Seychelles 12
Noviembre de 2012
Datos sobre el país
Situado frente a Kenia y al norte de la Isla Mauricio, este estado-archipiélago se encuentra prácticamente en el ecuador y está formado por treinta y seis diminutas islas habitadas, más un montón de islotes muy pequeños. Constituyen una república, con una superficie equivalente a un término municipal español: 450 km2, algo así como si fuera un cuadrado de 21 km de lado. Y aquí viven 88 mil habitantes en paz y armonía. A pesar del multipartidismo, el Frente Progresista del Pueblo, ex partido único y de origen marxista, ha estado dirigiendo el cotarro desde 1977.
La moneda, la rupia de las Seychelles, no la quieren ni sus más allegados vecinos…debido a ello, los muy puñeteros establecen fijo y por las nubes el cambio que les da la gana tanto con el dólar como con el euro… así que, a pasar todos por el aro. Como consecuencia, todo resulta muy caro y desproporcionado al nivel de vida que tienen. Como ex colonia británica, son miembros de la Commonwealth. Sus islas más importantes son Mahé, Praslin, Silhouette, La Dige, Curieuse y Felicité. Hace calor y llueve bastante casi todo el año. La capital del país, Victoria, tiene 25 mil habitantes y está en la isla de Mahé, junto con el puerto principal y el aeropuerto.
El 95% de la población es criolla, europeos solo un 3% y el resto son algunos indios y chinos. Son católicos en su mayor parte. Su PIB es de 11 mil dólares por habitante (España 4 veces más alto) y todo ello debido al turismo. Exportan: tabaco, plátanos, coco y conservas de túnidos.
El viaje
Hacía más de 20 años que no regresaba a estas islas, concretamente desde 1990. En aquel entonces todo era muy caro, ahora ya no es caro, no, ahora es carísimo. El calor del ecuador, con su humedad, su lluvia y sus mosquitos me dieron la bienvenida apenas aterrizó el avión a las 7 de la mañana, procedente de Dubái.
Dos horas después, salía disparado en una pequeña avioneta a la tropical islita de Praslin, de unos 8 km de longitud, famosa por los exclusivos complejos turísticos con playa privada. El vuelo, de solo 15 minutos, me permitió ver amplias zonas de coral y diminutos islotes inhabitados.
Me alojé en un hotelito al borde del mar en la bahía de Santa Ana sin grandes pretensiones pero con un precio equivalente a uno de Nueva York. La cocina del hotel de 3 estrellas, dirigida por un cocinero francés, era de la calidad de uno de cinco. Cené fantásticos pescados.
Al lado del hotel salía, varias veces al día, un pequeño trasbordador a la paradisíaca isla de La Digue. El trayecto duraba sólo 20 minutos. Por supuesto fui a visitarla y recordé mi visita anterior, pues su belleza no es fácil de olvidar: pequeñas y coquetas playas de arena blanca rodean prácticamente la totalidad de su costa. No se ha producido ningún atentado urbano-paisajístico por lo que la isla mantiene su virginidad. Senderos, densos bosques, flores por doquier y palmeras cocoteras inclinadas sobre el mar. La edificación mantiene su encanto y los nuevos hotelitos construidos siguen las severas ordenanzas al pie de la letra. Posiblemente caminé unos 12 km para contemplar con detalle su belleza.
En las playas se recogen bonitas conchas de todos los tipos y colores imaginables. Por los caminos se cruzan pequeños pájaros rojos, palomas africanas y verdes lagartijas. Al lado del mar hay unas rocas de granito rojizo a las que la erosión ha dado formas caprichosas.
La edificación mantiene su encanto y los nuevos hotelitos construidos siguen las severas ordenanzas al pie de la letra. Posiblemente caminé unos 12 km para contemplar con detalle su belleza. En las playas se recogen bonitas conchas de todos los tipos y colores imaginables. Por los caminos se cruzan pequeños pájaros rojos, palomas africanas y verdes lagartijas. Al lado del mar hay unas rocas de granito rojizo a las que la erosión ha dado formas caprichosas.
La luna llena, rodeada por varios discos, me recibió la primera noche, anunciando posiblemente calor pero no ausencia de lluvias. Estas últimas siempre están presentes varias veces al día, para dar paso a un potente sol que da color al mar, la vegetación y las flores. El hibisco bien podría ser la flor típica del país pues, con diferentes colores, decora todos los caminos. Abundan las papayas, hibiscos rojos, buganvillas de múltiples colores, etc. El banano, el árbol del pan, el almendro tropical, los mangos, las papayas, los pandanos gigantes, las palmeras y algunos cedros son los árboles más frecuentes.
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En cuanto a la gente nativa: las mujeres, muy responsables y trabajadoras, ocupan puestos en la banca y el comercio, además se responsabilizan de la casa y la familia; ellos, indolentes como los de muchos lugares de África o del Caribe, beben muchísimo, faltan al trabajo frecuentemente y se divierten como los niños…. Además, tienen hijos fuera del matrimonio….¡Vaya una carga pesada para la mujer! De hecho, muy frecuentemente, ellas se divorcian para no aguantarlos. Es posible que, debido al exceso de proteccionismo de su sistema socialista, el país acabe bajando su nivel de vida. Afortunadamente, los gobiernos se ocupan del turismo por considerarlo la gallina de los huevos de oro. Lamentablemente todo debe ser importado y pagado en dólares o euros; sirva de ejemplo el de la leche, que hace todo el viaje desde Alemania, pues carecen de todo por no fabricar nada, salvo una enorme conservera del atún de sus costas que tiene casi 4.000 trabajadores. Los permisos que conceden a flotas pesqueras, como la japonesa, la española, etc., son una buena entrada de divisas.
A los mosquitos los he “mantenido a raya” con el conocido “relec” y las debidas precauciones. También he de decir que había pocos. El calor ha sido soportable dada la proximidad del mar y las brisas. Las palomas, que aquí ocupan el puesto de los gorriones, se ponen al pie de tu mesa cuando desayunas y empiezan a piar; al final se acercan a comer a tu mano.
En la isla de Praslin visité, una vez más, el parque nacional Valle de Mai en el que hay miles de palmeras cocoteras endémicas, llamadas koko de Mer, que tienen la originalidad de tener los cocos unidos de dos en dos como si fueran siameses y que dicen recordar la forma de un culo femenino. Las palmeras “macho” disponen de un enorme "pene" que no escapa al comentario pícaro de todo visitante. A las palmeras hembra les ocurre otro tanto. Digamos que se trata de un bosque un tanto “erótico”.
En cuanto a las aves, se ven palomas africanas, el pájaro tropical o rabijunco, la paloma azul, algunos colibríes y los sunbirds. Las lagartijas verdes y las salamanquesas están por todas partes. De vez en cuando se ven pequeños huertos con taro.
Para recorrer las islas, utilicé los autobuses públicos, al precio único de 6 céntimos de euro, mientras que un taxi cobraba 20 euros por el mínimo recorrido. He de decir que apenas tenían suspensión y que sus frenos chirriaban constantemente. Los pasajeros de los autobuses, negros en su mayoría, iban escrupulosamente aseados, muy bien vestidos y hasta perfumados. Seguro que yo, que sudaba por el calor y por andar de un sitio para otro, despedía un olor poco agradable para ellos. Obviamente, en este sentido, estas islas son algo diferentes, lo cual es muy loable. En ocasiones, cruzábamos bajo largos túneles formados por la densa vegetación que se enlazaba de un lado a otro de la carretera.
También visité, en la isla de Praslin, el tramo de costa denominada Cote D´Or, con numerosos hoteles de lujo y una enorme playa de arena blanca de varios km de longitud donde abundan las conchas y los restos de coral. Todas las playas de las islas están escrupulosamente limpias. Desde aquí partí, en una pequeña lancha que alquilé a un rasta, a la isla-parque natural La Curieuse en la que pasé una hermosa mañana en una de sus múltiples playas y jugueteando con las innumerables tortugas que allí habitan. Se trata de una isla deshabitada, que puede tener 1 km de longitud, en la que tuve que pagar 15 euros de entrada apenas desembarqué; habría una docena de personas, incluidos los guardas. Tenía, a la orilla del mar, unas originales formaciones rocosas que fotografié.
Otro precioso rincón de I. Praslin está en la Costa Lazio: hermosa playa virgen donde, al igual que por todo el archipiélago no se ve ni una sombrilla, ni una hamaca, ni nada de nada. Ni siquiera delante de un hotel. Esto hace que se mantenga en estado natural y si, además, tenemos en cuenta que hay muy pocos turistas por hectárea de playa se comprende su virginidad. En la mencionada zona, al igual que todas las demás, las aguas mantienen el azul turquesa y el verde esmeralda. La transparencia de las aguas y la falta de resacas, junto con las limpias y blancas arenas y el fondo de coral, conforman el cuadro perfecto para un baño o un buceo de auténtico placer.
La isla capital, Mahé, la mayor y más poblada, con una longitud de unos 60 km, tiene sus mejores playas en la zona Sur y Oeste donde mantienen el encanto de las aguas turquesas de las otras islas. Destacaría de la mencionada área a playas como: Police Bay, Anse Corail, Anse Takamaka, Lazare, Mouche, Barbarons, etc. Las montañas, en el centro de la isla y que llegan a los 900 m de altura, son de gran belleza por la exuberancia de la vegetación y por las bellas vistas que se observan al remontarlas. En ellas hay una plantación de té y los restos de una misión católica europea llamada Sans Souci, con una preciosa vista. En la zona Norte y Este, en la que se ubican su aeropuerto, su puerto y su capital Victoria, el encanto se reduce sensiblemente; mientras que, nuevamente, la zona Norte y Noroeste, vuelve a encantar por sus playas vírgenes, tales como: Sunset Beach, Coral Strand, Beau Vallon, etc.
Pues así fue el viaje junto con paseos por las playas, búsquedas de coral, etc.
¡Así que, hasta otra!