lagunas, islotes, ríos y canales, salpicado todo ello de praderas con esas tonalidades ocre-amarillentas y verdes suaves que las caracterizan, en las que abundan las manadas de ñus, elefantes, cebras o búfalos, donde viven 450 especies distintas de pájaros y mil de plantas.
Cuando, además, te quedas unos días dentro de ese delta viviendo en una tienda de campaña, rodeado de animales y pájaros, recorriendo en un "mokoro" los canales y cañaverales, atravesando lagunas de juncos y papiros en el silencio luminoso de esa África tropical donde sólo escuchas las miles de aves que cantan o pasan sobre ti y de vez en cuando algún rugido lejano de un león, o cualquier otro animal salvaje. ¡Que felicidad! Vi 137 especies de animales distintas durante esos días.
Cuando recorres el río Chobe y ves cómo, en ambas márgenes, desfilan toda clase de grandes y pequeños mamíferos, aves, etc. que se detienen para beber en sus aguas; momento que aprovechas para fotografiarlos, o cuando ves la altiva águila pescadora al acecho desde un árbol al pie del río, o el precioso martín pescador de color malaquita, o los buitres que esperan en un árbol para comerse los restos de algún animal abatido por otro ... así transcurre la vida animal hasta que cae la tarde y se pone ese sol rojizo africano tan fuerte pero, al mismo tiempo, tan rápido en su caída ... momento que aprovechan los leones para ir de cacería ... detrás la hienas ... detrás otra vez los buitres ... y así se cierra el ciclo de esa apasionante vida africana.
Mi amigo Pere, que me acompañó al viaje, dio a las visitas a las zonas de animales, una mayor profundidad técnica.