Jamaica 80
Agosto de 1980
Volé desde Miami en una desagradable noche de tormenta. El viento nos zarandeaba, los rayos a miles y las nubes negras y en forma tubular. Creo que el pasaje pasó mucho miedo pues, como ocurre siempre, tras un mal vuelo se aplaude al piloto cuando, por fin, aterriza en el aeropuerto de la Bahía de Montego. Nunca olvidaré este horrible vuelo. Además, con la mala fama que tiene el triángulo de las Bermudas…
Dentro de lo que es el Caribe, Jamaica es una isla muy grande, de las más grandes. Es tres veces mayor que Mallorca. Algo así como la mitad de Cataluña. La parte norte, formada por una cordillera de poca altura y próxima al mar, es una de las zonas más tropicales del caribe. Tal es el caso del recorrido desde Bahía Montego a Ocho Ríos. Por el contrario, el sur de la isla es inhóspito, seco y árido, precisamente donde se encuentra la capital Kingston.
La población, ahora en 1980, es de unos 2,5 millones. Forman parte de la Commonwealth y tiene un sistema político bicameral similar a Inglaterra con un partido nacionalista muy fuerte. Es, quizás, la primera potencia mundial en bauxita. Su producción agrícola es la típica de Centro América. El nivel de vida es bajísimo, el jamaicano pasa grandes necesidades en medicina, alimentación, vivienda, escolarización, etc. etc.
El turismo, las playas, el colorido, la vegetación, está todo en el norte de la isla. En Jamaica, la propiedad de los terrenos que están al lado del mar se extiende hasta el agua; ello supone que las playas son privadas y, por ello, los hoteles tienen instalaciones dentro de la misma y no permiten que nadie, que no sea un cliente, pise la playa. Nos alojamos, mi pareja, su padre y yo, en un encantador hotel, llamado Jamaica Inn, con playa, estilo colonial de dos plantas, en el que servían unos ponches de ron que te colocaban un poquito y así andabas todo el día con la marcha puesta. También preparaban muy bien la piña colada, así que alternaba. La canción típica de la isla cuando se bebía ron era: Go to Jamaica where the rum comes from…and we shall have some fun.
La música reggae se toca y canta por todas partes. Bob Marley & The Wailers acababan de tener un buen éxito en Suiza. El movimiento Rastafari está en su esplendor. Todos, no solo los músicos, imitan a Bob; él es, también, el símbolo o ídolo de los Rastas. “No woman, no cry”, Exodus, I shot the sheriff y Three little birds” son canciones que se oyen por todas partes de Jamaica, vayas donde vayas.
Una estatua de Colón adorna uno de los parques. Los ingleses nos echaron de la isla a mediados del s. XVII y la dominaron durante 2 siglos. Se trajeron miles de campesinos de la India para desarrollar las plantaciones de azúcar pues, al parecer, tanto españoles como ingleses habían matado tantos nativos que no había gente suficiente. Algo curioso ocurre: el negro se mezcla con el indio recién llegado y forma un grupo étnico diferente al jamaicano. El negro jamaicano es duro como la roca y siempre fue feroz con los ingleses, hasta el punto de estallar una revolución. Algunos esclavos huyeron a las montañas donde mantienen todavía sus costumbres ancestrales, tales como comida, idioma, etc. A los ingleses se les acabó la fuerza y la paciencia y concedieron a los jamaicanos la independencia en 1960.
Algo muy desagradable es ver cómo en el aeropuerto hay zonas para blancos. También sorprende ver a la famosa “Salvation Army” de Jamaica dando por el saco en la isla, como lo hacen por todas las colonias británicas. Visité algunos pueblos, al igual que la capital Kingston, donde el blanco es muy mal visto, hasta el punto de sentirte incómodo o temer que puedas ser agredido. Recorrí mercados, hice escapadas a las montañas, me bañé en algún río, en alguna cascada y en sus playas, incluida la de mi hotel.
Volveré.