Mongolia 98

EL VIAJE: QUINTO DÍA

A las 5.30 h en pie tras haber dormido bien en una cama incomodísima. ¡Lo que hace el estar agotado! A las 6.00, tras llenar varias botellas de agua hervida, tomamos un desayuno típico: carne de cordero con fideos. Agus se comió dos tazones que le supieron buenísimos. Hoy comenzamos a salir del Gobi. Es muy difícil saber dónde está la salida pues no se produce un cambio claro y, además, los rebaños son siempre de los mismos animales; quizás va terminando donde empiezan a escasear los camellos y aumenta el número de Yaks.

Comenzamos a ver oasis y caballos bañándose en ellos. También vemos zonas más verdes. El Gobi se acaba. Hoy hemos visto un camión viejo por la pradera. Hacía tiempo que no veíamos un vehículo de cuatro ruedas.

Los colores de la pradera son de verde pastel, como el azul del cielo. Hoy vimos unos Gers y más ganado; nos estamos acercando a zonas más pobladas.

Hemos tenido una nueva experiencia: desde el jeep, vimos un grupo de gente, a lo lejos, y allá nos dirigimos. La sorpresa fue que había muchos niños, con sus correspondientes caballos, preparándose para la salida de una carrera. Éstas, las luchas de hombres y el tiro con arco, son los deportes de los mongoles y provienen de época medieval.

Pues bien, los niños-jinetes se alejaron tanto que no los podíamos ver de lo lejos que estaban y, tras una media hora de galopar, llegaron nuevamente donde estábamos nosotros, la meta. Nunca habíamos visto tantos mongoles juntos, posiblemente unos 40. Tampoco habíamos visto niños cabalgando con tanta soltura. La gente, con sus pómulos prominentes y enrojecidos, parecían habitantes del altiplano andino.

Finalmente llegamos a Karakórum, (Jarajorin como dicen los mongoles) tras un largo día de Gobi y de pradera. Seguimos sin ver un solo árbol. Mongolia tiene bosques en la parte norte donde llueve más. Hoy cruzamos una carretera asfaltada que va desde Moscú a Ulan Bator. Que pena que no pudiéramos tomarla pues iba de este a oeste y nosotros de sur a norte. De todas formas era muy mala y con muchos agujeros. Hoy hemos tenido un tramo atroz, además yo iba atrás y se notaban más las ondulaciones.

Por fin hoy entramos en la legendaria ciudad (pueblo) de Karakórum. Llegamos, justo a tiempo, para poder visitar el interior del famoso templo budista de la época de Gengis Khan. Ésta fue la capital de su enorme imperio.

Ya dentro del pueblo tuve que ir al servicio de un bar y, nuevamente, encontré la existencia de un único water para los dos sexos. Resulta raro que cuando estás contra el muro de las lamentaciones, entren las mujeres, a las que no parece importarles que tengas tu herramienta fuera. Ellas dejan sus ensangrentadas compresas dentro de un cubo de plástico, abierto, el cual no se retira hasta que no está lleno. Estas son reminiscencias comunistas de la falsa igualdad del hombre y la mujer. ¡Un poco desagradable!

A las afueras de la ciudad, y en medio de la pradera había unos Gers de propiedad estatal, que se alquilaban. Tomamos uno. Yo hice una buena colada pues me lavé hasta los pantalones, que se secaron sobre las 10 de la noche, cuando hacía mis fotografías de la puesta de sol. Agus también hizo una buena colada ya que llevábamos un par de días sin poder lavar por falta de agua.

En el siglo XIV los japoneses atacaron esta ciudad y en el siglo XVII lo hicieron los manchúes.