Cabo Verde 97

Enero de 1997

Estas islas volcánicas, que están situadas a unos 1.500 Km. al sur ­de las Canarias y a unos 500 Km. al oeste de Senegal, resultaron tener bastante más encanto del que yo esperaba. Allá por el año 1980 tuve que quedarme unas horas aquí, debido a una avería en el avión que me transportaba a Sudáfrica; entonces mi impresión fue horrible ya que visité parte de la isla de Sal y la encontré tan plana, desértica y sin vegetación alguna que pensé que no volvería nunca…pero el viajero empedernido se empeña en verlo todo…y volví para descu­brir que algunas de las islas del archipiélago tienen la suficien­te belleza como para merecer un segundo viaje.

Cabo Verde tiene una población de unos 350.000 habitantes, repar­tidos entre 9 islas, siendo las más pobladas: Santiago, San ­Antonio y San Vicente. La capital es Praia, en la isla de Santiago. La situación geográfica de estas islas, así como la ayuda de los vientos alisios, sirvió a Portugal como trampolín para saltar a Brasil allá por el año 1497, durante las travesías de Vasco de Gama. Algo así como lo que fueron para nosotros las Canarias.

La superficie total del archipiélago equivale a una provincia como cáceres. El clima es muy seco, casi no llueve y las temperaturas son un par de grados más altas que en Canarias.

Es independiente de Portugal desde 1.975. Tiene un sistema demo­crático con dos partidos fuertes. Su economía es muy débil. La ren­ta per cápita es de 900 dólares y solo recibe la visita de 12 per­sonas diarias (turistas o viajantes portugueses) por lo que el país pasa por una situación tan estrecha que el periódico solo sale ca­da 3 días.

Aunque el idioma oficial es el portugués, hablan el "criollo caboverdiano" que resulta tan difícil, que ni los mismos portugueses lo entienden. Su música es siempre la misma: las mornas, especie de fado portugués, aunque más triste y empalagoso; están llenas de sodade y mora­beza lo que quiere decir de nostalgia, poesía y hospitalidad. Las letras, bastante simples, tienen un estribillo que se repite y repite, pareciendo que la canción no va a terminar nunca. Cesárea Evora es su cantante más conocida internacionalmente. Los instrumentos que utilizan son: violín, bandurria y guitarra clásica.

Entre las curiosidades y anécdotas acaecidas en la isla de Sal citaría: encontré a una señora que se paseaba siempre con una bolsa de plástico del Corte Inglés, regalo de un turista español, según me dijo; galletas Quely de Inca; naranjas de Valencia y un agua mineral del Montseny. ¡Que mundo éste!

Entre los jóvenes nativos no se observa carisma alguno, pero sí en las mujeres de más de 40 años las que, por la forma de vestir y comportarse, parecen tener el atractivo de las mulatas brasileiras. A veces, en las extensas llanuras desérticas de la isla de Sal, aparece un burro cargado con grandes garrafas de agua. Este animal, traído hace siglos por los portugueses, sustituye al camión cisterna. El Caboverdiano es serio, tranquilo y humilde. El que puede ahorrar algo, se lo gasta en unas deportivas y en un chándal de marca. Pasaran hambre pero se ven marcas como Adidas y Fila en los 4 “chulitos” del pueblo; claro que también podría ser que fueran de imitación. La mejor fruta que tienen es la papaya que la toman con limón, no así los plátanos que son poco sabrosos.

El pescado lo cocinan siempre a la brasa, poniendo debajo piedra volcánica. Destacan, entre sus pescados, los túnidos por el sabor fuerte que tienen. Resulta agradable ir a los puertecillos y ver el asentamiento de pesca­do, generalmente grandes ejemplares de atún, bonito, pez espada, etc. Bueno, realmente se trata de 4 barquitas pequeñas, que solo traen 3 ó 4 piezas, pero cada una pesa unos 15 kg. También hay gamba y langosta pero con muy poco sabor.

Al grogo, especie de ron de caña muy fuerte, mezclado con ponche lo llaman "cortado" el cual te emborracha fácilmente, por lo que cuando pides un café cortado lo tienes que especificar.

Las islas de San Antonio y de San Vicente son encantadoras y pasé varios días en ellas.

Sus montañas, sus valles, el verdor de algunas zonas con plantaciones de caña de azúcar, plataneras y coníferas, forman un conjunto de gran belleza, como se observa en las fotografías. Otro placer de estas is­las es el hecho de no haber mosquitos ¡qué maravilla! Resulta muy agradable navegar, aunque sea en un barco cutre de una isla a otra, pues se ven las islas entre la calima, los peces voladores, etc.

Nunca olvidaré un maravilloso restaurante en Mindelo, la ca­pital de la isla de San Vicente. Comía de maravilla. Con una estancia de 24 horas en la, entonces, "cutre" Lisboa completé este viaje.