R. Checa(la)-Praga 17

Junio de 2017

Visité esta República en los años 1990 y 2004. Al igual que en esta ocasión, en cada visita he encontrado el país y su capital mejorados en todo, lo que se refleja también en la visita turística cada vez más cuidada y mejorada. Praga, con la ayuda de su caudaloso río Moldava, que le aporta cierta distinción y belleza, es una de las ciudades más visitadas por el turista europeo.

Tras su entrada en el Mercado Común, ha ido mejorando a pasos agigantados. De tamaño más pequeño que nuestra Andalucía y con unos 11 millones de habitantes, tiene una renta por habitante de unos 20 mil dólares mientras que España anda por los 30 mil. Aunque está en el Mercado Común no lo está en la Europa del Euro, así que tuve que cambiar euros por kunas, su moneda oficial.

Entré en la República Checa por tren y a través de Baviera, siendo el primer pueblo el de Domazlice. De forma inmediata, a pesar de no existir frontera ni letrero alguno que lo indicara, supe que había dejado Baviera: sus cuidadas casas, el buen mantenimiento de las mismas o de un simple tractor...en fin, todo empeoró de golpe: apareció un poco de abandono, los elementos metálicos oxidados, las casas con pobres tejados, sin placas solares, etc. En pocas palabras: ya no hacia fotos. El terreno de cultivo mas accidentado, mas montañoso, las coníferas casi han desaparecido dando paso a alisos, abedules, robles, etc. Paso por muchos pueblos con industria de todo tipo, aunque todo algo oxidado y con algunas chimeneas de tiempos de la URSS.

Llego a Pilsen , zona de industria cervecera, que me recordó un trabajo que hice hace años por aquí. Después continuo a Rokycany y más tarde paso por el pequeño pueblo de Horovice para continuar a Praga tras atravesar el pueblo de Vychod de escaso valor. En los últimos 100 km antes de Praga, tanto trenes como carreteras, discurren siguiendo el río Moldava.

Triste ha sido mi regreso a Praga tras 13 años de ausencia: timo de un taxista, intento de timo de una casa de cambio que me cargaba una comisión de 20 euros por cambiarme solo 100, intento de timo en un pequeño supermercado, tuve que llamar la atención a un camarero porque se quedaba con parte de la vuelta…se ha convertido en una ciudad en la que el timo empieza a ser habitual…y todo ello en las dos primeras horas de mi estancia.

A los españoles todo nos cuesta mucho más caro...una botella de agua en un supermercado, al que acuden turistas, te cuesta 2.50 euros...un taxi desde la estación del ferrocarril a un hotel en el centro de la ciudad, te clava 28 euros (se llega en 12 minutos y te muestran una falsa tarifa en euros) y así todo…

Pero dos cosas muy buenas tengo que apuntar: la cerveza es inmejorable y la aparición de mi móvil, tras haberlo olvidado en un banco en el que me senté un instante. Poder visitar otra vez la maravillosa Catedral de San Vito compensa el viaje realizado. Camino rio arriba, por su margen derecha, y entro en la nueva Praga para detenerme en la plaza de Wenceslao. Estando en ella, entré en un bar llamado Vytopna, que me recomendó un buen viajero y amigo, para ser testigo de cómo tras pedir una cerveza ésta te llega a la mesa trayéndola un trenecito que se para exactamente delante de ti. Muy curioso.

Praga tiene a gala hacer, a fuego lento, unos cucuruchos de pasta muy especiales que rellenan generalmente con helado; son muy caros, pero lo cierto es que su sabor no está a la altura del auténtico cucurucho de barquillo que se hacía años atrás.

La preciosa, más bien elegante y distinguida, arquitectura de un gran número de edificios de Praga tiene por supuesto su origen en la época gloriosa del Imperio Austro-húngaro, yo diría a finales del XIX. En 1918, al terminar la primera guerra, se independizan, junto con los eslovacos, (Checoslovaquia) y el esplendor se detiene ya que no tienen medios y pasadas un par de décadas Rusia se queda con el país tras la segunda guerra, en 1946, y no lo devuelve a la libertad hasta el año 1989.

Por supuesto, durante ese período la URSS no estaba por la labor de promover edificaciones de diseño; así que todo lo atractivo en arquitectura proviene de la "cosecha" de los Habsburgo o Casa de Austria. Lo cierto es que crucé el país de norte a sur y no volví a ver esa arquitectura por ninguna parte; más bien todo lo contrario: cutre, sin arquitectura alguna y con un mediocre mantenimiento.

Recorriendo el río por su margen derecha, hago fotos, entre otras, al puente de Manesuv y al de Cechuv. A continuación, dejo el rio y subo por la calle Parizska y me encuentro con el barrio judío, de muy alto nivel arquitectónico, con sus cuatro o cinco sinagogas, su cementerio, etc. Resultó interesante.

Al español le encanta Praga y va siempre que puede. Muchos son los españoles que conocen Praga y muchos los que la conocen mejor que yo…lo reconozco y me alegro.

Se observa cierta indolencia en la gente joven que atiende los bares y negocios en general. Vuelvo a repetir que su indolencia y su afición a mangarte lo que pueden es impresionante; por ejemplo: si en el WC no tienes la moneda adecuada para poner en la puerta, te piden el dinero y se lo guardan y después te meten en uno de discapacitados que no requiere moneda.

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El hotel que elegí, sin grandes pretensiones, estaba muy céntrico y en cinco minutos de reloj podía ir, indistintamente, a la plaza de la Ciudad Vieja o al puente Carlos. A la República Checa, la llamamos familiarmente Chequia... y a su río nosotros lo llamamos Moldava y los checos lo llaman Vltava, y lo llaman así desde su nacimiento en los montes de Bohemia hasta su desembocadura en las aguas del Elba, no muy lejos de Praga.

Toda la ciudad está llena de historia y de interés: bien su edificación, bien sus iglesias y torres, bien el amplio río Moldava y sus puentes, bien su reloj astronómico, actualmente en reparación, y la plaza de la Ciudad Antigua, su iglesia gótica Tyn o su barrio judío, etc. Y no digamos su bella catedral de grandes dimensiones, contrafuertes y vidrieras, el edificio danzante, área de Wenceslao, de Praga, jardines, Filarmónica, Teatro Nacional, el muro de John Lennon, etc. etc. Todo ello un verdadero tratado de historia de la ciudad y su cultura.

Tras cuatro días de estancia en la ciudad tomo el tren y comienzo mi viaje hacia Budapest pasando por pueblos y ciudades conocidas como es el caso de Bratislava. Por supuesto, el tren ya sale con retraso desde la estación de salida, que fue aumentando hasta alcanzar tres horas…nada parecido a la puntualidad alemana. Llegué finalmente a las 11 de la noche.

Entre Praga y Budapest no hay un paisaje muy especial: prácticamente llano con prados y algo de vacuno pastando, lúpulo y otros cereales como el maíz; todo ello salpicado con muy pocos árboles del bosque templado, pero sí con muchos chopos y algunos pinos. Por tanto, en ocasiones me parecía estar atravesando Castilla. La edificación de los pueblos y aldeas carece de interés y belleza.

Hasta otra.