Vietnam 14

Marzo de 2014

La República Socialista de Vietnam, que visité por última vez hace más de 20 años, en agosto de 1993, ha cambiado mucho en todos los sentidos. En esa fecha, recuerdo, los comunistas en el poder renunciaban al marxismo-leninismo y permitían la propiedad privada, aunque siempre dentro de un sistema socialista que nunca han dejado. La URSS, su única aliada incondicional, se había desmoronado en 1991 con lo que habían perdido su único “amigo”; así que decidieron hacer una fuerte campaña en la que decían haber “olvidado y perdonado” la guerra con Estados Unidos, de 1958 a 1975, para lograr, así, que los americanos les levantaran las sanciones y pudieran exportar y establecer relaciones diplomáticas con Occidente. La campaña llegó a dar buen resultado. Doy fe.

Ahora, con sus 90 millones de habitantes dobla la población de España, a pesar de tener una superficie un tercio inferior a la nuestra. Su capital, Hanoi, tiene una aglomeración urbana de unos 5 millones. Su divisa, el dong, tiene muy poco valor fuera de su país y hacen falta 2.800 dongs para comprar un simple euro. Así que cambié 100 euros y me dieron casi 3 millones de dongs que no me cabían en los bolsillos. Los vietnamitas son muy belicosos y han guerreado con brutalidad contra China, Japón, Estados Unidos, Camboya, Francia, etc.

Hanoi sigue careciendo de interés turístico alguno. Por otra parte, al ser la capital, se palpa más la rigidez del sistema socialista. Visten austeros y sin colorido y hasta se ven chicos llevando el casco militar de los soldados y mujeres con el típico sombrero chino de paja Son demasiado serios e ignoran al visitante hasta el punto de parecer que lo tienen prohibido. Por otra parte, la ciudad tiene poco que ver pues, templos, parques y museos no tienen gran valor y, por si fuera poco, sus restauraciones y mantenimientos son lamentables. Lo mismo ocurre con los lagos de la ciudad, cada vez más sucios. En los parques se ven mayores jugando al ajedrez chino y por las calles a algún que otro fumador de cachimba de agua. Se empeñan en justificar su sistema político mostrando al visitante el éxito y los héroes de su revolución como ocurre en China, Cuba, Bielorrusia, etc. actuales países socialistas.

En mi anterior viaje había en esta ciudad 3 millones de bicicletas que, ahora, se han convertido en 4 millones de motos, con la horrible contaminación que ello supone. Ni los millones de motos y triciclos, ni los pocos coches que hay, respetan para nada los pasos de cebra, así que te la juegas constantemente. Vi una actuación infantil de marionetas en el agua que me pareció muy original. Recorrí, montado en el típico triciclo, especie de tuck-tuck, un barrio comercial formado por calles dedicadas, cada una de ellas, a tiendas específicas de ferreterías, comestibles, flores, etc. lo que me resultó interesante pues me acercó a su vida cotidiana. Observé que algunas personas llevaban una cinta negra sobre la frente y supe, más tarde, que era un luto por haber perdido un familiar. Al parecer durante el primer mes la cinta es blanca.

Dejé un Hanoi, sin interés turístico y aburrido, para desplazarme a la costa, a unos 180 km al sureste y visitar la Bahía de Halong, lugar que me enamoró en mi visita de hace 20 años. Entonces se alquilaba, por una pequeña cantidad, una barca con motor fueraborda y marinero por un período de 4 ó 5 horas y se recorría toda la bahía; era tiempo suficiente para subirse a algunos de los islotes o picachos, visitar las casas flotantes de pescadores, sus mercados también flotantes, hacer fotos, etc. Ahora, maldita sea, hay 250 barcos grandes anclados en medio de ella, (a los que denominan juncos, pero que de juncos no tienen nada) en los que los turistas pasan al menos 1 día, con su correspondiente noche, lo que, además de impedir ver despejada la bahía, la contaminan con aguas residuales, restos de comida, gasoil, etc.

De hecho, aquellas aguas transparentes de color verde claro de entonces, no solo se han convertido en turbias y negruzcas sino que, además, las bolsas de plástico y algunos restos de comida flotan sobre la superficie…Por si fuera poco, el día que pasé en la bahía, ésta se encontraba cubierta por la bruma y por la lluvia. Por eso dije, y vuelvo a decir: ¡MALDITA SEA! El reportaje fotográfico que tengo en esta página web de mi viaje del 93, muestra las maravillas de la bahía de Halong de entonces. Algo nuevo pude ver en esta visita: en uno de los grandes picachos de la bahía han abierto al público, desde el año 1994, una gruta llamada la Sorpresa. Es de gigantescas dimensiones aunque su interior, de roca caliza, está seco y muerto debido a las masivas visitas turísticas durante tantos años. Una roca puntiaguda y con un claro aire fálico, hace soltar la carcajada de los turistas al pasar por su lado… ahora se entiende cuál es la “sorpresa”.

De aquí al aeropuerto de Hanoi para volar a Danang. La conducción en Vietnam es peligrosa dado los adelantamientos indebidos que hacen todos y sobre todo las motos que son las que hacen verdaderas diabluras. Vietnam Airlines tiene buenos y modernos aviones y es bastante puntual. Desde Danang me fui a Hoi An, pequeño lugar muy agradable, con influencia china y japonesa, en el que ha sido restaurado su centro histórico, lo que atrae muchas visitas turísticas. Cuando llegué, y cerca de su antiguo puente japonés, se hacían fotos tres parejas de novios recién casados. Llegaban en una barca por el pequeño río de la localidad, llamado De Vong, y se detenían, justamente, frente al puente. Muy romántico.

Pasé un día recorriendo sus mercados, sus tiendas y su centro histórico. La comida vietnamita, como ocurre en toda Indochina, es picante y salada aunque para los turistas suelen rebajar los niveles de sal y de picante. En Hoi An dormí en un agradable hotel frente al mar en el que, por la noche, presencié los bailes típicos de esta zona del centro del país.

Al día siguiente partí para Danang, ciudad importante de escaso valor, para subir a su montaña de mármol, que tampoco vale nada. Precioso puente nuevo en Da Nang, con forma de dragón, sobre el río Han. He visto por las zonas ajardinadas frangipanis como suele ocurrir por el Pacífico. Se ven grandes tarajales al borde de los ríos y adelfas en la medianera de las carreteras. Esta zona del país es hinduista. Aquí ya no hay la verticalidad del sistema socialista del norte; la gente es más agradable, hospitalaria y hasta sonríen.

De Danang me trasladé a Hue y el recorrido, de unos 120 kilómetros, sigue siendo muy agradable y pintoresco dado que el trazado de la carretera discurre entre montañas de densa vegetación entre las que, hace 20 años, contemplé dos arco iris, uno sobre el otro. En ocasiones, al pie de las montañas, se ven enormes playas.

Llegué a Hue y, por la mañana, paseé en una embarcación por el río Perfume, lleno de embarcaciones turísticas pintadas con dibujos de dragones; después visité la Pagoda de Thien Mu, al lado del río, de escaso valor. Mas tarde el Mercado de Dong Ba con apariciones de ratas, como gatos de grandes, entre los puestos de venta. También visité la amplia Ciudadela, con arquitectura china y muralla con fortaleza y la tumba de Khai Dinh. Hue fue capital de Vietnam por varias décadas. Las restauraciones son pobres, malas y les falta pintura y remates. Es lamentable porque este tipo de edificación atraería mucho más al turismo.

Llegué, tras un corto vuelo, a Saigón, llamada Ho Chi Minh tras la marcha de los americanos, la que tiene hoy en día una concentración urbana próxima a la de Hanoi y, por supuesto, las consabidas motos que llegan a 4 millones y que contaminan todo el ambiente. Los motoristas suelen llevar máscaras para evitar el daño de los gases que ellos mismos originan. Se trata de la ciudad más moderna y la segunda en población del país y está llena de ladrones que roban constantemente dando tirones desde las motos. Si deseas suicidarte, solo tienes que pasar un paso de cebra…Visité el Palacio Presidencial, que no vale nada, inhabitado y con poco gusto.

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Recorrí la calle comercial de Leroi, en la que están las tiendas para turistas, tales como imitaciones de bolsos, ropa, souvenires, etc. Esta zona de Vietnam fue la Cochinchina francesa. Esta vez no quise visitar, nuevamente, los pequeños túneles de Cu Chi, utilizados por los vietnamitas para ocultarse de los americanos durante los enfrentamientos de la guerra.

La ciudad tiene una edificación interesante, mezclándose los edificios de arquitectura actual con aquellos construidos por los franceses durante la época colonial (entre 1860 y 1954) como son la catedral de Notre Dame, el edificio de Correos, la Ópera, etc., todos ellos con mucho gusto. Los habitantes de esta ciudad ya viven una vida al estilo de occidente y han olvidado que su sistema de gobierno es una dictadura socialista. En nada se parece su comportamiento al de las gentes de Hanoi. Los vietnamitas, a pesar de haber transcurrido casi 40 años desde la finalización de la guerra con los americanos, siguen tocando el tema de forma casi monográfica. Tras la guerra, 1,5 millones de vietnamitas han emigrado a Estados Unidos, Canadá y Francia.

Otros detalles:

Oficialmente, la homosexualidad no se acepta. Se considera una enfermedad. La ley no la castiga pero si la castiga la sociedad. En Vietnam, como en China, es difícil discernir entre la historia y la leyenda; se lo creen todo como si fueran niños. El dragón, al igual que en China, parece ser su protagonista y héroe en todos los relatos; es un personaje bueno y poderoso. La esperanza de vida es de 70 años para el hombre y 76 para la mujer.

La enseñanza primaria, de 6 a 10 años, es gratuita y obligatoria. El analfabetismo alcanza el 7%, elevado porcentaje por tratarse de un país socialista. Los médicos no llegan ni al 1 por mil de la población cuando, en España y como referencia, son el 4,3 por mil. En algunos rincones del país aparece malaria. No recordaba entre sus frutas, la llamada dragón verde la que, en ocasiones, toma también el color de la remolacha; no es muy dulce pero tiene una agradable textura. Hay también otra fruta llamada “rambután” que es parecida al lichi.

El arroz, del que obtienen 2 cosechas al año, es su alimento base y crece por el delta del Mekong y por la cuenca del río Rojo, entre Hanoi y el mar; son el segundo productor mundial, tras China, y, por otra parte, el mayor exportador de gambas del mundo. Tienen carbón, petróleo, oro y fosfatos y fabrican calzado y equipos electrónicos. Sus mayores socios comerciales son China, Japón, USA y Corea del Sur. Actualmente el turismo es una de las entradas de divisas más importante.

El budismo es la religión dominante con un 50%; hay un 20% de ateos y el resto son católicos e hinduistas. Su PIB por habitante apenas llega a 1.600 dólares (como referencia, España 30.000). El paro en la mujer llega al 50%. La inflación anda por el 10% y los sueldos no evolucionan en esa proporción, por lo que hay conflicto social.

Vietnam, a pesar de estar de moda, no tiene el interés de otros países asiáticos por lo que, creo, debe de visitarse junto con Laos, Camboya o Tailandia con el fin de que el viaje valga la pena. Yo no volveré, el turismo masivo de ahora y la globalización han ido acabando con el Vietnam que yo conocí…¡¡¡maldita sea!!!

Curiosamente, encontré en Hanoi una pila de repuesto para mi cámara de fotos que llevaba meses buscando por medio mundo.

Durante el viaje, Charo y yo, conocimos a una pareja argentina de Concordia, viajera y encantadora: Evangelina y Pepín, a los que esperamos volver a ver algún día; igualmente unas brasileñas, Dulcinea y Tania, que resultaron muy cariñosas y simpáticas.

El aeropuerto de Doha, escala obligada al volar con Qatar y que lo llevo sufriendo varios años, es un verdadero infierno. Ahora, por fin, están a punto de abrir uno nuevo.